domingo, 23 de octubre de 2016

OBISPO Y ORO: Cataluña, los toros y la Legión

FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman

Quien más quien menos teníamos la noticia metida en el congelador, hasta que el máximo Organismo de Justicia de nuestro país se pronunciara sobre un tema de capital importancia para el futuro de la fiesta de los toros. Así, pues, en el día de hoy, cuando el Tribunal Constitucional ha hecho oficial su veredicto sobre el recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular, a raíz de la prohibición de los toros en Cataluña –ordenada por el Parlament, hace seis años--, que anula dicha prohibición, ya se puede sacar de la hibernación el que será, sin duda, detonante de largo alcance y no menos larga duración: los toros pueden volver a Cataluña.

Los motivos de levantar la prohibición están clarísimos: invade las competencias del Estado. El régimen competencial de las Comunidades Autónomas en materia de Espectáculos Públicos y Actividades Recreativas no puede alcanzar el nivel de la prohibición de la Tauromaquia, precisamente, por colisionar con la tantas veces invocada Ley 10/2015, de 26 de mayo, que la declara Bien Cultural Inmaterial, con el expreso mandamiento de protegerla y potenciarla, como uno de nuestros más preclaros valores patrimoniales.

Cumplido el período administrativo pertinente, habrá de afrontarse ahora el de la acción más o menos inmediata, pero inaplazable por mucho tiempo: se busca valiente para organizar festejos taurinos en la Monumental de Barcelona o en cualquier otra plaza de toros de área territorial catalana. Digo valiente porque los supuestamente afectados (partidos políticos en el poder, independentistas militantes y antiespañoles más o menos penumbrosos), ya están cargando munición y afilando las armas blancas de la insumisión a esgarrapellejo para pasarse por el forro tan contundente sentencia. La respuesta, no se ha hecho esperar: Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, ha dicho que hará todo lo posible por encontrar una vía legal que anule, a su vez, la anulación promulgada por el Alto Tribunal, invocando la chusca declaración de la ciudad como antitaurina. Algunos miembros del Govern, ya la han secundado, y naturalmente se unirán de inmediato a estos poderes fácticos los partisanos del animalismo, con la fogosidad y violencia a que nos tienen acostumbrados. La bala que se alojaba en la recámara, disfrazada de sentencia judicial, se acaba de disparar. La guerra no hecho más que empezar.

No obstante, hay que estar preparados para este tipo de contingencias, porque la fiesta de los toros se encuentra en una situación crucial, de cara a su inmediato futuro. Si ahora nos dejamos comer la tostada, si nos quedamos inactivos cuando –¡por una vez!— nos da la razón el Poder Judicial más absoluto, si no aprovechamos el empuje del viento a favor, estamos aviados.

Casi simultáneamente al levantamiento del veto a los toros en Cataluña, la Corte Constitucional obliga en Bogotá a restituir el emblemático edificio de La Santamaría como escenario permanente para la celebración de espectáculos taurinos. Un golpe seco, contundente, inapelable, que habrá de aceptar el Consistorio de la capital de Colombia, aunque su primer Regidor ya ha declarado que no es partidario de las corridas de toros, pero habrá de aceptar su regreso y cumplir el fallo de la Corte, por tratarse de un poder supremo. Igualito que aquí.

Y es que aquí, el sectarismo y la ignorancia hace ya varias décadas que se ayuntaron en el tálamo de la ilegalidad, sin que hasta el momento nada ni nadie haya osado ponerles en su sitio, que es, en cada caso, el que un Gobierno con la Ley en la mano y una Justicia que la interprete como es debido les ha de proporcionar. Sobre todo, en Cataluña. En Cataluña –qué les voy a contar—, la mayoría de los políticos que ocupan las Instituciones, tienen tan asumido su papel de insumisos que les trae al pairo lo que digan las sentencias del Constitucional, por muy claras y contundentes que sean. Se ríen del resto del país (España, naturalmente) con la socarronería del truhán y la prepotencia del tahúr. ¿Cómo no se van a reír ahora de la orden imperativa que les quiere torcer la mano, posibilitando el regreso de los toros a su Comunidad? ¿Cómo no se van a atrincherar en su radicalismo unos y en su guerracivilismo otros, para enarbolar la bandera del victimismo? Se activará de nuevo el España nos roba y se montarán barricadas dialécticas del más diverso jaez. ¿Tornar els toros a Catalunya? Ni parlar, osti, tú…

Sea como fuere, y a despecho del rifirrafe de barricada que se avecina, permítaseme, recordar a mi querido amigo Luis María Gibert, sin cuya descomunal ayuda, sin su perseverancia hasta conseguir llevar a las Cortes la Inciciativa Legislativa Popular taurina que posibilitó la Ley referenciada más arriba, jamás se hubiera aprobado esta revocación tan aplastante… y tan justa. Lástima que no pueda disfrutar de su triunfo.

Veremos qué medidas toma el Gobierno (si es que lo tenemos, al fin) para hacer valer el mandato constitucional y obligar a cumplir la Ley. Esperemos que no se arrugue, y que los grupos parlamentarios mayoritarios de la Oposición también se decanten por la legalidad y se olviden de rencillas y rentas particulares.

De los minoritarios, mejor olvidarse, especialmente de los que se envuelven en vitola catalana, alguno de los cuales –por insólito que pudiera parecer– se permite usar el desprecio como arma arrojadiza sobre cualquier cosa que huela a españolidad. ¿Habrá mayor incongruencia? ¡Qué tristeza, Dios!

No hace mucho, uno de los baluartes más irreductibles de la Esquerra Republicada de Cataluña, el diputado Joan Tardá, al ser preguntado por la posible vuelta de los toros a Cataluña, respondió: ¡Como no vengan con la Legión!…

Hombre, no des ideas.

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