Histórica tarde del hispano-luso,
primer rejoneador que corta un rabo en Las Ventas, premio que no se concedía
desde 1972; décima Puerta Grande de Cartagena.
ISMAEL DEL PRADO
@isma83svb
Diario LA RAZON de
Madrid
Fotos: EFE
Era cuestión de tiempo. Una realidad a la que sólo quedaba
grabar la fecha. El sábado 9 de junio de 2018, el día. Forjado ya en oro en la
historia del rejoneo. De la Tauromaquia. Diego Ventura, su protagonista. Sí, el
de las dieciséis Puertas Grandes en Madrid. El que dejó atrás este mismo año a
Su Majestad El Viti en ese ranking en La Meca del toreo. El que ayer incrustó
su nombre a continuación del añorado Palomo Linares. Suyo era el último rabo en
Madrid. En 1972. Vida y media desde entonces. Lo había rozado varias veces,
ayer, llegó por fin. Diego Ventura cortó un rabo en Madrid. Así. El primer
rejoneador de la Historia que lo consigue. Cumbre su tarde. Tres faenas en las
que soñó el toreo para convertirlo en gloria y hacer sentir a las 24.000 almas,
privilegiadas, que eran testigas de un enorme pedazo de Historia.
La leyenda viva escribió una página más con «Biemplantao»,
de Los Espartales. Esperó el hispano-luso al toro con la garrocha con
«Lambrusco» metido en la misma bocana de toriles. Lo enceló de forma soberbia
para vertebrar después una lidia colosal. Supuró pureza y verdad el tercio de
banderillas sobre «Fino». Magistral en distancias, cites y batidas al pitón
contrario. Mantuvo la línea ascendente sobre «Bronce», con el que pisó terrenos
comprometidos para llegarle a un toro que tuvo celo, buen tranco y transmisión.
Entonces llegó el momento de «Dólar». Cogió dos banderillas y quitó la cabezada
al tordo. Citó de frente, muy en corto, y clavó los palos en una moneda. Muy
reunidos. Las Ventas, un manicomio. Enterró el rejón entero, de efecto
fulminante, y la marea blanca de pañuelos no se aplacó con el doble premio.
Rugió Madrid hasta obligar al presidente a sacar el pañuelo por tercera vez.
Histórico rabo para Ventura.
Antes, había desorejado ya a su primero. Menos lleno, el
segundo de Los Espartales fue buen toro. Tuvo fijeza, mucho ritmo y duración
este «Marqués I». Se lo dejó crudo con «Guadalquivir» con un solo rejón de
castigo y «Nazarí» se encargó de hacer rugir Madrid. Lo de este caballo castaño
con sus sempiternos lazos verdes y blancos es de otro mundo. Sería puro ensueño
si no lo hubiéramos paladeado ya tantas tardes. Le ofreció el costado al burel
y lo llevó cosido a milímetros. Ni un papelillo de fumar cabía entre montura y
astas. Vuelta y media al doble anillo venteño templando los derrotes del toro.
Perfecto. Madrid, rendida, a sus pies. Cumbre. Clavó muy reunido. Y siguió
toreando de costado con una expresión enorme. Mantuvieron la intensidad las
piruetas de 360 grados de «Importante». Hasta tres llegó a encadenar. Cerró la
obra con «Remate» con un rejón fulminante, aunque trasero. La plaza, un clamor.
Las dos orejas, incontestables.
En el sexto, no levantó el pie del acelerador y firmó la
faena más completa de sus tres toros. Solo el fallo con los aceros impidió que
paseara trofeos. En plural. Quién sabe si otro rabo... Sólo cortó una oreja
después de clavar el rejón de castigo, de frente, según salía el toro de
chiqueros, sobre «Guadalquivir». Volvió a templar con muletazos de costado
sobre «Nazarí». Seguramente, el mejor caballo que pisa ahora mismo los ruedos.
Quiten, de hecho, el seguramente. Después «Lío» hizo honor a su nombre con tres
banderillas al quiebro mayúsculas. La segunda, rompiendo las leyes de la
Física. Imposible ajustarse más. De 11 sobre 10. Tres cortas al violín sobre
«Remate» de una tacada. Sin enmendarse. No hubiera querido estar en la piel del
presidente si Ventura no pincha al toro... Tras el rejón entero, echó pie a
tierra y muleta en mano, ligó un molinete, un natural y una trincherilla,
excelsas para, acto seguido, descabellarlo sin fallo. Otro trofeo más.
En la misma boca de riego esperó Andy Cartagena al primero,
un toro que manseó mucho y barbeó de salida. Ahí, buscó desengañarlo con «Cuco»
en un palmo de terreno. Le faltó celo al toro, que se emplazó en los medios.
Dejó buenas farpas con «Picasso» y «Bandera», con el que citó a tres patas,
batiendo al pitón contrario. Vistoso, pero sin apreturas. Carrusel de cortas al
violín sobre el Appaloosa «Pintas», antes de un rejón trasero, tras pinchazo.
Pese a ello, inauguró el marcador, Andy con la primera oreja del mano a mano.
No pudo pasear nada del tercero, otro manso que buscó la
querencia de las tablas, primero, y se paró enseguida, luego. Cartagena puso
mucho y le llegó mucho con sus monturas, pero no hubo forma de prender la mecha
en el tendido. Destacó con «Luminoso», sobre el que dejó buenas banderillas al
violín antes de gustarse en elevadas «andando» sobre los cuartos traseros.
Con el manejable quinto, cortó la otra oreja para asegurar
la salida en hombros. Destacó adornándose con balancínes sobre «Cupido» para
después dejar un buen par a dos manos, nuevamente, sobre «Pintas». Dejó un
rejón certero y logró su décima Puerta Grande. Que tampoco es tajada pequeña.
Se fue con Ventura en volandas calle Alcalá arriba. Y Madrid
hablando de toros. Privilegiados de vivirlo. Más aún de intentar contar lo
inenarrable. Historia y gloria para Ventura.
FICHA DEL FESTEJO
Las Ventas (Madrid). Penúltima de la Feria de San Isidro.
Toros de Los Espartales. El
1º, mansurrón y sin cielo; el 2º, gran toro, con fijeza, ritmo, transmisión y
duración; el 3º, manso y aquerenciado; el 4º, buen toro, con prontitud, codicia
y buen tranco; el 5º, manejable; y el 6º, de gran juego, tuvo fijeza y ritmo,
de suave embestida.
Andy Cartagena, pinchazo, rejón trasero (oreja); rejón
trasero y caído (saludos; rejón entero (oreja).
Diego Ventura, rejón trasero (dos orejas); rejonazo de
efecto fulminante (dos orejas y rabo); pinchazo, rejón entero en dos tiempos
(oreja).
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