Corta la única oreja con su valor
seco y su concepto puro en una tarde marcada por el mal juego de un corridón
desproporcionado y desmesurado de López Gibaja; solvente oficio y eficaz espada
de Cristian Escribano.
ZABALA DE LA SERNA
Valdemorillo
Diario ELMUNDO de
Madrid
Entre Cristian Escribano, Martín Escudero y Posada de
Maravillas apenas sumaron 10 corridas en la pasada temporada. Un número tan
ligero como para que el estruendoso viento serrano lo volatilizara de una sola
ráfaga de las más leves. El cambio de ganadería -un corridón desmesurado de
López Gibaja por Buenavista como para quitarles el carnet a unos cuantos
profesionales del callejón que pasaron por el aro del muy serio empresario
Tomás Entero- y el azotado camino hostil a Valdemorillo causaron bajas en la
afición. Poco invitaba a la parroquia a una comunión con ruedas de molino. Y
eso que Martín Escudero sigue siendo una incógnita gozosa cada vez que se
desvela.
Martín se mira en el espejo de José Tomás. La colocación
pura, las zapatillas asentadas, los muslos ofrecidos, el cite desnudo, la
verticalidad... Y todo con un toro feo, basto, alto, enmorrillado, chato y sin
cuello. Como si se hubiera estrellado a 200 por hora contra un muro de
hormigón. Reservón de ánimo y voluntad además para seguir las telas. Con
tendencia a quedarse por debajo. Martín Escudero quiso hacerlo como si fuese
bueno. Lo que se extrajo en limpio, lo esbozado por una y otra mano, salvados
un par de desarmes iniciales, traía un sello caro. Y por encima de todo el
valor seco y la venta del mismo cuando se busca el pitón contrario. Hasta las
manoletinas tomistas. Al final una oreja que ojalá mantenga la corriente fluida
en su corta carrera, tan Guadiana desde su época de novillero.
En la frontera de los 600 kilos se movía la mole del quinto.
Martín Escudero asustó en un ceñido quite por gaoneras abrochado con una
vistosa revolera. Escudero volvió a emerger con su concepto. De mejor
planteamiento que resolución ahora con aquellas embestidas tan agarradas al
piso. Humilladas pero de corto viaje.
No quería el normalito toro de apertura de tarde colorao
caballo y hubo que fijarlo debajo; embestía desganado y dormido. Tardeaba y se
venía a los engaños al paso y sin celo. Topó la muleta de Cristian Escribano en
una tanda inicial. No se volvió a dejar enganchar en otras seis tandas, seis,
solventes en las que no despertó el toro ni nadie. Ni uno tuvo al natural. Así
que lo mejor que pudo hacer Escribano fue matarlo, cosa que hizo
extraordinariamente bien.
Compensó el lote por arriba un cuarto pavoroso de alzada
-impresionante el incruento atropello de Tito en banderillas- que tampoco
regaló nada. El matador de Getafe tapó de nuevo con su currado oficio y su
dignidad sin brillos los defectos del toro y su escaso bagaje.
Un toraco alto como el campanario de la iglesia del pueblo
dinamitó las expectativas de Posada de Maravillas con sus cabezazos desabridos
y su aire pendenciero. Siempre el tiro fijado por encima del estaquillador. Una
prenda que no descolgó nunca. Posada se puso para enseñar, más que para poder,
que no había modo y a continuación no lo encontró. Lo mató como malamente pudo
entre su propia deriva y el naufragio de su cuadrilla (tremendo el volteretón
de Márquez entre dudas).
El último de la desproporcionada y dura corrida de López
Gibaja portaba otras hechuras, otra armonía, dentro de la seriedad mucho más
allá de una plaza de tercera. No fallaron las líneas y salió un fondo noble y
descolgado. Antes Daniel Oliver había pasado los mandos de la brega a Cervantes
por motivos desconocidos. Posada trató de animarse cuando sintió en su muleta
las posibilidades. Algunos esbozos apuntaron cosas. Lo justito que duró el toro
antes de rajarse quedó en lo que pudo haber sido y no fue. Cazó Maravillas una
estocada con facilidad en los blandos y, como diría un castizo, aquí de momento
paz y después la gloria ya veremos.
LÓPEZ GIBAJA / Cristian Escribano,
Toros de López Gibaja, muy
serios, cuajados, altos, feos y malos en conjunto; un 6º de mayor armonía
embistió con nobleza y mejor estilo antes de rajarse.
Cristian Escribano, de azul pavo y oro. Gran estocada
(saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada (saludos).
Martín Escudero, de turquesa y oro. Estocada atravesada que
escupe y descabello. Aviso (oreja). En el quinto, pichazo y estocada (saludos).
Posada de Maravillas, de blanco y oro. Estocada atravesada que
hace guardia, estocada caída y descabello. Aviso (silencio). En el sexto,
estocada baja (palmas de despedida).
Plaza de toros de la Candelaria. Domingo, 5 de febrero de 2017. Segunda
de feria. Casi media entrada.
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