No sólo no está descartado, sino que, si las
medidas sobre el aforo y las condiciones sanitarias lo permiten, es posible que
Sevilla celebre su Feria de San Miguel allá por el mes de septiembre. La
cuestión y/o decisión no depende en todo de la propiedad de la plaza ni de la
empresa, sino de las medidas que haya en las fechas de San Miguel, que se
sabrán pocos días antes de los festejos. Este es el gran problema: que anunciar
toros sin saber las condiciones que marque la autoridad, con las normativas
modificándose cada pocas semanas, es un galimatías.
Anunciar una feria como la San Miguel tendría un
efecto psicológico muy positivo. No digamos si se anuncia la Feria de Otoño de
Madrid. Aunque no haya transcendido, toreros y ganaderías ya habrían hablado
con la empresa en el caso de la plaza de La Maestranza. Y la empresa habrá de
decir antes de agosto qué hacer. Y dirá lo que le digan las autoridades de la
Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla.
Hay un doble temor que está congelando la
actividad. Uno, el propio Covid19, los llamados ‘rebrotes’, que están animando
y desanimando a los alcaldes de muchos lugares casi cada día. Un día están
dispuestos, las noticias de la mañana le hacen cambiar de opinión. Y los
ayuntamientos son esenciales: tienen la propiedad de la plaza y marcan cómo y
cuándo dar toros.
Por otra parte, este sector está muy dado a la
critica de Caín. Cada iniciativa de dar toros se toma como un juramento
inamovible, cuando debería ser eso, una intención, un preparatorio para darlos.
Si llegada la fecha no fuera posible por las medidas sanitarias, habría sido un
buen intento, pero muchos prefieren taparse y no dar ese paso, no vaya a ser
que prometan toros y luego no se den y queden en ‘vergüenza’.
Es esta actitud la que provoca este inmovilismo
actual. Poco dados a la improvisación, a experimentar, a promover por si se
pueden dar, la maquinaria del toreo, basada en fiestas patronales, no parece poder
cambiar el paso. Cambiarlo requiere la compresión de algo que el toreo y el
toro, que sale el día en punto a la hora en punto, no admite: intentar dar
toros sin la obligación matemática de darlos. Si llegada la fecha es inviable,
que no se vea como un fracaso sino como el mejor de los intentos. Pero eso en
este mundo se llamaría ‘petardo’.
Insistimos en la intención, en la imaginación de
las propuestas de dar toros, más que nada porque nadie asegura que el año que
viene se puedan dar toros como en 2019. Al contrario, lo más probable es que no
se puedan dar toros con la ‘vieja’ normalidad. Mejor entonces ‘experimentar’
todo lo que se pueda, buscar alternativas y no decir no a todo lo que se
propone. Es un error pensar en 2020 sin poner la mirada en 2021. Y para ello,
para prever el año que viene, es necesario, obligado, experimentar toda
propuesta hasta alcanzar las válidas.
No sirve decir que no a todo sin aportar una
alternativa que no sea un año en blanco. Se dijo no a los toros sin publico por
la tele. Se dijo no a aforos muy limitados. Se dijo no a usar el año para
difundir aspectos de la Tauromaquia más desconocidos. Todo es no. Si en 2021 la
nueva normalidad nos presenta unas reglas del juego que tampoco nos parezcan
viables, ¿qué hemos preparado este año como respuesta? De momento, el NO. / www.mundotoro.com
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