JOSÉ MIGUEL SORIANO
Abogado de la
Fundación Toro de Lidia
Este próximo 8 de octubre se conmemoran seis años de la
presentación del recurso de inconstitucionalidad por 50 senadores frente a la
decisión del Parlamento de Cataluña de prohibir la celebración de corridas de
toros en aquella Comunidad. Según reciente información oficial, nuestro más
Alto Tribunal en garantías constitucionales resolverá dicho recurso en los
próximos días.
Bueno hubiera sido una pronta resolución, si bien desde aquí
se aplaude esta inaplazable decisión del Tribunal Constitucional. Durante el
largo periodo de tiempo transcurrido desde el año 2010 hasta ahora, el régimen
de libertades de nuestro país en general, y la tauromaquia en particular, están
experimentando un acoso y restricción desde algunas instituciones públicas y
entes privados del todo inaceptables en un régimen democrático.
Los ataques desaforados y las irregularidades cometidas por
autoridades y administraciones contra la tauromaquia, tanto locales como
autonómicas, en modo de prohibición de la celebración de corridas de toros o de
cualquier espectáculo popular, están socavando un pilar fundamental de nuestra
democracia, una vulneración del derecho a la libertad.
En la libertad reposa la construcción de toda democracia,
cuyo disfrute exige una vigilancia constante y una defensa decidida y valiente.
Desgraciadamente, en momentos como los actuales, florecen corrientes
prohibicionistas que utilizan las instituciones sin ningún tipo de cortapisa
para coartar la libertad y el derecho a la libre elección, consustancial a todo
ciudadano, sea aficionado o no lo sea.
Nadie puede arrogarse la facultad de prohibir algo que es
legal, ningún represente público puede disponer de lo que no tiene.
Desde el año 2013, mediante una ley estatal, la tauromaquia
en España es considerada Bien de Interés Cultural, gozando de la máxima
protección y trasladando a las Administraciones un deber de protección y
fomento, como elemento fundamental de nuestra Cultura. Al amparo de esta Ley y
de la Constitución Española de 1978, cabe cuestionarse: ¿Hay algún gobierno,
municipal o autonómico, legitimado para prohibir la tauromaquia, en cualquiera
de sus formas? ¿Tiene refrendo legal la celebración de consultas municipales
populares para la prohibición de festejos taurinos? ¿Tienen los aficionados y
profesionales -ciudadanos que gozan de libertad- el deber de soportar amenazas,
injurias y calumnias a través de las redes sociales?
La respuesta no sólo puede ser un no rotundo, nos asiste la
razón, sino que además nos ampara el Derecho. En este escenario emerge la
Fundación del Toro de Lidia, proyecto ambicioso y necesario, que tiene como finalidad
la promoción y defensa de la tauromaquia y sus valores. Un proyecto firme y
valiente que aglutina a todo el sector, profesionales y aficionados.
Un claro ejemplo de la trascendencia de lo que se cuenta en
estas líneas fue la situación vivida en las redes sociales con ocasión del
fallecimiento del torero Víctor Barrio, que sobrecogió a toda persona de bien
por la crueldad, sinrazón y más absoluto desprecio hacia la dignidad de las
personas de cientos de mensajes y tuits que fueron enviados por aquellos que se
sitúan al margen de las premisas más básicas de toda convivencia humana.
Es amplio el abanico de actuaciones que está desarrollando
la Fundación para la defensa jurídica del sector y de todos aquellos que vean
violentados sus derechos. Y es que una democracia sólida encuentra fundamento
en el mantenimiento de una sociedad de libres e iguales, capaz de contradecir y
de confrontar a las instituciones en pro de la legalidad y del interés general.
Es por ello que el próximo pronunciamiento del Tribunal Constitucional,
máximo guardián de los principios y pilares comunes que los españoles asumimos
para vivir en democracia, se antoja decisiva y fundamental. España, sus
Instituciones y, principalmente, sus ciudadanos necesitan seguridad jurídica.
La resolución del Tribunal Constitucional tiene que constituir una doctrina
clara y contundente que construya un muro de legalidad infranqueable para esta
antijurídica corriente prohibicionista.
Finalmente, es necesario alertar que el coste personal que
están sufriendo miles de profesionales y aficionados, se convertirá en una
costosísima factura cuando empresarios y profesionales ejerciten sus derechos
vía reclamación económico- administrativa frente a aquellas Administraciones
que arbitrariamente están impidiendo la promoción de una corrida de toros,
cercenando su derecho a la libertad de empresa y al ejercicio libre de su
trabajo, y que paradójicamente tendrán que sufragar aquellos mismos ciudadanos
que se ven lastrados en sus derechos.
Por todo ello es indispensable un pronunciamiento del
Tribunal Constitucional que estime el recurso de inconstitucionalidad,
arrojando seguridad jurídica y tutelando la libertad, igualdad y legalidad.
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