Concluye
con una mañana de toreo de salón frente al Ministerio de Trabajo el triplete de
concentraciones de picadores y banderilleros
ROSARIO
PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC
de Madrid
«Lo único que le pido a los señores políticos es
que dejen a mi papá torear». ¿Y que le den lo que le pertenece? «Claro, que le
den lo que es suyo. Es lo justo». Es la voz dulce pero firme de Paula, la niña
de ocho años con más sensatez que algún adulto y que pregunta a su padre, el
banderillero Ramón Moya, si «va a torear con sus amigos toreros». El Covid-19
ha dado una estocada al mundo entero, también a la tauromaquia, tan maltratada
desde tantos ámbitos. Y a Paula, pura sensibilidad y con El Fundi de padrino,
le sorprende ver que, por primera vez, el artista de su casa no viaja como en
otras temporadas. «¿Hoy tampoco toreas?»
Paula, junto a su hermana Ana, se plantó ayer
frente al Ministerio de Trabajo y toreó de salón, como tantos niños que se
citaron. Casi tantos como profesionales del toro. Se echó en falta a
demasiados... ¿Dónde anda el sector?
«Era importante salir a la calle y estar todos a
una. Me da pena que no hayamos sido más. Tenía que haber sido una manifestación
multitudinaria de todos, pero por algo hay que empezar», comentó a ABC Javier
Cortés, en el umbral de su reaparición tras el percance en el ojo. Su mensaje a
Yolanda Díaz: «Igualdad y que escuche al sector, no somos menos que nadie y no
se entiende tanta discriminación. Pedimos respeto».
Era el tercer día de las concentraciones de
picadores y banderilleros para reclamar las ayudas denegadas del SEPE -«algunos
nos han dicho que han recibido órdenes para que no nos las den», denuncia el
sector-, pero la puerta del Ministerio de Yolanda Díaz tampoco se abrió. Lo que
sí se desplegaron fueron capotes y muletas en el primer paseíllo, y tal vez el
último, de esta temporada en Madrid. No faltó ni la generosa banda de música.
Las notas de los pasodobles se escuchaban desde la Castellana y algún que otro
curioso se acercó y contempló el arte del toreo. Un arte que es cultura, una
cultura que según el ministro de ídem tiene derecho a las ayudas del SEPE. Pero
el mismo Gobierno que dice sí en el Ministerio de Plaza del Rey dice que no en
el cercano a los Nuevos Ministerios. «¡Vaya desunión en el Gobierno!», se oyó.
«Como en el toreo», replicó otro. Y no faltaba razón. El toreo no está por
dentro mejor que por fuera. Y esa es la realidad: la de una desunión que es
unión momentánea, de forma efímera, y no por parte de todos.
Tras el estreno con las figuras arropando a sus
cuadrillas y una segunda jornada «de guerra», tocaba el cierre. Y el broche
tenía que ser toreando. Antes, una noche «de tormenta y cucarachas -con trapío
de Madrid- entre los cartones», durmiendo a la intemperie a la vera del
Ministerio de Trabajo que no les da «cobijo». «Queremos que nos escuchen y nos
atiendan», decía Moya bajo la mirada de sus niñas: «Mi papá es el mejor
torero». ¿Y después? «Naide», le faltó por decir a Ana, admiradora número uno
de este torero de plata. A su lado, Juan José Gimeno Mora, «orgulloso de sus
compañeros», valoraba la experiencia y movía el carretón para los chiquillos.
Al quite siempre, Javier Gómez Pascual, uno de los impulsores de este
movimiento y encargado de leer el manifiesto inaugural.
Más toreros como Rafael de Julia, Esaú Fernández,
Alberto Aguilar, Gómez Escorial, Damián Castaño, Francisco José Espada, Alberto
Lamelas, Sergio Serrano, Sebastián Ritter o Javier Cortés, que hizo de toro
para Alejandro Manuel, el niño de cinco años con desparpajo a raudales. «Mi
padre es novillero y mis tíos son los Niños de Santa Rita». El toreo en las
venas. ¡Y qué desenvoltura! ¿Sabes que toreas muy bien? «Pues claro que lo sé,
soy muy bueno. Estoy apuntado a la Escuela de El Juli». ¿Es su torero favorito?
«Me gusta. Bueno, también me gusta Talavante. Talavante me gusta mucho».
Verónicas que paraban el tiempo, naturales al ralentí, pases de pecho
gustándose... Un fenómeno de cinco primaveras que imantaba las pupilas del
tendido que se formó bajo los árboles. «Tiene arte el chaval», dijo Curro
Javier. Hubo oles y aplausos. Y miradas de admiración de los más pequeños a sus
maestros, como Inés y Clara, fans de su padre, el subalterno Rafael González.
«Quiero que dejen a mi padre torear y que todos disfrutemos de los toros», dice
Inés, amante de los caballos y orgullosa de «haber dado una vuelta al ruedo en
un festival».
«Es una situación muy difícil, un golpe muy duro.
Queremos apoyar a los banderilleros, pues hay muchas familias que lo están
pasando muy mal y tenemos que ir a una», manifestó Espada. «Tambien hay
matadores que los están pasando francamente mal -añadió-; para colmo, este
Gobierno nos lo está poniendo muy difícil».
Con el reloj encaminándose a las dos del mediodía,
tocaba el turno de recoger los tratos. Abrasaba el sol capitalino. No le
importó a los valientes que se congregaron. «Quiero que los políticos sean
justos con mi papá». Los niños siempre tienen razón. «¡Quiero ser torero y me
tienen que dejar serlo!» Que los adultos que ayer fueron niños con sueños no
corten las alas de quienes hoy lo son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario