El extremeño cuaja su faena del
año a un gran jandilla indultado con exagerado criterio en la sublime vuelta a
los ruedos del fenómeno de Galapagar. Salieron a hombros en la apasionada tarde.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Fotos: EFE
Y llegó el día. El universo taurómaco con la lupa abrasando
Algeciras. Una convulsión. José Tomás y la revolución por una tarde. Los abonos
agotados, los toros elegidos. De Cuvillo. Sin sorteo. Miguel Ángel Perera como
compañero del duelo. Con sus propias balas, las de Jandilla. Un grado o dos por
encima de la presentación habitual en el trapío.
Después de casi dos años de ausencia de los ruedos
españoles, dónde, cómo, con qué y con quién lo decidió el hombre que es dueño
de su destino. La clave del porqué de todo ya se queda en el tintero de los
enigmas. El motor de la nostalgia de la atestada plaza de Las Palomas levantó una clamorosa ovación. JT y Perera la
recogieron en sus monteras.
Y salió el toro del regreso. La armonía exacta, la seriedad
perfecta. En sus hechuras, en su cara colocada. A «Farfonillo»
lo meció José Tomás a pies juntos. Apenas el capote sacado de la jurisdicción
del cuerpo. Una danza. La media verónica enfrontilada murió con una cadencia de
escándalo. El galleo por chicuelinas discurrió con sedosa suavidad. Como si se
deslizase. A la bondad del cuvillo no le sobraba el gas. Del peto a un quite
por ceñidos delantales, cosidos a las tafalleras oxigenantes. Todo tan despacio
que el tiempo caía con lentitud de reloj de arena.
Desde la obertura por alto de faena bajó a la tierra una
trincherilla celestial. Hilvanada al sutil golpe de muñeca de su izquierda.
Como continuación del cambio. La sutilidad de la derecha huérfana de toques
ligó tandas de cinco y seis muletazos sin exigencias. En slow movie. El toreo
por su camino. Y aun así el fondito de «Farfonillo»
acusaba su escasez.
Preciso el empleo para seguir los naturales echados a los
vuelos. Sólo los vuelos en la verticalidad atalonada. La muleta nacía en el
escafoides. Sin palillo entre medias. El de pecho duró una eternidad. Un pase
de las flores zurdo para que continuase fluida la embestida en las yemas. La
intensidad y la calidad del fenómeno suplían las del toro acabado. Clavado el
ciprés de Galapagar en la ligazón extrema. Sin espacios. Como la espaldina. El
broche en estatua. Y una estocada que matizó la concesión de las dos orejas.
Una de más también marcó el premio a Miguel Ángel Perera. La
espada como único argumento para haber negado el solitario trofeo. Entregada la
faena. La lidia completa. Desde el saludo por chicuelinas a las talaveranas del
quite. Desde la descarada apertura rodilla en la arena al poderío de los
derechazos que querían romper hacia delante al jandilla que se resistía. Con su
nobleza apoyada en las manos. Por el derecho viajaba por el mando pererista;
por el izquierdo, ni igual ni del mismo modo. MAP lo exprimió a conciencia.
Hasta el parón volcánico marca de la casa. El defectuoso uso del acero no frenó
el entusiasmo.
«Dudosito» dudó de todo. De su bravura
desde que pisó el ruedo. Suelto incluso de su sombra. Su honda y larga anatomía
montada venía vacía de fábrica. Antes de que apretase hacia los adentros en
banderillas, José Tomás ofreció toda su verdad por gaoneras. Fuerte el toro en
el arreón, impertérrito el torero en su pedestal. Bárbaro uno y ya rajado el
otro. No hubo causa para faena alguna.
En las quinielas de las crónicas hechas no entraba la
inmensidad de Perera. Ni el indulto del «Libelula». A todas
luces exagerado. Miguel Ángel lo bordó. Como nunca esta temporada. De tal modo
reventó Las Palomas. Desde la
explosiva triada de pases cambiados, ligó con empaque macizas y hondas tandas
de redondos. El jandilla hacía el avión con superior estilo. Tan serio por
dentro como por fuera. Sólo que en la hora de emplearse al natural amagó con
rajarse. MAP y «Libelula» contaron con la grandeza de
remontar a derechas en la búsqueda del perdón. Sin ayuda, el extremeño desató
una berraquera. Y el usía cedió con indulgencia a la petición alocada por la
vida. La simulación de la estocada, las dos orejas y el rabo simbólicos, el
desmadre...
José Tomás salió espoleado al quinto. Que se movió sin
terminar nunca de humillar. Brutote. La pureza de JT, de la izquierda dorada,
contra la violencia. Desnudo el arte de accesorios. Como siempre. Otra vez los
vuelos, sólo los vuelos. Y el embroque embraguetado. El coloso de Galapagar en
llamas. Sin respiro en las manoletinas fundidas. El estoque le traicionó.
Únicamente eso. La vuelta fue un clamor.
Miguel Ángel Perera volvió a no perdonar un quite con el
último. Sin «Libelula» estremeció por saltilleras y
gaoneras, ahora lo hizo por saltilleras. Y brindó a JT. El noblote jandilla fue
de una vulgaridad terrible. Y no hubo refrendo con la espada.
A hombros marcharon los dos como colofón a la apasionante
tarde del soberbio regreso.
CUVILLO y JADILLA | José Tomás y Perera.
Toros de Cuvillo (bondadoso
y de escaso gas el 1º; manso y rajado el 3º; obediente y sin terminar de
humillar el 5º) y Jandilla -bien
presentados- (noble sin romper y a menos el 2º, indultado el 4º y vulgar el
noblón 6º).
José Tomás, de verde botella y oro. Estocada trasera y
baja (dos orejas). En el tercero, estocada muy trasera (palmas). En el quinto,
metisaca, estocada que saca el propio torero y descabello (vuelta).
Miguel Ángel Perera, de caldero y oro. Pinchazo y estocada muy
trasera y caída (oreja). En el cuarto, estocada simulada (dos orejas y rabo
simbólicos). En el sexto, pinchazo y media (silencio).
Ambos toreros saldrían en hombros.
Plaza de Las Palomas. Viernes, 29 de junio de 2018. Última de feria.
Lleno de "no hay billetes".
Miguel Ángel Perera cumbre ante "Libelula" |
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