El año taurino que ahora concluye
se puede definir como la temporada del gran cambio. Junto a otros elementos
significativos, 2016 ha vivido un cambio radical en la gestión de dos plazas
fundamentales del mundo: Las Ventas, en Madrid, y la monumental
"México", en la capital azteca. Pero a ello se une, además, la nueva
orientación de la plaza limeña de Acho y la reapertura de la
"Santamaría", en Bogotá. Si se tiene en cuenta también que en España
cosos como la Malagueta, Sevilla o Bilbao se ven en la necesidad de reorientar
su futuro, pocas veces como ahora se produce una modificación tan profunda del
"estatus quo" del toreo.
Redacción www.taurologia.com
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Aunque a efectos estadísticos, también de algunos
contenidos, aún quedan las ferias de Zaragoza y de Jaén, no hace falta esperar
a su final para llegar a una conclusión fundamental: la temporada de 2016 ha
sido la del gran cambio. A lo largo de 2017 iremos viendo si tal cambio ha sido
para bien o no. Pero es lo cierto que en adelante las cosas del toro están
llamadas a ser diferentes, siquiera sea porque nadie cambia para seguir igual.
Dos de las grandes plazas --Madrid y Ciudad de México--
tienen nuevos gestores, que rompen con todo lo anterior; sólo por esto, el
negocio del toro y, en general, el conjunto de las actividades taurinas,
enfilan un nuevo rumbo. A todos los profesionales les toca reposicionarse ante
la nueva realidad.
Y por si fuera poco, otras dos plazas relevantes del mundo
se sitúan también en la senda del cambio: Acho, en Lima, con una nueva empresa
peruano-mexicana, y la Santamaría de Bogotá, que anda a la espera de que se
adjudique su gestión. Si en España a ello se une el futuro por decidir de la
Malagueta, la necesidad de una reorientación profunda de Sevilla y la gran y
grave crisis de Bilbao, con encontramos con un dibujo en el que ganan un
protagonismo principal los empresarios, que asumen demasiadas responsabilidades
sobre el futuro de la Tauromaquia.
Históricamente nunca se ha dado un vuelco tan profundo y tan
radical. Pero es muy posible que nunca en épocas pasadas se conjuntaran en
simultáneo crisis tan agudas como las actuales.
Crisis, resulta evidente, en los dineros, con un desfase crónico entre
los costes y los ingresos de difícil manejo. Crisis en la cabaña de bravo,
dentro de un proceso de monocultivo sobre un único encaste, que arrampla con la
diversidad. Pero también crisis social, con un encrespamiento de los ánimos de
quienes a lo largo del ancho mundo quieren arrumbar la Tauromaquia, una crisis
que convive con una perdida de peso de lo taurino en el seno de la sociedad
actual, lo que ha venido en denominarse la destaurinización de nuestro entorno.
En el caso de las artes taurinas no necesariamente estas
realidades nos llevan, ni deben hacerlo, a un camino de pesimismo existencial.
Es una constante histórica que la Tauromaquia siempre superó las etapas
complicadas. Sin ir más lejos, conviene recordar un magnífico estudio del
profesor Juan Medina[1] acerca de cómo y cuándo se superaron los efectos que
sobre este mundo nuestro tuvieron los grandes crash económicos de la historia;
se tardó unos años, pero la recuperación llegó.
Pero si nos fijamos en factores exclusivamente taurinos,
observamos otro tanto. Y así, sin necesidad de remontarnos más allá, el toreo
recuperó posiciones tras el fin de la Edad de Oro que marcaron José y Juan,
como se superó el enorme impacto que supuso la muerte de Manolete y supo tomar
nuevos caminos tras el vacío ganadero provocado por la guerra civil. Con mayor
o menor trabajo según las épocas, el testigo del toreo fue pasando a otras
manos, que alcanzaron a reposicionarlo de nuevo en su lugar.
Ahora nada tiene que ser distinto, si se conjuntan los tres
elementos que sirvieron en el pasado: la recuperación de la estima por la
autenticidad de la Tauromaquia, el empeño y la dedicación por esta causa de los
profesionales y ese factor casi indescifrable de la propia creatividad
artística, que siempre ha guardado sorpresas inesperadas.
Pero no es menos cierto que para salir de esta crisis actual
se precisan de algunas herramientas nuevas. Y en primer término, se hace
necesario ir a un replanteamiento profundo del negocio y la gestión taurina.
Las bases actuales ya han dado todos los frutos posibles, unos frutos que de
año en año se van haciendo cada vez más parcos[2].
Cuando tres plazas de primer orden tan diversas como Madrid,
Ciudad de México y Acho coinciden en llevar una decena de años perdiendo
abonados temporada tras temporada, hay que pensar que algo en la organización
básica está fallando; no puede adjudicarse ligeramente a un simple efecto en
los cambios de las modas y hábitos sociales.
Sin ir mas lejos, cuando con la experiencia de doce años
Taurodelta ofrece por Las Ventas un pliego de mínimos, es posible que sea la
consecuencia de leer de forma equivocada la competencia que otros podrían
hacerle. Pero no es menos posible que a la hora de realizar su oferta se hayan
llevado estrictamente de la realidad de los números que le ofrecían sus
balances de años anteriores. Lo cierto es que han perdido la plaza a manos de
una propuesta muy ambiciosa y competitiva, que asume riesgos hasta ahora no
planteados.
Pero si damos por buenos los números en los que se basaba
Taurodelta, resulta de toda evidencia que la empresa que comanda Simón Casas
deberá llevar a cabo una gestión absolutamente diferente a la anterior. Una
proposición tan alza sólo lleva a números negros si se revoluciona la gestión
de principio a fin. A base de más de lo mismo, resultará inviable.
Sin apartarnos del futuro de Las Ventas, la nueva empresa
declara su propósito de recuperar 100.000 espectadores en el primer año.
Conseguir tal objetivo no cabe fundamentarlo en más información y más
publicidad; ese sería un planteamiento demasiado simplista. Por delante habrá
que ofrecer un espectáculo distinto, tan distinto como para atraer en primer
término a los que desertaron, ya sea por aburrimiento, ya por causas
económicas.
No nos engañemos: ofrecer algo distinto exige de suyo tocar
en simultáneo los dos palillos fundamentales: el capítulo de los gastos y el de
los ingresos. Nos quedamos así en puertas de una verdadera reconversión del
negocio. De hecho, a lo largo de 2017 la plaza de Las Ventas puede ser el banco
de pruebas de por donde puede ir esa una nueva economía del toreo. Si Casas
acierta con su fórmula, habrá abierto un camino que cada día se hace más
urgente. Pero otro tanto cabe pensar de lo que pueda ocurrir en los próximos
meses con las plazas de la Ciudad de México o de Lima.
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