jueves, 9 de julio de 2020

TRÁGICO FESTEJO - Cuatro años sin Víctor Barrio: el «torico» sigue de luto

Se cumple este jueves el aniversario de la muerte del diestro segoviano en la plaza de Teruel
 
ÁNGEL GONZÁLEZ ABAD
Diario ABC de Madrid

El «torico» luce estos días de fiestas sin fiesta un crespón negro en su pañuelo al cuello. Los turolenses quieren recordar a los que no están, a los que se han ido. Pero el popular «torico» lleva ya cuatro años de luto, desde que un joven torero cayó mortalmente herido sobre la arena de su plaza de toros. El 9 de julio de 2016 la ciudad hervía en fiestas, se acababa de repetir el rito de colocar el pañuelo a la popular figura que preside desde su columna la vida de Teruel, el comienzo de las fiestas de la Vaquilla del Ángel.

En un instante todo se apagó. Fue como un hachazo, una puñalada que congeló a los miles de aficionados que presenciaban la segunda corrida de feria. Víctor Barrio llegó con toda su carga de ilusiones, buscaba un triunfo que le permitiera escalar algún peldaño en su lucha por la gloria. Sobre la arena cayó el torero, nunca se levantó el hombre. Desde aquella tarde de un calor que helaba los cuerpos, el coso turolense sigue de luto. Junto a la puerta grande, una placa mantiene vivo el recuerdo. «Al torero Víctor Barrio, que elevó su alma al cielo». Es el homenaje perenne que la ciudad ha querido que perdure.

La tragedia

Apenas pasaban unos minutos de las ocho de la tarde y la muerte apareció como un rayo maldito. Atrás quedaba ya la habitación del hotel en donde el joven de 29 años veló sus últimas armas. Lejos sus anhelos por ser torero, su debut en una modesta novillada en un pueblo de Toledo, el triunfo en su presentación en Madrid, que le abrió tantas esperanzas.

Y la alternativa en la mismísima plaza de Las Ventas un luminoso Domingo de Resurrección, y la lucha, la búsqueda de contratos. La corrida de Teruel era la tercera de aquella temporada. Valdemorillo y Madrid, y el ansia por demostrar que su valor y su buen concepto del toreo debían tener una recompensa.

A las doce del mediodía de aquel 9 de julio, una bolita de papel, el destino, le unió a un toro de la ganadería de Los Maños, «Lorenzo» de nombre. Víctor le estaba cuajando una buena faena. Un segundo, la suerte, la mala suerte, el destino. Un derrote, una ráfaga de viento.... y en el suelo... Cuando las cuadrillas intentaban incorporarlo para llevarlo a la enfermería, su cabeza descolgada conmocionó la plaza. Era la muerte.

«Teruel de crespones negros, España entera te llora...»

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