Roca Rey volvió a salir a hombros
tras desorejar el tercero. *** Castrillón confirmó cortando una del primero, y
Castella dió dos vueltas al ruedo tras petición y bronca al palco. *** Serio
encierro de Juan Bernardo.
JORGE ARTURO DÍAZ
REYES
@jadr45
Hoy la Santamaría en una tarde apasionada, refrendó su
categoría de primera plaza nacional. Un encierro de serias hechuras y exigente
talante, tres toreros a fondo, un público fervoroso y un palco teso. Para qué
más.
Los domecq de Juan Bernardo, siete, pues el tercero que se
despistonó rematando de salida corrió turno y como sexto saltó el primer
reserva, castaño y cornivuelto. No fue, seguro, el encierro soñado por los
toreros, pero sí creó un tensión emocional que mantuvo en vilo al público y
avaló las faenas. De finas cuernas, bellas líneas y talante pendenciero, se
sobraron de genio y quizás también de gusto final por las tablas. El primero y
el segundo fueron nobles, el tercero bravucón, el cuarto bravo, el quinto
bronco y el sexto a menos. Pero todos eran respetables, y en los primeros
tercios acometieron con codicia y prontitud engalanándolos. Un tumbo, un toro
furiosamente descornado por la cepa y el burladero de matadores hecho astillas
fueron testigos. Seis negros y un castaño, con promedio de media tonelada. Se
fueron de monopuyazo, cierto, pero es que los toreros quisieron comerse cruda
la corrida. Cosa de ellos. Corrida pa’ Bogotá.
Andrés Roca Rey, perdió su primero al rematar en el
burladero. Corrió el turno. Su alegre y vistosa capa borró el mal trance y
encendió pronto los ánimos. Verónicas, chicuelinas, revolera y cuatro
enervantes gaoneras. Bravura y compromiso en las primeras tandas pañosas
levantaron murga y griterío. Pero las acometidas perdieron fijeza y permanencia
en los medios. El peruano a por todas, ofreció el cuero a cambio de viajes
inciertos poniéndose por encima. Fue tras el rajado a donde quiso, y por
doquier le apostó y le obligó hasta las cuatro manoletinas suicidas contra la
barrera, que quitaron el resuello y las dudas a quien pudiese conservarlas. La
espada fulminó y las dos orejas cayeron porque cayeron. El valor llena y el
arte rellena.
Al sexto, el reserva, le aplaudieron de salida. Castaño y
cornivuelto, imponía. Sarmiento le pegó largo y duro, el único, quizá eso
determinó su aplomo posterior. Quite de lujo por nicanoras y larga, y
“Chiricuto” y Pineda sin solución de continuidad se fajan tremendo tercio saludando.
Tres primeras series de temple y secuencia le suben el volumen al tendido.
Cuando de pronto “Temerito” se para debajo del brazo, el peruano aguanta una
barbaridad y la cosa toma otro cariz. Tardeo, incertidumbre, cara alta, y
torero sobre toro, al unipase, honesto pero sin brillantez. La estocada al
encuentro ineficaz y los tres golpes de cruceta enfriaron el epílogo más no la
salida en hombros. Roca en su ley.
Sebastián Castella, brindó faenas de distinta tesitura. Una,
la del segundo con un animal de concesivas embestidas pero poca vibración,
marcada por el temple y la secuencia. Sin haber lucido su capa, ligó las más
acompasadas tandas por una y otra mano. Banda y parroquia con él a morir. La
cosa remontaba cuando el toro se lesionó la mano derecha enfriando la fiesta.
Sin embargo, un gran volapié volvió a cotizarla pero sin alcanzar el plebiscito
suficiente para pelo.
Con el cuarto fue una batalla que se tornó dramática tras la
violenta cogida en los quites. De tablas a medios el bernardo lo arrolló a toda
mecha y lo recogió del suelo para vapulerlo entre gritos y chillidos de susto.
Sin mirarse retomó la posición con tres chicuelinas sembradas y una revolera
que honraron su conocido estoicismo. Luego, el fiero, atacó duro pero
revolviendose y en ocasiones colándose como si se acordara, cantando peligro en
cada viaje y obligando un quehacer más defensivo que puro. La gente con el
¡Olé! y el ¡Ay! en la garganta no descansaba. Pidieron la música y luego la
oreja sin lograr ni la una ni la otra. La estocada trasera y tarda tampoco
ayudó y terminó dando la razón a Usía, que también aguanto con dignidad la
rabiosa vendeta. Valor de parte y parte. El francés dio dos clamorosas vueltas
de consolación que significaron mucho.
Muy atildado, el paisa Luis Miguel Castrillón, no desmereció
el comprometedor cartel de su confirmación. Desde las dos largas cambiadas
hasta el hondo espadazo con que liquidó a “Sacristán” (# 700, negro, de 457
kilos), el comün denominador fue la corrección. Aseo en los lances y los pases,
por los dos lados, en los abroches, y en los circulares invertidos con que
adornó. Si algo faltó fueron los picos temperamentales, si algo sobró fue la
parsimonia. En el toreo la lentitud es virtud pero no en los tiempos muertos.
La oreja fue bien ganada. Una puerta grande que le hubiese venido estupenda, se
vio cerca después de las altaneras y los inicios con más naturales que
derechas. Alcanzó a oír pasodobles y coros, pero no se le abrió el paso de la
felicidad pues la rudeza y falta de humillación del toro le resultaron al final
indomeñables. Ni siquiera el hondo y letal estoque consiguió lo que
faltaba.
No fue un corridón. Está bien, pero fue una tarde muy
emotiva y eso es lo que mantiene la fiesta.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Juan Bernardo
Caicedo (en Domecq), astifinos, armados bien presentados, enrazados pero
con estilo dispar. Bravo el 4º aplaudido en el arrastre, y de salida el 6º
(primer reserva).
Sebastián Castella, saludo y dos vueltas tras petición y
bronca al palco
Luis Miguel Castrillón, confirmación, oreja y silencio
Andrés Roca Rey, dos orejas y palmas tras aviso.
Incidencias: Saludaron John Jairo Suaza “Chiricuto” y Emerson
Pineda tras parear al 6º.
Domingo 12 de febrero 2017. Plaza de Santamaría. 5ª de “La Libertad”.
Sol y nubes. Más de tres cuartos de plaza.
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