El palco premia con una insólita
vuelta al ruedo en el arrastre al primer toro de la terrorífica tarde de
mansedumbre montaraz; el gaditano da la suya y ofrece una dimensión de curtida
profesionalidad.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
Foto: EFE
¡Qué vergüenza! La plaza de Madrid presidida por un gracioso: a
Gonzalo de Villa Parro se le ocurrió la broma de mal gusto de premiar con la
vuelta al ruedo en el arrastre a un toro que no merecía tal honor ni de lejos.
Ni por los metros con los que Octavio Chacón lo lució en el
caballo por tres veces. Chacón que estuvo perfecto con el saltillo de nombre «Asturdero». Que sí, que fue al peto,
que derribó una de ellas, que se dio en la siguiente y que se lo pensó una
eternidad en la kilométrica tercera. En la que se rebotó y volvió. Y en todas
la cara por el estribo, por esa altura por la que embistió ¡sólo por el derecho! Con bondad, sin emplearse, sin humillar, con
prontitud y la fijeza que perdía por el izquierdo. Por ahí atacaba recto, por
dentro, orientado. Ni uno tenía. Octavio no se dejó tocar las telas ni una sola
vez durante la lidia. Desde que lo paró cambiándole los terrenos. Desde el
quite por delantales. Desde la generosidad esgrimida en el tercio de varas. Y
lo tapó siempre con la muleta en las dos series de derechazos en las que el
celo duró. O le vacío la embestida borriquera por abajo. Y enseñó que en su
izquierda habitaba la maldad. Como «Asturdero» evidenció en el capote de
Vicente Ruiz o en las dobladas del propio matador. Lo vio hasta Pello en su
grúa sin necesidad de la cámara. Todos menos el chistoso del palco. Que cuando
le pedían la oreja a Chacón -tras una estocada trasera- agarró el pañuelo azul
de "motu proprio". Ofendió al torero, a todos aquellos toros de la
feria que como «Licenciado» (Alcurrucén), «Ombú» (Juan Pedro) o «Cuba II»
(Puerto de San Lorenzo) y al mínimo sentido común. Insólito como aquella
negación de Fortes, la devolución de un toro por manso, la concesión de no
pocas orejas.
La presidencia de Las Ventas es el túnel de la risa pero sin
gracia. Un desprestigio. Alucinaba el curtido diestro gaditano. Que paseó su
propia y meritoria vuelta al ruedo. Una estupidez tan degradante no es un
error. Ignorancia, tampoco. Tanta no cabe en cabeza humana, señor De Villa.
La mansedumbre montaraz del serio segundo y del
impresentable tercero de Saltillo tuvo diferentes grados: infumable y muy mala.
Matarían a su padre por huir. Esaú Fernández lo mejor que pudo hacer fue
abreviar con el depredador; y Sebastián Ritter le consintió todo al escualo
"más toreable" (sic). Escalofriantes los parones del saltillo y
admirables los redaños del colombiano. Que sintió las femorales escaneadas,
resolvió eficazmente con la espada y saludó una ovación justísima.
La emoción de documental de National Geographic en la selva
continuó con la mole que era el cuarto. Fuera de tipo por su alzada, sus 607
kilos, su escaso perfil. Una bestia de inhóspita agresividad que emprendía el
camino directo de los cuerpos de Octavio Chacón y peones. Vaya pares de Vicente
Ruiz y qué tío Chacón. Qué sentido de la lidia y qué forma de andar con la
fiera. De caminar y librar las tarascadas. La manida
"profesionalidad" se queda corta. Cuando metió el brazo con la
espada, la plaza volvió a respirar y se entregó al torero -aún dolorido del
último pitonazo en el volapié- en la misma medida.
Antes de hablar otro día de importancia, habrá que pensar en
este hombre, en este nombre, de guerra: Octavio Chacón.
Al acoso y derribo del humano también saltó el quinto,
llamado "Cazarratas" como aquel otro hijo de Satán. Se partió un
pitón por la mitad en el caballo. Ni una protesta. Esaú anduvo como supo o
pudo. Y perdió la moral y la fe con el acero. Cuando "Cazarratas"
perdió la vista. Si no la había perdido antes. A la última cazó a la rata. En
la frontera del tercer aviso.
Otro tipo lucía el sexto, el mismo olfato para la sangre, la
idéntica mansedumbre de napalm. Sólo que se hacía el distraído. Hasta que tenía
a la presa a tiro. Y entonces las oleadas nacían con una fuerza devoradora.
Como cuando desarmó a Sebastián Ritter y lo persiguió lanzándole cornadas hasta
las tablas. En sus riñones las puñaladas. Crueles pero incruentas.
Cruel fue la tarde para los toreros. Y ahora es cuando
vienen los majetes del "yo no me aburrí".
SALTILLO | Chacón, Esaú Fernández y Ritter
Toros de Saltillo, un
cinqueño (6º), muy desiguales de presentación, una escalera; manejable sólo por
el derecho y sin humillar el 1º; mansos, peligrosos, orientados, avisados los
restantes.
Octavio Chacón, de celeste y oro. Estocada trasera y
tendida. Aviso (petición y vuelta al ruedo). En el cuarto, estocada (saludos).
Esaú Fernández, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada
(silencio). En el quinto, diez pinchazos, media estocada atravesada y tendida y
estocada baja. Dos avisos (pitos).
Sebastián Ritter, de grana y oro. Estocada atravesada
(saludos). En el sexto, pinchazo y estocada atravesada. Dos avisos (ovación de
despedida).
Monumental de las Ventas. Lunes, 4 de junio de 2018. Vigésima octava de
feria. Unas 11.000 personas.
Sebastián Ritter |
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