viernes, 24 de julio de 2020

Córdoba, 1936: La última tarde de Juan Belmonte

El Pasmo de Triana pudo vestir su postrer traje de luces en una olvidada corrida patriótica celebrada en el viejo coso de Los Tejares de la ciudad de los califas
ÁLVARO R. DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO DE ANDALUCÍA

El 18 de julio de 1936 cambió de arriba abajo la historia de España. También la del toreo. El fragor de la contienda, a pesar de permanecer lejos de las calles de Sevilla, interrumpió la actividad normal de la plaza de la Maestranza que ya no reabriría sus puertas para un festejo mayor hasta el tardío 18 de octubre. Fue aquella célebre corrida patriótica que tenía que haberse celebrado el día del Pilar –o de la Raza- pero acabó aplazándose seis jornadas por las inclemencias meteorológicas. La atmósfera del evento, que se había organizado como homenaje al Ejército Nacional, retrataba fielmente la llegada de un nuevo tiempo.

El decorado humano había cambiado sustancialmente en apenas tres meses. Hasta las tablas de la barrera fueron repintadas en rojo y gualda para reforzar el espíritu patriótico de un acontecimiento taurino que reunió en el mismo cartel a los rejoneadores Antonio Cañero y Pepe García Carranza ‘El Algabeño’ además de los diestros Juan Belmonte, Manolo Bienvenida, Domingo Ortega, Víctor de la Serna y Venturita. También hubo sitio para el novillero Diego de los Reyes y, cómo no, para el infortunado Pascual Márquez, que tenía revolucionado el cotarro taurino sevillano en aquel tiempo incierto.

Los de a pie se repartieron ocho orejas y cuatro rabos, incluyendo el que se llevó Belmonte en aquella tarde que, a tenor de los últimos datos barajados, quizá no fue la última en la que actuó vestido de luces... En cualquier caso, la imagen más significativa de aquel evento la trazó Manolo Bienvenida pintanto un ¡Viva España! en su muleta que se fundía con el fondo de la plaza engalanada y las tablas bicolores.

Queipo de Llano asistió a aquella corrida que contó con la asesoría de toreros retirados de la talla de Antonio Fuentes, Machaquito, Emilio el Bomba o Algabeño padre. Su hijo Pepe también había tomado la alternativa de matador pero actuó aquella tarde crepuscular a caballo. Y a caballo encontró la muerte dos meses después oficiando de mensajero a las órdenes del propio Queipo en el frente de Lopera. El torero, consumado jinete, formaba parte de aquella pintoresca unidad de caballería -la policía montada- formada por garrochistas, señoritos y vaqueros de la Baja Andalucía en la que también sirvió el propio Cañero, que sí era militar de profesión. José García Carranza fue alcanzado por las balas. Trasladado a la Cruz Roja de Córdoba no pudo sobrevivir a las gravísimas heridas. Pero la vida seguía... un festival a beneficio de la cabalgata del Ateneo cerró aquella extraña temporada el 13 de diciembre. Aún quedaban dos largos años de guerra...

La última etapa profesional de un genio

Pero hay que volver a Córdoba y a la figura de Belmonte que, pese a su evidente decadencia, era el astro indiscutible de aquel festejo coral de exaltación patriótica celebrado el 18 de octubre de 1936 en la plaza de la Maestranza. El llamado ‘Pasmo de Triana’ había reaparecido en 1934 en maridaje profesional con Eduardo Pagés. El célebre empresario catalán se había apoyado en el aura del genio para levantar una exclusiva en la que ya pesaba más lo comercial que lo taurino. El tiempo de Belmonte, seguramente, ya había pasado tal y como evidencian las imágenes cinematográficas que se conservan de aquella vuelta.

Las cosas no se podían estirar más: en 1935 cumplió su última temporada formal y en 1936, antes de estallar la contienda civil, se le podía dar por retirado. De hecho, Daniel Tapia en su ‘Historia del Toreo’ señala que Belmonte toreó el 22 de septiembre de 1935 en la flamante plaza de Las Ventas “cortando las orejas de sus dos enemigos, y pudiendo considerarse esta corrida como la de su definitiva retirada de los ruedos”. Ya sabemos que no fue así pero, hasta ahora, ningún biógrafo había marcado la fecha exacta de la despedida del llamado ‘Pasmo de Triana’. Con los datos disponibles el autor de estas líneas se aventuró a fijar ese 18 de octubre de 1936 como escenario de la última actuación de Belmonte vestido de luces, con 38 años cumplidos. Pero todo podría dar la vuelta...

¿Dónde se retiró Belmonte?

En aquel primer año de guerra, con el alzamiento convertido en un conflicto abierto y España dividida en dos zonas, aún se organizó otra corrida –¿o fue un festival?- de carácter patriótico en la plaza de los Tejares de Córdoba que, como Sevilla, había quedado incluida en la llamada Zona Nacional desde las primeras escaramuzas de la contienda. Aquel festejo, organizado también a beneficio y homenaje del Ejército Nacional, se celebró casi un mes después del de Sevilla, y con un cartel muy parecido, desempolvado del valioso archivo de Luis Rufino Charlo, verdadero descubridor de estos datos casi inéditos.

