Gonzalo Caballero |
ISMAEL DEL PRADO
Tras la ya casi habitual visita de la lluvia, fiel –y
detestable– compañera de viaje este San Isidro, nos vino la calma. La paz de la
bravura. En el cuarto, el cielo se abrió y de chiqueros salió un «Leopardo» para soñar el toreo, para
cubrir de esperanza la joven carrera de su novillero. Excelente. Con clase
metió la cabeza abajo, haciendo el avión en cada una de sus arrancadas. Llenas
de entrega y armonía. Fue el premio mayor –también sirvieron los encastados
segundo y tercero– de otra interesante novillada de Nazario Ibáñez, que
debutó esta vez en San Isidro como premio a los méritos acumulados en los
últimos años, en una tarde en la que sólo Gonzalo
Caballero saludó sendas ovaciones.
El madrileño se supo entender con un exigente y enrazado
segundo. Muy firme, lo pudo templar en la muleta y logró buenos derechazos
sueltos en una primera tanda. Luego, su faena estuvo siempre bien ligada,
aunque faltó quizás un puntito más de pausa. Muy toreros los doblones por bajo
del final que hilvanó con unas bernadinas
muy jaleadas. Ceñidas. El novillo se quedó colocado a la salida del pase de
pecho y el madrileño se precipitó al realizar la suerte. Pinchazo muy trasero.
No cayó en mejor sitio la estocada corta del segundo intento, también algo
acelerado. Dos golpes de verduguillo no fueron óbice para saludar desde el
tercio.
Poca colaboración le ofreció el ensillado quinto. Novillo
muy alto y manso. Una eternidad nos duró el primer tercio. Capotazos y carreras
sin sentido que no ayudaron a mejorar al novillo. Caballero era muy consciente de que si quería rascar algo, todo
corría de su cuenta. Se fue a buscarlo a los terrenos del «7» y allí planteó la batalla. Valiente. Hizo el esfuerzo. Puso
arrestos y ganas, muy cruzado, acortando las distancias logró una serie de más
brillo con un animal muy distraído, que desparramó la vista y no descolgó hasta
su muerte. El respetable lo comprendió y premió el desparpajo del madrileño.
Ovación con saludos.
Álvaro Sanlúcar
repetía tras pasar por este mismo escenario, aunque algo de puntillas, en el
pasado certamen de novilladas de abril. Aquella tarde nos mostró que es torero
con gusto. De buenas formas y cuidada composición. Ayer volvió a apuntarlo con
su lote. Rompió plaza con un salpicado
muy en tipo que recibió buen castigo en varas y tampoco recibió la mejor de las
lidias. Pese a su bondad, llegó muy aplomado a la muleta del gaditano, que
planteó un trasteo pulcro, con algún enganchón, y a media altura, pero sin
someter más a una res que, pese a ello, perdió las manos en reiteradas
ocasiones. Muy justito. Otro precioso salpicado
le tocó en suerte en cuarto lugar. «Leopardo».
Un torito de 518 kilos, pero de buenas hechuras, como el resto de la novillada
murciana. Cumplió el trámite, sin terminar de cantar la gallina, en los primeros tercios. Lo hizo en la pañosa de
Sanlúcar: bravura y humillación. Se
lo pensaba en el cite, pero después, ya arrancado, el novillo hizo el avión en
cada muletazo. Entrega por abajo, con mucha calidad. Sanlúcar puso afán, pero dos desarmes casi consecutivos cavaron
prácticamente su tumba. La gente no tardó en decantarse por el animal y el
andaluz tan sólo pudo cumplir el trámite con presteza. Silencio en su lote.
César Valencia,
que apostó fuerte el julio pasado y quiso debutar con picadores en Madrid,
trenzó ayer su segundo paseíllo en Las Ventas para sortear en tercer lugar un
animal que salió suelto del peto del caballo. Despavorido. Buen tercio de Ángel Otero en banderillas. Exponiendo
y dando facilidades al utrero. Luego, el venezolano lo intentó por la derecha,
pitón por el que había largura y recorrido, aunque sin terminar de humillar, en
las embestidas. Novillo manejable. Eolo
quiso sumarse a la tarde y desató un vendaval que molestó mucho al novillero.
Imposible ponérsela al natural. La faena, que nunca tomó vuelo, acabó por
diluirse. Y así, entre probaturas e incomodidades, Valencia terminó yendo a por la espada.
Casi de refilón le pegó la larga cambiada al sexto. Se había ido a portagayola el venezolano. Muy en lo de Núñez, abanto y suelto,
el de Nazario marcó mucho las querencias y manseó durante toda su
lidia. Buena labor de los hermanos Otero
nuevamente. José, con los
garapullos, y Ángel, en la brega. Valencia lo intentó en los medios. Le
ofreció su muleta, pero el utrero protestó con violentos gañafones y una
inquietante embestida a arreones. El sudamericano, contrariado, lo liquidó de
estocada en buen sitio.
FICHA DEL FESTEJO
Las Ventas (Madrid). Duodécima de la Feria de San Isidro. Se lidiaron
novillos de Nazario Ibáñez, bien
presentados y de armónicas hechuras. El 1º, noblón y sin fuerza; 2º y 3º,
encastados y exigentes; excelente y bravo, el 4º; 5º y 6º, mansos. Tres cuartos
de entrada.
Álvaro Sanlúcar, de azul rey y oro, estocada baja
(silencio); estocada corta y caída (silencio).
Gonzalo Caballero, de celeste y oro, pinchazo, estocada
corta, aviso, dos descabellos (saludos); pinchazo, media atravesada (saludos).
César Valencia, de gris perla y azabache, estocada trasera
(silencio); buena estocada (silencio).
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