En Valencia, un nombre acabó
flotando sobre todos, Polope se llama, ni el apellido es corriente. Será o no
será, pero si llegase a ser, ¡bomba!, premio gordo. Un quite por chicuelinas el
tercer día resucitó -digamos removió- todos los sentidos, como siempre sucedió
cuando aparece alguien con rango y puso al personal en estado de alerta.
JOSÉ LUIS BENLLOCH
En vísperas de Julio. Valencia. Cuando más aprieta el calor
y se suspira por aquella feria que fue, la gente anda/andamos ilusionados con
dos, tres, cuatro chicos de la Escuela. Está bien, muy bien. Para eso están las
escuelas, para ilusionar. Y si además de la ilusión se llega a la realidad
pues… pues como si jugases al póquer y ganases. O más. ¿Y si no?… Si no que nos
quiten lo bailao estos días, te dices. La realidad es que en Valencia, con el
telón de la Fira como fondo, mezcla de nostalgia y esperanza, vimos,
disfrutamos y sufrimos, la gente que viene y hasta la que difícilmente vendrá,
sumamos, restamos y salen motivos para la ilusión y no solo por los chicos de
Valencia. Molina, Jordi, Miguelito, D’Alva, Hoyos, León… y un nombre que acabó
flotando sobre todos, Polope se llama, ni el apellido es corriente. Será o no
será, pero si llegase a ser, ¡bomba!, premio gordo.