LUCAS PÉREZ
@lucasperezest
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Diario EL MUNDO de Madrid
Entre las anécdotas más famosas de la historia del toreo se
halla la de Luis Miguel Dominguín cuando, en 1949, se autoproclamo «número uno»
elevando el dedo índice de cara al público al terminar una gran faena a un toro
de Galache en Las Ventas.
El gesto, por histórico, ha sido repetido varias veces por
distintos toreros, sin la repercusión mediática obtenida por el ademan
original. Sin embargo, hubo uno que si provoco reacción de otro matador.
Toreaban una tarde en América José Ortega Cano y Luis
Francisco Esplá. Ortega Cano cuajo de principio a fin a uno de sus toros y, en
un arrebato, en un ataque de euforia, miro desafiante al público, levanto el
dedo índice y dijo:
-"Yo soy el uno".
La cosa no paso a mayores hasta que le tocó el turno a Luis
Francisco Esplá. El alicantino estuvo sensacional con un toro, enloqueció al público
y llegado el final de faena, en un desplante, levantó dos dedos de su mano y le
dijo al respetable.
-"Señores, si él es el número uno, aquí tienen al número
dos".
Anécdotas extraídas del libro '300 anécdotas taurinas', del que La Esfera de los libros acaba de editar la segunda edición.
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