El novillero venezolano (de
Seboruco) se confirma en Madrid como torero hecho, firme y de entrega. Detalles
notables de Pablo Aguado, arrollado y apaleado por un poderoso sobrero.
Bondadosa pero apagada novillada de Joselito.
Manolo Vanegas |
BARQUERITO
ESTUVO DE VERDAD, muy de verdad, Manolo Vanegas, venezolano
del Táchira. Se dejaron ver el sentido de la compostura y el aire de calidad
del sevillano Pablo Aguado. Cauteloso y desconfiado otro novillero sevillano,
Rafael Serna, que volvía a las Ventas después de la grave cornada que aquí
mismo le pegó en junio un bravo novillo de Guadaira. Una novillada de los dos
hierros de Joselito, que no se distinguen por procedencias distintas sino por
la numeración: los pares, con el hierro del 8 –Ganadería de La Reina- y los
impares, con el 4, Toros de El Tajo.
Toreros y ganadero se estrenaban en Madrid en una feria de
Otoño, que suele ser de despedida para los novilleros –Vanegas tomará la
alternativa en fecha próxima, y está más que preparado, Aguado debería dar el
salto el año que viene- y de examen para el ganadero. Herido muy en serio por
un primer puyazo interminable y de desgaste por la entrega, el segundo novillo
de Joselito fue devuelto por claudicar tras la segunda vara. Se corrió turno y
en quinto lugar se jugó un sobrero de sangre Jandilla y del hierro de Ave
María, de la compra que dos ganaderos franceses, Philippe Pagès y Robert Margé
hicieron del legado de Javier Molina. De modo que, al cabo, fue corrida de tres
hierros y tres dueños.
Hierros y dueños al abrigo de ese gran paraguas llamado
Domecq. El sobrero de Ave María, mucho más poderoso, guerrero y picante que
cualquiera de los cinco de Joselito. Dentro del laberinto de sangres de las dos
ganaderías de Joselito se detectaron rastros claros de Juan Pedro y Las
Ramblas. ¡Quién sabe!
Un primer novillo tardo, noble y sin entrega que se fue
aplomando hasta apalancarse y pararse, y ya entonces anduvo Vanegas firme,
resuelto y seguro. Un desarme en un imprevisto testarazo. Faena de cierta
autoridad, una estocada. Con el cuarto, jabonero de linda traza, Vanegas,
presente en dos largas afaroladas en tablas, se estiró y rompió con el capote
en tres verónicas de caro empaque clásico –hundido el mentón, largos los
brazos, toro empapado en los vuelos- que se jalearon en serio. En el remate el
toro hizo un extraño –no fue el único ni el último- y lo desarmó. Aunque
rebrincado, y a pesar de los acostones por la mano izquierda, este cuarto fue,
antes de pararse, el de mejor son de la corrida. Un arranque fuerte de faena
–de rodillas en tablas, por alto, templadamente-, la decisión precipitada de
salirse a los medios de golpe y porrazo, y el toro lo acusó, y a toro parado
unas cuantas soluciones buenas de torero de valor y poderoso, con su sentido
del temple. Y una gran estocada perdiendo el engaño. No solo estar de verdad,
sino estar ya hecho Vanegas.
Pronto y con más pies que poder, el primero de los dos
novillos que mató Aguado, fue toro a menos. Siete lances de saludo buenos –en
dos de ellos, dormido el cuerpo y enterrado- y, al cabo de una faena entre
agitada y solemne, un delicioso remate: dos soberbios muletazos a dos manos, el
natural y el de pecho, la mejor tanda de la tarde, subrayada por la gente. Una
estocada defectuosa. Aguado esperó al quinto de rodillas en el mismo platillo
para saludarlo con largas afaroladas. De la segunda salió arrollado, revolcado,
apaleado y pisoteado. El gran susto, porque no fue capaz de incorporarse solo.
Un traumatismo, contusiones, un puntazo. No quiso ni entrar en la enfermería.
El gesto de la tarde.
Novillo nada sencillo, mutante: arreaba o se encogía, medía,
probaba, se daba también. Precioso el comienzo de faena –muletazos genuflexos,
el trincherazo al paso de la escuela bienvenidista vía Curro Vázquez- y la
firma de unos cuantos muletazos más bellos que ligados porque el toro se
revolvía un poco o a veces. Una estocada atravesada.
A los dos novillos de Serna, distinguida estampa, les dieron
leña en el caballo. Medida cautelar. Una gran ovación cuando Serna sacó al
doctor García Padrós hasta la boca del burladero de la enfermería para
brindarle el tercer toro. Se aplaude a los médicos siempre. Mansito el toro del
brindis, un desplante impostado y no sobrevenido, imposible llegar al tercer
muletazo ligado. Tiempos muertos. Un metisaca, una estocada con vómito. Nada
claras las ideas con el sexto, sangradísimo en tres puyazos. Toreo a la voz y
sin asiento. Lances de buenos brazos y paso atrás. Detalles sueltos de escuela.
Una última faena de meras líneas. Ataques a los bajos con la espada.
FICHA DE LA CORRIDA
Cinco novillos de José Miguel
Arroyo (Joselito), primero y cuarto con el hierro de La Reina, y los demás, con el de El Tajo, y un sobrero de Ave
María (Pagès y Margé) jugado en quinto lugar.
Manolo Vanegas, silencio y saludos.
Pablo Aguado, saludos tras aviso en los dos.
Rafael Serna, silencio en los dos.
Pablo Aguado, cogido por el quinto, atendido en la
enfermería, tras el arrastre del toro, de un traumatismo facial en la región
malar, un puntazo en la parrilla costal y policontusiones. Pronóstico
reservado, pendiente de estudio radiológico.
1ª del abono de Otoño. 10.000 almas. Templado, primaveral. Dos horas y
media de función.
No hay comentarios:
Publicar un comentario