JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
El fútbol, el automovilismo (Fórmula 1 incluida),
el baloncesto (NBA incluida), el beisbol, el ciclismo profesional, que anuncia
ya el Tour de Francia, el campeonato mundial MotoGP, el boxeo UFC, los
conciertos y otros muchos espectáculos de masas, han reiniciado actividad. Sin
público presencial, sí, pero con grandes audiencias televisivas.
¿Y el toreo, que siempre despreció y puso barreras
a la televisión, qué? Paralizado. Excepto claro por gestos esporádicos como el
de las dos corridas en Ávila y el fervor de algunos novilleros arriesgando,
desorejando y triunfando en cosos de tercera o cuarta; Constantina, Torrijos,
Añover del Tajo, Múnera, Beaucaire…, sin transmisiones, frente a graderíos
vacíos, e ignorados por la prensa. O la victoria de las peñas de Castilla-La
Mancha y Madrid logrando poder lidiar toros de siete años en festejos
populares. Es la persistencia del culto sin el negocio.
Por su lado, los empresarios de las grandes
plazas; Valencia, Sevilla, Madrid, Nimes, Pamplona, Bilbao… capitales de
jurisdicciones regidas por partidos de ideologías diversas, cerrados e
inmóviles. Mientras, los ganaderos miran más a los mataderos que a los ruedos.
La mayoría de los espadas, para quienes el toreo
ya no es modus vivendi, pues durante la última década han estado lidiando menos
de tres corridas al año per cápita, se unen a los subalternos, profesionales
que viven de la desaparecida paga diaria y salen a competir voz en cuello con
los demás damnificados de la crisis por los magros auxilios oficiales. Exigiendo
justamente que no se les discrimine, “Tenemos hambre”, alegan.
Y las pocas millonarias figuras, unas de lejos y
otras de cuerpo presente, acompañan a los protestantes, pero con un inocultable
sesgo político, cuando no militancia manifiesta de oposición (“El mundo del
toro está en pie de guerra contra el Gobierno”, dice Marca en su edición del
jueves pasado). Cuando la verdad es qué retóricas aparte, ni en las comunidades
donde manda la izquierda ni en las que manda la derecha se dan corridas ni socorros.
Además, la riqueza de estos peticionarios da
munición a sus enemigos, antitaurinos que aprovechan para zaherir. Como Anabel
Alonso quien los llamó falazmente “Panda de subvencionados”, o los resentidos
que increparon a Cayetano, la voz más alta en la reivindicación, porque su casa
vale dos millones de euros.
Eso en Europa. De América, ni hablemos. No se ve
futuro. En Colombia, por ejemplo, nadie habla de la temporada próxima, el
sindicato de toreros se desintegra y los parlamentarios animalistas relegan la
pandemia, el dolor ajeno y la mortandad para presentar su enésimo proyecto de
prohibición. Cosa de locos.
El río está revuelto, los pescadores ávidos, la
fiesta en coma y los que podrían resucitarla, en un silencio indolente.
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