sábado, 1 de octubre de 2016

FERIA DE OTOÑO – NOVILLADA: Manolo Vanegas, listo para la alternativa

El novillero venezolano (de Seboruco) se confirma en Madrid como torero hecho, firme y de entrega. Detalles notables de Pablo Aguado, arrollado y apaleado por un poderoso sobrero. Bondadosa pero apagada novillada de Joselito.
Manolo Vanegas
BARQUERITO

ESTUVO DE VERDAD, muy de verdad, Manolo Vanegas, venezolano del Táchira. Se dejaron ver el sentido de la compostura y el aire de calidad del sevillano Pablo Aguado. Cauteloso y desconfiado otro novillero sevillano, Rafael Serna, que volvía a las Ventas después de la grave cornada que aquí mismo le pegó en junio un bravo novillo de Guadaira. Una novillada de los dos hierros de Joselito, que no se distinguen por procedencias distintas sino por la numeración: los pares, con el hierro del 8 –Ganadería de La Reina- y los impares, con el 4, Toros de El Tajo.

Toreros y ganadero se estrenaban en Madrid en una feria de Otoño, que suele ser de despedida para los novilleros –Vanegas tomará la alternativa en fecha próxima, y está más que preparado, Aguado debería dar el salto el año que viene- y de examen para el ganadero. Herido muy en serio por un primer puyazo interminable y de desgaste por la entrega, el segundo novillo de Joselito fue devuelto por claudicar tras la segunda vara. Se corrió turno y en quinto lugar se jugó un sobrero de sangre Jandilla y del hierro de Ave María, de la compra que dos ganaderos franceses, Philippe Pagès y Robert Margé hicieron del legado de Javier Molina. De modo que, al cabo, fue corrida de tres hierros y tres dueños.

Hierros y dueños al abrigo de ese gran paraguas llamado Domecq. El sobrero de Ave María, mucho más poderoso, guerrero y picante que cualquiera de los cinco de Joselito. Dentro del laberinto de sangres de las dos ganaderías de Joselito se detectaron rastros claros de Juan Pedro y Las Ramblas. ¡Quién sabe!

Un primer novillo tardo, noble y sin entrega que se fue aplomando hasta apalancarse y pararse, y ya entonces anduvo Vanegas firme, resuelto y seguro. Un desarme en un imprevisto testarazo. Faena de cierta autoridad, una estocada. Con el cuarto, jabonero de linda traza, Vanegas, presente en dos largas afaroladas en tablas, se estiró y rompió con el capote en tres verónicas de caro empaque clásico –hundido el mentón, largos los brazos, toro empapado en los vuelos- que se jalearon en serio. En el remate el toro hizo un extraño –no fue el único ni el último- y lo desarmó. Aunque rebrincado, y a pesar de los acostones por la mano izquierda, este cuarto fue, antes de pararse, el de mejor son de la corrida. Un arranque fuerte de faena –de rodillas en tablas, por alto, templadamente-, la decisión precipitada de salirse a los medios de golpe y porrazo, y el toro lo acusó, y a toro parado unas cuantas soluciones buenas de torero de valor y poderoso, con su sentido del temple. Y una gran estocada perdiendo el engaño. No solo estar de verdad, sino estar ya hecho Vanegas.

Pronto y con más pies que poder, el primero de los dos novillos que mató Aguado, fue toro a menos. Siete lances de saludo buenos –en dos de ellos, dormido el cuerpo y enterrado- y, al cabo de una faena entre agitada y solemne, un delicioso remate: dos soberbios muletazos a dos manos, el natural y el de pecho, la mejor tanda de la tarde, subrayada por la gente. Una estocada defectuosa. Aguado esperó al quinto de rodillas en el mismo platillo para saludarlo con largas afaroladas. De la segunda salió arrollado, revolcado, apaleado y pisoteado. El gran susto, porque no fue capaz de incorporarse solo. Un traumatismo, contusiones, un puntazo. No quiso ni entrar en la enfermería. El gesto de la tarde.

Novillo nada sencillo, mutante: arreaba o se encogía, medía, probaba, se daba también. Precioso el comienzo de faena –muletazos genuflexos, el trincherazo al paso de la escuela bienvenidista vía Curro Vázquez- y la firma de unos cuantos muletazos más bellos que ligados porque el toro se revolvía un poco o a veces. Una estocada atravesada.

A los dos novillos de Serna, distinguida estampa, les dieron leña en el caballo. Medida cautelar. Una gran ovación cuando Serna sacó al doctor García Padrós hasta la boca del burladero de la enfermería para brindarle el tercer toro. Se aplaude a los médicos siempre. Mansito el toro del brindis, un desplante impostado y no sobrevenido, imposible llegar al tercer muletazo ligado. Tiempos muertos. Un metisaca, una estocada con vómito. Nada claras las ideas con el sexto, sangradísimo en tres puyazos. Toreo a la voz y sin asiento. Lances de buenos brazos y paso atrás. Detalles sueltos de escuela. Una última faena de meras líneas. Ataques a los bajos con la espada.

FICHA DE LA CORRIDA
Cinco novillos de José Miguel Arroyo (Joselito), primero y cuarto con el hierro de La Reina, y los demás, con el de El Tajo, y un sobrero de Ave María (Pagès y Margé) jugado en quinto lugar.
Manolo Vanegas, silencio y saludos.
Pablo Aguado, saludos tras aviso en los dos.
Rafael Serna, silencio en los dos.
Pablo Aguado, cogido por el quinto, atendido en la enfermería, tras el arrastre del toro, de un traumatismo facial en la región malar, un puntazo en la parrilla costal y policontusiones. Pronóstico reservado, pendiente de estudio radiológico.
1ª del abono de Otoño. 10.000 almas. Templado, primaveral. Dos horas y media de función.

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