Una soberbia faena de Morante de la Puebla, plena de
torería, inspiración y mucho duende, fue lo más destacado de la corrida de ocho
toros que puso fin a la feria de León, en la que el peruano Roca Rey también
impactó por su firme y valiente tauromaquia y Manzanares encandiló con su toreo
elegante y templado.
Pero lo mejor, ya está dicho, fue la faena de Morante al
quinto de corrida, un toro de dulce de Matilla al que el genio sevillano puso
la plaza en pie con un variadísimo y arrebatado toreo de capote, en el que no
faltaron cuatro faroles, verónicas a pies juntos, galleo del bu y otro por
chicuelinas. La plaza, un manicomio de olés.
La locura continuó cuando el genio sevillano cogió los palos
para banderillear él mismo, tercio que saldó con nota altísima. Y lo que vino
con la muleta fue ya el acabose. Toreo de seda, de fantasía, para paladear cada
muleta. Cumbre. Delirio morantista en su máxima expresión, más aún cuando cayó
la espada a la primera. Dos orejas sin discusión.
Antes, en el que abrió plaza, un toro sin fuerza alguna,
Morante optó por abreviar ante el sonido de viento de los tendidos que no
sabían por aquel entonces lo que les llegaría tres toros después.
Otro que enardeció los tendidos leoneses fue el peruano Roca
Rey, que tras arrancar una oreja del rebrincado y complicado tercero, cuajó una
soberbia faena al extraordinario octavo, al que llegaron a pedir hasta el
indulto. Un toro con mucho fondo al que el joven limeño instrumentó una labor
muy autoritaria, firme y valiente, y no exenta de toreo de altura en lo
fundamental en series templadas, ligadas y encajadas por los dos pitones. Tras
la estocada, las dos orejas cayeron a plomo.
El tercer triunfador de la tarde, aunque en tono menor a sus
compañeros, fue Manzanares, que cortó una oreja de cada toro de su lote. Y fue
en tono menor porque pudo estar mejor el alicantino, conformista con un segundo
de corrida noble y repetidor al que toreó exclusivamente por el derecho en
tandas elegantes, bonitas, pero a las que le faltaron mayor rotundidad.
La del sexto fue más trabajada, un toro sin clase que llegó
a lanzarle por los aires de forma aparatosa, y con el que tuvo que ponerse el
mono de trabajo para llegar a la gente. La estocada hasta la bola fue la que
realmente le granjeó el trofeo.
Y Talavante también rayó a buen nivel, sobre todo en el
tercero, un toro bravo, pronto y codicioso al que el extremeño le hizo de todo
tanto con el capote como con la muleta. Tras un inicio de rodillas, lo
brillante brotó al natural con un toreo desmayado, fresco, pleno de ambición.
Pura magia talavantina que también brilló en los remates de serie. La plaza,
patas abajo. Lástima que los dos pinchazos previos a la estocada final dejara
el premio en singular.
Su mala espada le privó también de redondear la tarde frente
al buen séptimo, al que cuajó una faena interesante pero de más a menos.
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Hermanos García
Jiménez y tres -segundo, séptimo y octavo- de Peña de Francia, desiguales de presentación y juego. Los mejores,
segundo, tercero, quinto, séptimo y octavo. Flojo y deslucido, el primero;
rebrincado y justo también de fuerzas, el cuarto; sin fuelle alguno, el sexto.
José Antonio "Morante de la
Puebla": estocada habilidosa
y dos descabellos (pitos); y estocada (dos orejas).
José María Manzanares: casi entera (oreja); y gran estocada
(oreja).
Alejandro Talavante: dos pinchazos y estocada (oreja); y
pinchazo, media y varios descabellos (ovación).
Andrés Roca Rey: estocada (oreja); y estocada (dos orejas).
En la enfermería fue asistido Manzanares de hematoma subcutáneo en el
tercio inferior, cara posterior del muslo izquierdo, pendiente de estudio
radiológico. *** La plaza registró dos tercios de entrada en los tendidos. / EFE
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