PACO AGUADO
Son lógicas, comprensibles, plausibles y, por supuesto,
compartidas por todos las ansias de la afición catalana por ver abiertas de
nuevo las puertas de la Monumental de Barcelona. Parafraseando a Lorca, así que
han pasado cinco años desde que se arrastró el último toro por su blanca arena,
ya va siendo hora de pasearnos a cuerpo por sus pasillos.
La sentencia, aparentemente favorable, que emitió el
Tribunal Constitucional el pasado mes de octubre contra la prohibición del
Parlament ha alentado la euforia en ese sentido. Y en las catacumbas donde allí
se reúnen, casi clandestinamente, los resistentes de lo taurino se han ido
despertando este invierno un ferviente deseo de volver a ejercer en la Ciudad
Condal el derecho de ir a los toros que a todos nos asiste.
Pero parece que la reunión que hace unos días mantuvieron
los representantes de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña con la
empresa Balañá ha sido recibida como un jarro de agua helada sobre la espalda,
en tanto que el hijo de don Pedro les transmitió a los entusiastas su decisión
de no intentar dar toros en la plaza de su propiedad, al menos "de
momento".
La respuesta de los dueños de la plaza, comunicada urbi et
orbi por la FETC a través de un comunicado de prensa, ha hecho que
inmediatamente salgan a la luz los cuchillos y las horcas virtuales para
someter a la famosa familia catalana a un despiadado linchamiento mediático, a
un vapuleo en columnas y redes que solo vuelve a incidir, sin una mayor reflexión,
en el argumentario manido y facilón de su cobardía y sus intereses económicos.
Supongo que desde aquí lo fácil sería sumarse a esas hordas
y arrojar otra piedra más en la lapidación colectiva, pero cuesta nadar a favor
de corriente pensando en que, probablemente, ese simple pero significativo
"de momento" con que Pedrito matizó su respuesta encierra no una
negativa sino una reflexión más profunda y detenida que la que haya podido
hacerse al primer golpe de vista.
Consideremos que, al fin y al cabo, los dueños de la plaza
son quienes sufrirían directamente en sus carnes las consecuencias de desafiar
al "desafío" catalanista, pues es en esa gran autonomía, que algunos
quieren que sea un pequeño país, donde tienen todos sus otros negocios, sus
teatros y salas de cine, las empresas que hoy por hoy sostienen un emporio
levantado sobre los pasados cimientos del toreo.
Es fácil, sí, atacar por ahí a los Balañá, por su supuesta
falta de coraje para enfrentarse al totalitarismo catalanista (aunque habría
que ver qué harían en su lugar los atizadores), pero, aun así, parece que en su
escueta respuesta a la FETC se esconde discretamente –no se trata de dar tres
cuartos a los pregoneros independentistas– una intención empresarial que va más
allá de su lectura simplista.
Puede que sea eso que en Cataluña llaman "seny",
que no es otra cosa que un pragmático y enraizado sentido común, lo que lleve a
los Balañá a mantener la prudencia ante la que está cayendo en su tierra. Y que
sean muy conscientes de que, en pleno furor independentista y con un gobierno
autonómico dispuesto rabiosamente a desobedecer al estado español para
conseguir la independencia, dar una corrida de toros en la Monumental tendría
ahora mismo unas, malas, consecuencias insospechadas.
La reapertura de la plaza, por mucha legalidad que la
ampare, sería en este momento un perfecto agarradero simbólico para los
"rebeldes", que venderían el hecho como una de las provocaciones
españolistas que tanto ansían para justificar sus posturas. Y, en plena guerra
de tribunales, se generaría con toda seguridad una catarata de reacciones y
medidas legales "catalanas" absolutamente contrarias a la
tauromaquia.
De hecho, la alcaldesa Colau y los políticos del Gubern
tutti frutti ya amenazaron con ellas al conocerse la que no deja de ser una
decisión ambigua, no nos engañemos, del Tribunal Constitucional. Y en ese
escenario, con los taurinos en minoría e inferioridad, la batalla nos llevaría
para siempre a un callejón sin salida ni vuelta atrás, como puede suceder en
Colombia. Habría toros, sí, una o dos tardes o toda una temporada, pero la
victoria taurina catalana se tornaría tan pírrica como ha sido la de Bogotá
Exactamente eso, y sin querer jugar a adivinos, puede que
eso mismo es lo que quiso decirles Balañá a los bien intencionados y heroicos
activistas de la FETC que mantienen viva la llama, al asegurarles que por los
motivos "jurídicos, sociales y políticos" de la actual Cataluña, de
los que también ellos son muy conscientes, "de momento" no abriría ni
cedería a otras empresas la Monumental para dar corridas de toros.
Sí. Es tiempo de "seny" y paciencia, de esperar a
que escampe políticamente y, sobre todo, de no entrar al juego de los
oportunistas que, como ese nuevo partido político tan mal asesorado desde las
sombras del toreo, pretenden sacar tajada del río revuelto catalán.
Por una vez habrá que dejar a un lado la vehemencia que nada
resuelve para usar la inteligencia en una estrategia a medio plazo y con visión
de largo recorrido, esa que evite que la vuelta de los toros a la Monumental se
acabe quedando en nada por asentarse precipitadamente sobre un terreno de
arenas movedizas.
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