JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Guerra
o paz, esa es la cuestión. Lo demás es lo de menos. Mañana el país votará si
quiere o no poner fin a 52 años de una guerra fratricida, sucia de lado y lado
como todas las guerras y en ocasiones más que todas.
Ríos
de sangre y lágrimas, 200.000 muertos, ocho millones de desplazados, billones y
billones invertidos en la hecatombe, no han logrado el anhelo de los dos
bandos; aniquilar al contrario.
Seis
años de rigurosas negociaciones concluyen con una renuncia militar de las FARC
(renuncia, no nos digamos mentiras), desmovilización, entrega de armas,
reclusión voluntaria en campos de concentración, confesión de delitos, verdad,
ruegos de perdón, sumisión a la justicia (transicional), reparación a las
víctimas y compromiso de no repetición.
Todo,
a cambio de ser oídos, de poder transformar su acción bélica en acción
política, parlamentaria, civil, pacífica, y claro de que el Estado acepte así
mismo, y con equidad sus responsabilidades en el conflicto bilateral.
“No
es el acuerdo perfecto, pero es el mejor posible”, han declarado los tozudos
negociadores. Entre otros muchos, las Naciones Unidas, la Unión Europea, La
Organización de Estados Americanos, la Corte Penal Internacional, la Iglesia
Católica, El gobierno de los Estados Unidos, el cual en estos casos siempre hay
que nombrar aparte, han respaldado el proceso.
Como
todos los colombianos he padecido directa e indirectamente la tragedia. Tres
miembros de mi familia fueron secuestrados por las FARC, tengo amigos, muertos
y desaparecidos. Soy parte de una generación vieja que no ha conocido el
sosiego pero que cree tener derecho a él y a heredárselo a sus hijos y nietos.
Ese
derecho que no nos pueden seguir prohibiendo en aras del interés particular, la
soberbia, la politización, el odio ideológico, la venganza…
Finalmente,
(se trata de un medio taurino), como cronista y testigo de la zozobra con el
que los criadores del toro, los toreros, los empresarios, los aficionados han
mantenido viva la fiesta durante todos estos cruentos años, debo decir que
también por eso votaré “Sí” a la paz el 2 de octubre.
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