Al
“Chato” y a “Barana”
Las
humillaciones sufridas, sobre todo, en Mérida y Morelia, fueron decisivas para
Román Guzmán y Saturnino Bolio fortalecieran su ideal de la unión
ADIEL
ARMANDO BOLIO
Especial para
VUELTA AL RUEDO
Continuamos con el relato que hizo el célebre
banderillero Román “Chato” Guzmán sobre el nacimiento de la Unión Mexicana de
Picadores y Banderilleros al doctor Alfonso Gaona y de todas las penurias que
pasó al lado de su compañero de ideal, el famoso picador de toros Saturnino
Bolio “Barana”. Volvemos entonces a lo que estaba pasando a finales de 1932
cuando querían obligar a las cuadrillas a vestirse para ser filmadas con motivo
de una película en Mérida, Yucatán.
“¿Para qué quiere usted que nos pongamos el traje
de torear si nuestra misión y compromiso ha terminado? Pregunté. Entonces
Camacho, quien apoderaba a David Liceaga, me contestó: ‘Pues tienen que
vestirse de toreros quieran o no, porque son órdenes del matador’. Y le
respondí, díganos primero cuánto nos van a pagar por vestirnos de toreros. Lo
que hizo Camacho fue no responderme y dirigirse entonces a ‘Barana’ para
decirle: ‘Ya que el Chato no quiere vestirse de torero, hazlo tú y vete a la
plaza’
Lo mismo que yo hizo ‘Barana’ al decirle que, si
no le iban a pagar, no iría a la plaza y efectivamente ninguno de los dos
fuimos para servir de comparsas en la película.
Indignados por esa nueva ofensa y arbitrariedad de
un matador, por la tarde me llevó ‘Barana’ con unos amigos cocheros para que
habláramos de algo importante según me dijo: ‘Quiero que te digan estos amigos
míos quién fue el que formó la Unión de Cocheros de Mérida’. En efecto, salimos
del hotel para ir a ver a esos amigos cocheros, quienes a la pregunta que les
hizo, contestaron: ‘Sí, a Saturnino Bolio debemos la fundación de nuestra
Unión. Él ha sido el que nos ha dado esta ventaja para nuestra profesión’”.
Esa misma noche -continúa el “Chato” Guzmán-
“hablamos más ampliamente sobre nuestros planes tantas veces puestos en la mesa
de discusiones para alguna vez llevarlos a cabo. Pero esa noche más decididos
que nunca, juramos ambos luchar a como diera lugar por alcanzar nuestro
propósito, costara lo que costara”.
Así como llegaron los momentos cruciales y
definitivos ese 2 de noviembre de 1932 en Morelia -refiere Román Guzmán-
“Después de la corrida acabamos de afirmar nuestros planes para echarlos a
andar fuera como fuera. Por la mañana, al otro día de la corrida, bajamos de
nuestro cuarto en el hotel para desayunar y convenimos, por lógica, esperar al
matador para ir a desayunar todos. Pasaron las horas en que esperamos
inútilmente ver al matador o al apoderado. Como a las 11 de la mañana
preguntamos por ambos y el señor Germán Figaredo (padre del querido amigo
locutor del mismo nombre) y dueño del hotel, nos dijo que pasáramos a
desayunar, porque si esperamos al torero y a su apoderado resultaría inútil
porque ambos habían salido muy temprano con destino a México. Y con bondad y
calidad de persona, sonriente nos invitó, insistiendo en que desayunáramos
olvidando lo que había sucedido. ‘Barana’ muy compungido me dijo que el
problema era entonces como poder regresar a México no teniendo un solo centavo
en la bolsa.
Pasamos al comedor a tomar el desayuno con el
disgusto natural de la nueva trastada que nos hacía un matador. Tomando nuestro
almuerzo, con mayor empeño revivimos los planes fundamentales que ya habíamos
aprobado la noche pasada y sentenciosamente ‘Barana’ me dijo: ‘Mira Chato, si
logramos ganar esta batalla, daremos gracias a Dios y seremos felices. Pero si
la perdemos, ya podemos irnos despidiendo, tu de banderillero y yo de
picador’”.
