ANTONIO
LORCA
@elpais_toros
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Diario EL
PAÍS de Madrid
¡Lo que emociona a un político la firma de un
convenio…! Y a dos, el doble. Coinciden en un cóctel, cruzan cuatro palabras y,
sin duda, a uno de ellos se le ocurre la genial idea: ¿por qué no firmamos un
protocolo?
Ambos saben que el papel lo aguanta todo y a nada
compromete la firma debajo de unas palabras tan sonoras como huecas. Y no lo
hacen con mala intención. Pero, por encima de todo, les subyuga protagonizar un
acto público, con periodistas y fotógrafos, y un hueco posterior en la liviana
posteridad de la fugaz presencia en un medio de comunicación.
No importa, incluso, que las Administraciones a
las que representan estamparan en su día un compromiso sobre el mismo asunto;
es muy probable que lo desconozcan. A fin de cuentas, la memoria es flaca para
todos. Lo más serio es que la realidad demuestra que el convenio, el protocolo,
la alianza, o como quieran llamar al papel, sirve para poco.
El pasado 17 de julio, la presidenta de la
Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la capital, José Luis
Martínez-Almeida, firmaron un acuerdo para la defensa y promoción de la fiesta
de los toros.
Al parecer, nadie quiere aceptar que Madrid y Sevilla son la
referencia mundial del toreo
La primera dijo que “la tauromaquia es una
demostración de libertad, una prueba inequívoca de que una sociedad es libre y
madura, y que no admite tutelas morales ni políticas”; y el alcalde añadió que
las instituciones madrileñas vuelven a comprometerse en la conservación y
defensa de una de las facetas de la mejor cultura española. "Ante las
inquietudes, los recelos y las dudas de algunos, solo tengo que decir que
vivimos en una sociedad libre de la que no podemos excluir esta seña de
identidad que es la tauromaquia", subrayó.
Es verdad que el citado convenio incluye la vuelta
de la Escuela Taurina de Madrid a las instalaciones de la Venta del Batán, y
que el Consistorio madrileño tenga presencia institucional en la plaza de Las
Ventas. Pero hasta ahí se puede leer. El resto no son más que buenas
intenciones.
Además, el convenio es innecesario: el Gobierno
madrileño aprobó el 7 de abril de 2011 un decreto por el que la fiesta de los
toros era declarada Bien de Interés Cultural, en la categoría de Hecho
Cultural, y, por tanto, como “patrimonio inmaterial de la Comunidad de Madrid”.
Sobran, pues, las declaraciones de amor a los
toros.
Y no se entiendan estas líneas como una crítica
ácida a estos políticos del Partido Popular. No. ¡Estos son los amigos de la
tauromaquia…! Y seguro, seguro, que les guía un buen propósito, y no como a
otros que sueñan con la erradicación de los toros de la faz de la tierra.
El ejemplo solo es válido para concluir el estado
de soledad que padece la tauromaquia.
La Comunidad de Madrid es la propietaria de la
plaza de Las Ventas, y la máxima responsable, junto a Plaza1, la empresa
adjudicataria, de que sus puertas estén herméticamente cerradas, a pesar de que
ya se pueden celebrar festejos taurinos con el 75% del aforo. Todo hace pensar,
además, que no habrá paseíllo en 2020, y así lo corroboraba el pasado martes la
propia plaza al anunciar la prórroga de la suspensión de los festejos “hasta
que se den las condiciones necesarias sanitarias que garanticen totalmente la
seguridad de los espectadores”.
¿Pero es que nadie quiere entender que Madrid es
la referencia mundial del toreo y es imprescindible que suenen clarines y
timbales para anunciar que la fiesta sigue viva y trasladar un mensaje de
esperanza en momentos de tan creciente tribulación?
Hay vida más allá del beneficio económico: la pervivencia de
la tauromaquia
¿Cuál es el problema? ¿Económico, tal vez? (Si se
abre la plaza una tarde, ¿deberá pagar Plaza1 el canon anual de 2.800.000
euros?) ¿Político? (¿Teme Díaz Ayuso una ofensiva sin cuartel de la oposición
si se produjera un eventual rebrote del virus en la plaza?)
Sea como fuere, parece que el cerrojo de Las
Ventas criará óxido antes de volver a la vida.
Por cierto, la presidenta madrileña dijo en la
firma del citado convenio que "dar la espalda a la primera plaza del mundo
es de una gran ceguera política”. A falta de mayor transparencia, es lícito
pensar que Díaz Ayuso ha olvidado pronto sus principios. O es que tiene otros…
Un detalle más: el Ayuntamiento madrileño aprobó
el pasado día 9 una ayuda directa de 4,4 millones de euros para apoyar el
tejido cultural de la ciudad que se ha visto afectado por la covid-19. Estas ayudas se unen a los dos
millones de euros asignados por la Comunidad al mismo fin. Y en ningún caso se
cita la tauromaquia como sector afectado.
Este caso se repite en otras ciudades taurinas. En
Sevilla, por ejemplo.
El Ayuntamiento de la capital andaluza declaró en
2004 la tauromaquia como "fiesta mayor de la ciudad". Desde entonces,
han cambiado el alcalde y los concejales, pero no la actitud: cariño, sí; pero
pan, poquito.
Hace unos días, Sevilla apartó la cantidad de
650.000 euros para el sector cultural, y tampoco aparece la fiesta de los toros
entre los sectores beneficiados.
Y la propia empresa Pagés, que dirige la plaza de
La Maestranza, ha errado gravemente al hacer público en Twitter un mensaje
buenista y poco afortunado que, como era de esperar, se ha vuelto contra ella.
“Todos los jueves de este mes de julio —decía— nos
hemos acordado de nuestras entrañables novilladas de promoción, un ciclo en el
que apoyamos el futuro de la tauromaquia. La pandemia nos ha privado de ellas
#VolveremosAlaMaestranza”.
Y le han llovido las críticas con toda la razón.
Han sido muchos los aficionados que han censurado la decisión de la empresa,
incomprensible a todas las luces. ¿Por qué no se han celebrado esos festejos?
Otro faro, en la de la plaza sevillana, que
permanece apagado; por cierto, con el beneplácito de la propietaria, la Real
Maestranza de Caballería, que guarda, como otros, un imperdonable silencio.
Madrid y Sevilla, Las Ventas y La Maestranza, las
dos plazas de toros más significativas del mundo… Y las dos están cerradas con el
beneplácito (o el silencio cómplice) de los profesionales, los políticos
taurinos, los dos Gobiernos autonómicos y los dos Ayuntamientos.
Y no se olvide: Isabel Díaz Ayuso, José Luis
Martínez-Almeida, Juanma Moreno, (presidente andaluz) y Juan Espada (alcalde
sevillano) son los amigos.
Pero todos parecen olvidar que hay vida más allá
del beneficio económico: la pervivencia de la tauromaquia. Y si se trata de un
insalvable problema sanitario, ¿por qué se permite la celebración de
espectáculos taurinos con un determinado aforo?
Este asunto huele a chamusquina...
¿Tiene motivos o no la tauromaquia para sentirse
tristemente desolada?
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