sábado, 4 de febrero de 2017

FERIA DE SAN BLAS – PRIMERA CORRIDA: El sabor de Paulita acelerado

El matador aragonés corta dos orejas al mejor toro de la seria corrida de Monte la Ermita y sale a hombros de la Candelaria; El Cid se lleva otro trofeo por cabeza y veteranía; Fandiño sin suerte y duramente volteado.
Paulita
ZABALA DE LA SERNA
Valdemorillo
Diario EL MUNDO de Madrid

Vive el nombre de Víctor Barrio en la memoria colectiva del toreo. Como un eco que no se aleja ni muere. Un azulejo blanco en las paredes rojas de la plaza de la Candelaria rendía este sábado homenaje a su tragedia heroica. Hace un año Barrio toreaba aquí en Valdemorillo; hace siete meses toreaba por última vez en Teruel. De todo hace demasiado poco tiempo.

Despertaba El Cid la temporada desmonterado como debutante. Un toro de Monte la Ermita para estrenar el año. «Garboso» de nombre y de andares desgarbados. Una movilidad como descoordinada que nacía de una aparente e inicial falta de fuerza; una movilidad suelta como su cara en la muleta, noble y repetidora. El Cid manejó el toro y la inteligencia con la mano derecha, y dejaba la embestida muy a su aire desde el eje de una colocación vertical y relajada. Tres tandas cortas. Sin exigencias para el alocado y santo «Garboso», que embestía como un niño descontrolado. Al natural El Cid pidió más, se rompió más, abundó más en las series, se fue más con el toro, que respondió a los vuelos también con más largura, más por abajo y con mayor empleo. La vieja zurda del torero de Salteras de nuevo. Como piedra angular del arco de la faena. En la continuación por la derecha se sintió ya escaso el fondo de las embestidas. Agarró El Cid media estocada efectiva y pasada. Una oreja premió en justicia su veterana y amueblada cabeza.

Paulita perdió pie al enredarse en unas chicuelinas que se intercalaban, sin mucho sentido de salida, con el pretendido clasicismo de su capote a la verónica. Y, aunque el aragonés se levantó, la lidia y la faena no lo hicieron nunca, lastradas por un toro siempre a la defensiva, con el freno echado, tan apoyado en las manos y vacío. No hubo causa ni caso.

La faena de Iván Fandiño se cuenta por el final, cuando un toraco basto, bruto y burraco le prendió en el volapié sin escapatoria y lo colgó por el bajo vientre del pitón. La arrancada en arreón por encima del palillo, como durante toda la faena, no caló la carne de milagro. San Blas al quite. Fandiño se incorporó con un boquete en la taleguilla. Como el disparo de un trabuco. Así embistió siempre el toro, a trabucazos. El vasco no volvió la cara ante aquellas miradas perdidas y desparramadas. Su entrega no pasó inadvertida.

De Garboso al cuarto hubo un crecimiento considerable en la escala del trapío. Serio el pavo. Pero sin la capacidad de humillar hasta el final. Tan sólo en el escaso tramo del embroque. El Cid otra vez se plantó con las ideas claras de no dejarse tocar la muleta. Y lo consiguió casi siempre sobre la derecha enfibrada en el toque para que el fuerte toro no se lo pensase. Cosa que por el izquierdo acusó más y más desde entonces. La faena se desdibujó en su regreso diestro y, aunque El Cid no perdió la fe, decayó casi a plomo. No pudo evitar Manuel Jesús Cid algún enganchón entonces ni un pitonazo en la suerte suprema. No pasó a mayores nada.

Cumplió el quinto con la antigua leyenda de que no hay toro malo en ese lugar de la lidia. «Chapato», de 560 kilos, fue el toro de la corrida de Monte la Ermita. Tan sólo el matiz que ya desde capotes parecía reparado de la vista. Como cruzado. Paulita reeditó su idilio con Valdemorillo. Un pase de pecho en los albores de la faena, vaciado a la hombrera contraria, anunció un sentimiento. Paulita se encajó, se acinturó, abrió el compás y corrió la mano en redondo con una estela de sabor. Aquello tomó cuerpo en un par de tandas de nota superior. El toro se estiraba con fija y clara entrega tras la muleta. Largo el toreo. Prometedor de una obra grande. Mas su velocidad cambió, se aceleró, precipitada tal vez por el triunfo presentido. Apenas un trámite los naturales. Y luego el mismo ritmo a derechas, el mismo calambre, que trepó por los tendidos como si fuese lento. Una estocada pelín desprendida desbocó a la pañolada y a la presidencia hasta las dos orejas. Aquellas dos series se recordaban.

Fandiño salió al ataque con el sexto toro de Monte la Ermita y su seria corrida. Más al ataque Iván de Orduña que el toro. Hasta las manoletinas descalzas y desesperadas. Como la fría noche exterior.

MONTE LA ERMITA / El Cid, Paulita e Iván Fandiño
Toros de Monte la Ermita (Carmen Segovia), serios en conjunto, destacaron el buen 5 y el noble e informal 1; el 2 se frenó a la defensiva; el 3 embistió bruto y áspero; el 4 nunca terminó de humillar y se vino abajo; el 6 careció de fondo.
El Cid, de nazareno y oro. Media estocada pasada (oreja y petición). En el cuarto, pinchazo, estocada algo contraria y dos descabellos (saludos).
Paulita, de negro y plata. Estocada (saludos). En el cuarto, estocada pelín desprendida (dos orejas). Salió a hombros.
Iván Fandiño, de verde manzana y oro. Pinchazo, estocada atravesada y descabello. Aviso (saludos). En el sexto, media estocada tendida y dos descabellos (palmas de despedida).
Se guardó un minuto de silencio por Pedro Saavedra.
Plaza de toros de la Candelaria. Sábado, 4 de febrero de 2017. Primera de feria. Casi tres cuartos de entrada.

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