Esta conspiración taurina de independencia que
relata el “Chato” Guzmán, sin duda, hace pensar, guardando toda proporción, en
la que nuestros héroes liberaron a México del yugo de los españoles. Por ello,
el ideal de Román y Saturnino es digno de saberse y reconocerse por las
siguientes generaciones de subalternos. Continúa su relato el “Chato” Guzmán:
“Estábamos en esas cavilaciones, cuando el señor
Figaredo se nos acercó y amablemente nos preguntó: ‘¡Cómo van a regresar a
México?’. ‘Barana’ se adelantó a contestarle que no teníamos otro medio para
conseguir dinero, que empeñar nuestros avíos y ropa de torear, lo cual no
tuvimos que hacer, porque el señor Figaredo metió mano a su bolsillo y nos
entregó 50 pesos a cada uno para que pudiéramos viajar de Morelia a México,
Distrito Federal.
Fue un regreso histórico para mi vida y creo que
la habrá sido hasta su muerte para Saturnino Bolio ‘Barana’, porque no te
imaginas amigo Alfonso las cosas que meditamos y calculamos que iban a pasar
cuando nos lanzáramos a la lucha y los problemas que íbamos a tener para
nuestra profesión que era la única que teníamos para poder dar de comer a los
nuestros.
Pero la suerte estaba echada como se dice y
nuestra decisión, pasara lo que pasara, era llegar a trabajar en firme por la
creación de un sindicato que nos liberara de tanta humillación y desgracias
económicas. Sabíamos y ello lo advertimos durante el trayecto de Morelia a
México, que en contra nuestra estaban empresarios, matadores y novilleros y
para colmo, algunos compañeros picadores y banderilleros allegados a las
empresas de quienes recibían favores y muchos que irónicamente nos tildaban de
ilusos por pretender darles independencia y garantía a su profesión. Se reían y
volvían las espaldas cuando les decían de nuestros planes y deseos.
Vistas así las cosas en contra nuestra, lo que
hicimos fue ir convenciendo y ganando adeptos en la provincia. Cada que
toreábamos en algún estado de la República, aprovechábamos ‘Barana’ y yo, y
algunas veces yo solo, hablar con picadores y banderilleros a cerca de nuestro
propósito. Unos oían aquello serenamente y con indiferencia y otros me llamaban
‘loco’, se burlaban de mi idea y me aseguraban que estaba equivocado y que
nunca iba a lograr nada.
En León, Guanajuato, hablé con el matador Antonio
Velázquez, entonces banderillero, y con el ‘Mochito’, así como con otros
subalternos, quienes aprobaron de momento mi propuesta, como lo había logrado
con otros pocos en distintos lugares de la República. Mi afán era conseguir
cuanto antes el número de elementos que la ley exige para fundar un sindicato.
Pero con tristeza comprobé poco después, cuando
creí tener los elementos necesarios para la fundación del sindicato, que muchos
de me echaron para atrás. Esos dos, ese uno, esos cuatro que con tantos
trabajos pude convencer en un momento, a la mera hora me dejaron y el tiempo se
echaba encima y con angustia veíamos que estaba fallando nuestra firme decisión
de hacer la unión de subalternos.
Viendo aquello, tuvimos la idea de acudir a Simón
Cárdenas, jefe de los monosabios, para invitar a su grupo a fundar la unión y
Simón me dijo que, si se trataba de algo serio, contara con sus elementos y por
ello el acta constitutiva de la agrupación dice Unión Mexicana de Picadores,
Banderilleros y Monosabios. Así que con los monosabios de Simón Cárdenas
comenzaba el éxito. Ellos entonces, los elementos de Simón y, los míos, los que
tuvieron fe en mi idea, abrieron la puerta de la victoria … Continuará.
DATO
El acercamiento de
Román “Chato” Guzmán con Simón Cárdenas fue la clave que se cristalizara la
nueva agrupación de subalternos y monosabios
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