Una faena de inmaculado gobierno
de la figura de Madrid con un bravo ejemplar lo proyecta a hombros en medio de
la debacle ganadera. Morante de la Puebla y Roca Rey se estrellan sin remisión.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
A la sombra de la revolución algecireña de José Tomás, el
cartel sol que cualquier feria sueña: Morante de la Puebla, El Juli y Roca Rey.
La combinación perfecta eclipsada. Que no se verá en las grandes citas de la
temporada, esas que Morante, hasta Sevilla por San Miguel, no pisará.
El genio de La Puebla frunció el ceño con el viento de
poniente que levantaba su capote como una cortina de gasa. Un poquito de agua
del búcaro en los vuelos. Más torcería el gesto con las embestidas del
zalduendo del reencuentro con la ganadería de sus antiguos apoderados: por
dentro, por la esclavina y las manos por delante. José Antonio Carretero se
encargó de la lidia. El mismo patrón desaborido del toro bastote y mirón en el
inicio de faena. Del tanteo a una intentona sin fe por la derecha. La muleta
flameaba casi en horizontal. Todo a la contra del arte. Sobre las piernas, la
breve resolución. Media estocada habilidosa y la bronca.
El azote de Eolo lo combatió El Juli con las manos muy
bajas, arrastrando las poderosa verónicas hasta la media. El armónico toro de
linda cara lo quiso todo por abajo. Como el quite por chicuelinas enroscadas.
Así lo exigía y así le exigió Juli. No sólo por el viento. Su precisión técnica
fue apabullante. En el toque exacto al hocico para enganchar y el pulso sereno
para conducir y vaciar. Desde el prólogo rodilla en tierra, sólo hubo un amo de
la situación. La figura atalonada, el temple contra el clima. El zalduendo
respondió al gobierno absoluto con brava y noble entrega. Ni un tirón en la
inmaculada pieza. Todo cosido, traído, llevado y ligado. Dio igual el pitón.
Mejor por el derecho el empleo. Los pases de pecho interminables. Como los
circulares de coda. Una estocada hasta la bola con su sello personal. En nada
pasada.Y las dos orejas incontestables.
Roca Rey debutaba en Las Palomas. Para la presentación, un
toro papudo de cortito perfil. Como el viaje. Tan pronto anunciada su breve
condición. Casi desde que se sintió podido en los lances de saludo. Pasó en el
engañoso arranque de faena. En bandera por alto desde la quietud impertérrita
hasta el pase del desprecio. Luego echó el cierre el zalduendo. O el freno. Sin
salirse de la suerte y a la defensiva. Un par de desarmes emborronaron aún más
el imposible lucimiento. La firmeza quedó huérfana. La estocada segura y un
punto tendida necesitó del descabello.
Protestó el personal la reducción del tiempo de la merienda
por decisión presidencial. Y la empresa colgó el cartel de "no hay
billetes" en lógica con la taquilla agotada; los altos de sol reflejaban
el jabón de la reventa o el espíritu de los pocos ausentes.
Anécdotas para contar ya que en el cuarto no hubo nada.
Morante no arregló su relación con Zalduendo. Apoyado en las manos y agarrado
al piso el torillo vacío; asido a su leyenda de infortunio José Antonio. El
leve esbozo de verónicas inconclusas, la pose ayuna de embestidas de unos
redondos. Un suspiro.
Quitado el toro cuajado por El Juli, los ex-domecq de
Alberto Baillères compusieron una zalduendada. El pobre Fernando Domecq
encajaba la guasa siempre con su señorío. El quinto fue una cosita. Tanta mala
leche concentrada en tan poco. Al peonaje les tiraba los derrotes en las
reuniones con los palos. Como para desanudarles el corbatín. Juli, sin causa,
no se dio coba. Se puso, enseñó el muestrario de taponazos y se fue a por la
espada. Que blandió con precaución sin triunfo que amarrar.
La guinda vendría con el manso sexto. A lo peor no más manso
que los demás. Pero que se movió a arreones en los tercios previos. Y, por
ende, lo cantó más que los anclados. Que lo pregonaba, o sea. Roca Rey brindó
al público a saber por qué. Se desentendió el zalduendo de su muleta una vez
perdida la oleada. Desbravado al máximo el zalcuento. Un bluf que a RR le duró
lo que se tarda en pronunciar sus iniciales.
A El Juli lo sacaron a hombros como único argumento de la
tarde estéril. Por su precisión para cuajar el único toro. Una maciza historia
desconectada de todo lo demás. Como el zalduendo que salvó el orgullo de la
divisa. Si esto fuera posible.
ZALDUENDO | Morante, El Juli y Roca Rey.
Toros de Zalduendo,
terciados y de amable cara; desaborido el 1º; notable el 2º; frenado y a la
defensiva el 3º; parado el 4º; malo el 5º; manso el 6º como guinda al
desbravado conjunto.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro. Media estocada
habilidosa (bronca). En el cuarto, Pinchazo y estocada (silencio).
El Juli, de azul marino y oro. Estocada algo pasada
(dos orejas). En el quinto, dos pinchazos, media estocada y descabello
(saludos).
Roca Rey, de tabaco y oro. Estocada un punto tendida
y descabello (ovación). En el sexto, media estocada y descabello (silencio).
Plaza de Las Palomas. Jueves, 28 de junio de 2018. Segunda de feria.
Lleno de "no hay billetes".
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