PACO AGUADO
Entre los nueve días del 8 al 16 de octubre, con motivo de
las fiestas de la Virgen del Pilar, la plaza de toros de Zaragoza ha albergado
un total de 24 espectáculos taurinos. Es decir, casi a una media de tres
diarios y la mayoría de ellos a plaza llena. Pocos cosos del mundo, por no
decir ninguno, ni siquiera el de Pamplona, pueden presumir de tener tan exitosa
hiperactividad taurina en tan breve lapsus de tiempo.
Claro que, convendría matizar, únicamente nueve de esos
espectáculos han sido de los tradicionalmente llamados "formales" –ya
saben: corridas de toros, de rejones y novilladas– frente a otros quince de los
considerados "populares", que, con precios más reducidos, y no sólo
por eso, han sido los que han contado con mucha más afluencia de público a los
tendidos de la Misericordia.
Ya para empezar el día, todas las mañanas a eso de las ocho
y a nueve euros la entrada, la plaza se abarrota desde hace décadas con una
variopinta masa festiva que acude al reclamo de la suelta de las que llaman
"vaquillas", pero que son todas en realidad, y sin diminutivos
cariñosos, unas hermosas "peponas" de las ganaderías de la tierra.
Y como las "señoras" tienen más tiros pegados en
calles y plazas que la bandera del Tercio, aseguran así ese otro espectáculo de
las aparatosas volteretas y los saltos al callejón, mientras por los tendidos
circulan las tortillas, los bocatas de longaniza, las botas de vino, los cafés
y los churros del almuerzo reparador de las noches de farra.
Además, a media mañana de los días no laborables, se han
celebrado, con muy buenas entradas y organizados tan ejemplarmente como el
resto de populares por Tauroemoción, la empresa colaboradora con la
arrendataria, tanto campeonatos de anillas (gana la pareja que introduzca más
arandelas en los pitones de las vacas) como exhibiciones de vacas famosas de
hierros de la Ribera del Ebro, y hasta
un encuentro de tauromaquias populares de distintos países.
Pero las citas estelares de este otro tipo de espectáculos
han sido, durante tres noches, los concursos de recortadores, entre ellos el
campeonato de España –con toros de gran cuajo y en el que hubo una cornada
grave– y otro con embolados a fuego que han puesto en las taquillas el ansiado
cartel de "no hay billetes" hasta en tres ocasiones, mientras que en
las corridas formales sólo consiguió colocarse el día 15.
Es así como, en su afán manifiesto y logrado por sacar al
coso zaragozano de la grave crisis por la que atravesaba años atrás, la empresa
de Simón Casas puede presumir de haber incrementado la asistencia en un treinta
por ciento en los últimos dos años y de haber vendido un total de 131 mil
localidades para festejos taurinos en estos "pilares", con el
señalado día 15 como cima, al colocarse el "agotado el boletaje" en
tres de los cuatro espectáculos anunciados en menos de quince horas.
Y todo eso en una feria que ha tenido resultados discretos
en lo artístico, con las cumbres de Talavante, Morante y Ponce, apenas tres
llenos en las corridas formales, entre ellas la de rejones, y un bajo nivel
ganadero provocado, como sucede habitualmente, por los problemas de “stock” en
los cercados en la recta final de la temporada, lo que se solucionaría con algo
más de previsión en la reseña de los encierros.
Aun así, tan apabullantes evidencias de público –a las que
habría que añadir el eficiente servicio de limpieza del coso entre uno y otro
espectáculo– arrojan probablemente una lectura más profunda de la que cabe en
estas breves líneas semanales, pero a primera vista se puede asegurar sin
reparos que los festejos populares son el sustento básico e imprescindible de
las fiestas del Pilar.
Y, yendo aún más lejos, también nos convendría empezar a
reconocer que en ese apartado de lo popular, y nunca mejor expresado el
término, en esa versión básica de esta cultura que tan clamorosamente se
manifiesta en Zaragoza, es donde la tauromaquia actual encuentra su auténtica
masa social, compuesta de un público masivo, joven y entusiasta al que ningún
político se atreverá a arrebatarle su afición.
Ni siquiera el alcalde "podemita" de la capital
aragonesa, que no incluye los toros en el programa de fiestas pero se viste de
baturro para ir a la ofrenda de flores de la Virgen, ni los doscientos
activistas sufragados que se llegan desde Cataluña a insultar a voces a quienes
se adentran a una plaza que funciona a revienta calderas y donde todas las
tauromaquias tienen su sitio y su público. Pero por mucho que lo hagan todos
los años, deberían saber ya que ni Napoleón pudo con Zaragoza.
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