Diego Silveti |
PACO AGUADO
La fortísima tormenta de granizo que cayó sobre la plaza de
Las Ventas durante la lidia del tercer toro precedió a otro tipo de lluvia, en
este caso la de orejas, pues, en caso poco habitual últimamente, la presidencia
concedió una a cada uno de los tres toreros del cartel.
Fue como si la tremenda granizada que descargó sobre Las
Ventas, mientras retumbaban los truenos en el negro cielo madrileño, apaciguara
los ánimos de los siempre exigentes tendidos de la primera plaza del mundo. Porque
en cuanto empezó a escampar el público madrileño se dio a unas peticiones de
oreja más que generosas y que llevaron a que cada espada de la terna recorriera
el ruedo con una de ellas en la mano.
La tarde se cerró así con un balance estadístico que hacía
mucho tiempo que no se vivía en esta tantas veces agria e intransigente "cátedra", pero que tiene días
extraños en los que baja el listón sin motivo aparente. La primera oreja fue
para el mexicano Diego Silveti, que
se enfrentó al tercero de los de Bohórquez bajo una dura granizada
que, en minutos, tiñó de blanco la arena del ruedo.
Juan Bautista |
No le importó a Silveti
luchar contra los elementos más que contra el toro, que no tuvo mayores
problemas por su falta de raza y que apenas aportó emoción a una faena
simplemente aseada. Pero el trasteo se vio envuelto en unas condiciones
climáticas tan adversas y excepcionales que, sin duda, motivaron esa petición
de oreja que abrió las compuertas. Con todo, el trofeo que logró tiene un
significado especial pues hacía justamente trece años que un matador de toros
mexicano, en este caso Zotoluco, no conseguía cortarlo en
el coso madrileño.
Tras la concedida a Silveti
llegó la oreja que le dieron a Juan
Bautista del toro de Carmen Segovia que remendó la
corrida. Fue un éste un astado bastote y grandón pero que acabó embistiendo con
profundidad a la muleta del francés. Las dos tandas de naturales con que Bautista
abrió la faena tuvieron poso y hondura, con un trazo templado y largo, mientras
sacaba el mejor fondo del toro llevando los vuelos del engaño muy a ras de
arena.
Pero a partir de ahí, cuando su labor estaba en el cenit, Juan Bautista dejó de exigir al toro y
de exigirse a sí mismo, y el nivel descendió muchos grados, demasiados. Incluso
hasta llegar a cortar la faena antes de tiempo. Pero, aun así, el mojado y
apaciguado público la consideró digna de trofeo.
Juan del Álamo |
Y para que no hubiera agravios comparativos, también se
quiso premiar al salmantino Juan del
Álamo, que tuvo el lote de más fondo y posibilidades de la tarde. Con el
primero, ante el que rivalizó en quites con Silveti, se le vio con cierta ligereza motivada por su ansia de
triunfo, la misma que tuvo también ante el quinto, del que cortó la oreja. Pero
ambos toros, y sobre todo su segundo, pedían más temple y más reposo tanto en
lo técnico como en lo estético, por mucho que, tras una buena estocada, lograra
igualar estadísticamente con sus compañeros.
Antes de la tormenta, Juan
Bautista tuvo que tener más cuidado con el viento que con el insulso toro
que abrió plaza, mientras que Silveti
perdió toda ilusión por abrir la Puerta Grande ante un sexto con carrocería de
camión y motor de utilitario. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Fermín Bohórquez,
bien presentados pero muy desiguales de volúmenes, nobles y con calidad pero
con escaso fondo de raza y de justas fuerzas. Y uno de Carmen Segovia (4º), grandón y basto, de buen juego en la muleta.
Juan Bautista: estocada desprendida (silencio); estocada
delantera (oreja).
Juan del Álamo: estocada tendida y cuatro descabellos
(palmas tras aviso); estocada (oreja tras aviso).
Diego Silveti: pinchazo y estocada tendida (oreja);
estocada atravesada (silencio).
Entre las cuadrillas, destacaron con las banderillas Mingo y Curro Robles, que saludó montera en mano.
Domingo 19 de mayo. Undécimo festejo de abono, con los tendidos casi
llenos en tarde fría y tormentosa, con granizo durante la lidia del tercero.
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