Dicho cartel anunciaba a Cañero y Algabeño a caballo y a Juan Belmonte, Antonio Márquez, Pepe Amorós, Domingo Ortega, Laine y Venturita como toreros a pie. Como en Sevilla, siguiendo un guión muy parecido, también se buscaron los correspondientes asesores honorarios para la ocasión, con la figura totémica de Rafael Guerra ‘Guerrita’ al frente y la repetición de Antonio Fuentes, Machaquito, Bombita y Algabeño padre. A la presidencia civil tampoco le faltó su militar de alta graduación, el controvertido coronel Cascajo. Ojo: el festejo, organizado “a beneficio del glorioso Ejército Nacional”, se anunciaba como corrida de toros y al efecto –valga la redundancia- se reseñaban los ocho toros a lidiar y sus respectivos ganaderos, con especial presencia del campo bravo cordobés. Se habían reseñado sendos ejemplares de las vacadas de Félix Moreno, Conde de Antillón, Marqués de Guadalest, Gamero Cívico, Indalecio García Mateo (señalando que antes lidiaba como Rincón), Enriqueta de la Coba (sic), Herederos de Pedrajas y Antonio Herruzo.

A pesar de todo hay que volver a formular la pregunta ¿Fue festival o corrida de toros? Los datos eran confusos y hasta contrapuestos hasta ahora. El recordado periodista José Luis de Córdoba, privilegiado testigo de la historia taurina de la ciudad de los califas en el siglo XX, recoge una relación de los festejos celebrados en el viejo coso de Los Tejares en la pasada centuria en su libro ‘Córdoba en la historia del toreo’. En esas páginas se hace eco del acontecimiento patriótico de aquel 15 de noviembre de 1936 al que –atención- incluye en la categoría de “festival” señalando que se lidiaron nueve novillos de distintas ganaderías –y no ocho- y añadiendo el nombre del entonces novillero Pascual Márquez a la nómina de actuantes. ¿Se incluyó al bravo novillero de Villamanrique después de imprimirse los carteles? Pues así fue...

Las dudas empiezan a despejarse atendiendo a un revelador recorte de prensa, aportado también por Luis Rufino, y que posiblemente fue publicado en la revista ‘Sol y Sombra’. Ese trocito de papel indicaría que se trató de una corrida de toros, fijando de paso la fecha de la definitiva retirada de Belmonte, vestido de luces para la ocasión. En un breve firmado por J.M.R. y datado en Córdoba se aclara que “en efecto, Juan Belmonte García actuó en esa ciudad el 15 de noviembre de 1936”. La nota está escrita a modo de carta o contestación a una misiva anterior, posiblemente una carta al director. “Si no mencionamos esta corrida en la ocasión que usted cita fue porque creíamos que se trataba de un festival” prosigue el mencionado texto que también hace referencia al festejo patriótico celebrado en Sevilla un mes antes del que sí existe cumplida información y testimonios gráficos.

“Aquel año, y aparte esa actuación de Córdoba, no sabemos que dicho Juan Belmonte tuviera otra que la de Sevilla el 18 de octubre, en compañía de ocho diestros más entre matadores de toros, novilleros y rejoneadores” prosigue el mismo recorte de prensa, que confirma la nómina de actuantes aportada por José Luis de Córdoba afirmando que, efectivamente, fueron nueve las reses lidiadas añadiendo a la lista del cartel oficial un ejemplar de Joaquín Murube además de la presencia de Zurito en calidad de sobresaliente de los montados.

La hemeroteca despeja dudas...

Sólo quedaba acudir a la hemeroteca para corroborar los valiosos datos aportados por el investigador Luis Rufino... y descubrir que el Diario de Córdoba, en su edición del 17 de noviembre de 1936, recogía “el gran éxito económico y artístico” de la corrida patriótica “organizada para engrosar la suscripción en favor del glorioso Ejército y fuerzas auxiliares, que están liberando a España de la tiranía marxista”. Lo dicho: No se trató de un festival sino de una corrida de toros en toda regla aunque su fin fuera benéfico...

La crónica del evento, sumergida en la retórica de la época, se deshace en los detalles de ambiente aunque resulta parca en el desarrollo estrictamente taurino del festejo. Merece la pena rescatar algunas curiosidades y singularidades que rodearon el evento. “En el centro del anillo se había simulado un inmenso tapiz con el escudo de Córdoba, rodeado de un círculo con los colores nacionales en los que se leía ‘Viva España’ y ‘Viva el Ejército’ que había sido admirablemente confeccionado por artistas cordobeses bajo la dirección del delegado de Bellas Artes don Enrique Romero de Torres”. No faltaron otros detalles, como un desfile previo por el ruedo en el que figuraron los Regulares de Ceuta y un coche de caballos con las presidentas honorarias de la corrida, de rancios apellidos de la burguesía agraria de Córdoba.

Dentro de los vericuetos de la lidia nos interesa la que, a todas luces, podemos considerar ya la última actuación profesional de Juan Belmonte, que había pasado desapercibida hasta ahora a todos sus biógrafos. El cronista del Diario de Córdoba reseña aquella postrera lidia, con un toro del marqués de Guadalest “berrendo, grandote y bien puesto de defensas” al que el mítico diestro trianero paró “con tres verónicas magníficas, marca de la casa, que remató con una media superior...” La crónica recoge escuetamente otro quite por verónicas y después de advertir que el torero encontró “al bicho muy agotado” señala que Belmonte “se limitó a dar unos pases muy buenos para un pinchazo y media estocada en su sitio”. Una ovación y la consiguiente vuelta al ruedo estaban cerrando, definitivamente, la vida profesional de uno de los toreros más determinantes de la historia en esa olvidada tarde otoñal de 1936. Y fue en Córdoba...

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