ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
Esa es la pregunta del millón de dólares después de conocer
la votación del Constitucional sobre la abolición de los toros por el Parlament
seis años atrás. A falta de leer la letra pequeña. En la letra pequeña, como la
de los seguros, se espera la puerta abierta, la gatera, la reserva de la
capacidad organizativa para las competencias autonómicas, que ya lo dice la
Constitución.
De la letra grande queda la cúpula a nivel nacional, el
prohibido prohibir porque no les corresponde ni correspondía hacerlo en una
materia como la cultura reservada en exclusividad para el Estado, para su
fomento y protección, según reza también la Constitución (art. 149.2)
El trasvase de competencias de la Tauromaquia de Interior a
Cultura en 2011 bajo Gobierno socialista y su declaración como Patrimonio
Cultural en 2013 son claves. ¿Y para esto seis años? ¿Y ahora qué?
¿Significaría la sentencia del Tribunal Constitucional una vuelta inmediata de
los toros a Cataluña?
Aunque la Monumental de Barcelona, propiedad de Pedro
Balañá, se encuentra en perfecto estado desde la última corrida celebrada el 25
de septiembre de 2011, difícilmente. Tanto por las líneas rupturistas trazadas
por el independentismo como por el acoso que desde los tiempos del pujolismo
sufre la familia Balañá.
Dicen que si fuera por don Pedro, el patriarca, mañana mismo
había toros. Y no es descartable que a sus casi 90 años se quiera dar el gusto
de una tarde más. Aunque para ello haya que pasar el quinario de la concesión
de permisos a nivel municipal y comunitario. ¿Y llamar a José Tomás? ¿Quién
llenaba si no las últimas tardes de la Monumental?
En frente, los hijos, las nuevas generaciones de la familia,
la que siente el aliento de los antitaurinos, animalistas y sus amenazas, el
hálito de la Generalitat nacionalista sobre la nuca de los otros negocios, que
son muchos, los del ocio, la cadena brutal de cines, la cosa de futuro frente a
los toros del pasado. Así lo sienten.
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