LUCAS PÉREZ
@lucasperezest
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Diario EL MUNDO de Madrid
El 6 de julio de 2008 Jesús Millán toreaba en Teruel una
corrida de Guardiola Fantoni, compartiendo cartel con Sánchez Vara y Fernando
Robleño. La corrida no dio opciones y la terna tuvo que hacer un esfuerzo
importante en una tarde dura más que triunfal.
Agotados, Millán y su cuadrilla regresaron a vestirse. Pero
no fueron al hotel, sino a la casa de su banderillero, El Cuco, que quiso tener
el detalle de ofrecer su hogar para el torero y su gente. Sin embargo, al
llegar a la casa se encontraron con una sorpresa: no había nadie y, por
supuesto, El Cuco no había cogido las llaves.
La escena fue curiosa: una calle en pleno centro, llena de
gente, de puestos y atracciones, y una cuadrilla al completo esperando en el
descansillo de la escalera a que les abrieran la puerta para poder cambiarse
después de matar una difícil corrida de Guardiola. Tras quince minutos de
espera, con Millán sentado en una silla, las llaves llegaron y todo quedó en
una broma comentada después en la cena.
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