FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
He visto el anuncio. Y el proceso de su
elaboración. He visto cómo Talavante
se mueve ante la cámara siguiendo las
instrucciones de un talentoso director de cine,
Agustín Díaz Llanes, hijo de
aquél torero del mismo nombre, apodado “Michelín”,
bregador y banderillero de lujo que se llevó un tremendo “tabaco” de un toro de Vicente
Charro en Barcelona en el año 65 y a quien el doctor Olivé Millet le salvó la pierna y la
vida, con recambio de los conductos vasculares mediante una prótesis de lo más
novedosa por aquél entonces. Talavante
y Díaz Llanes han formado un tándem primoroso.
Ambos, en lo suyo, son figuras y ambos se han afanado en crear una pieza que
bien puede tener caracteres de histórica: un concepto sorprendente de la publicidad
taurina.
Ignoro de quien ha partido la idea, aunque
supongo que del torero o de la inteligencia
innovadora de quienes habitan en su entorno, pero me parece una
iniciativa magistral. Carísima, pero
magistral. Sin precedentes. La idea consiste en la elaboración de un spot publicitario mediante el cual se da
a conocer al gran público la celebración de una
singular corrida de toros: los seis de Victorino Martín que Alejandro lidiará y estoqueará en
solitario el próximo día 18 de mayo en la plaza de Las Ventas. Dicho así, parece que se trata simplemente de
promocionar una fecha y un evento, pero el
anuncio encierra un mensaje mucho
más profundo. Pregunta el torero (magnífica, la
voz en off), “¿qué ocurre en el corazón de un hombre que vive solo entre muchos, pero
es contemporáneo de todos?”. Y se deja ver paseando por la madrugada de
un Madrid inmenso y ausente, solitario y enigmático, mientras revolotean en su
mente la furia cárdena a la que habrá de enfrentarse en poco más de una semana.
Ignoro, también, quién es el autor del guión, pero desde aquí le envío mi más
sincero y sonoro aplauso; porque la clave está en dar a conocer a un hombre
joven, un individuo integrado en la masa amorfa del colectivo humano (“contemporáneo
de todos”) que se ha planteado un reto profesional en el que habrá de poner su
vida –y su prestigio- al albur de una
tarde de primavera y del capricho irracional y alevoso de seis toros bravos. De
ahí que la pregunta que inicia el mensaje no se refiera a ponderar el
atrevimiento, el valor, la temeridad o la osadía de un torero (como se viene
haciendo desde hace ochenta años, que es la data de la llegada a España la publicidad
taurina), sino a lo que le pasea por el cuerpo y el alma en semejante tesitura.
¿Tenéis idea de lo que puede estar ocurriendo en el corazón de ese hombre? He aquí el busilis de la cuestión.
Magistral Díaz Llanes, igualmente magistrales todos los profesionales que han
elaborado la pieza, pero, sobre todo, magistral Talavante por haberse atrevido a enseñar al mundo, a través de un spot publicitario y a costa de su
peculio (le ha debido costar una fortuna), que el toreo es algo más que un
empeño riesgoso, una inclinación vocacional o un atajo para hacer fortuna.
Incluso más que un arte efímero y dinámico. Es, sobre todas las cosas, una
aventura en soledad.
No hay soledad más terrible que la que
provoca la incomprensión. Por eso, no faltará
quien recrimine esta iniciativa, tachándola de oportunista (?) o
coercitiva. Hay elementos dentro de algunos sectores de la Fiesta a los que les
rugen las tripas por el éxito del torero, dando suelta a esa espuria condición
que externaliza el gozo ante el fracaso. Con ellos hemos convivido durante
muchos, muchos años, pero siempre, siempre, acaban siendo víctimas de su propia
frustración.
El anuncio que protagoniza Talavante y que se emitirá en prime time por las principales cadenas de televisión del país,
es una verdadera genialidad. Muestra al torero como elemento humano que vive
cercado por la incertidumbre. Un joven de nuestro tiempo que maneja la
informática, utiliza las redes sociales y oye música por MP-3, pero que se
somete voluntariamente a una experiencia de altísimo riesgo, a todos los
niveles, y quiere, fundamentalmente, despertar la conciencia de los que no entienden
de estas cosas. Ése es el gran aporte de este intérprete del toreo a la fiesta
de los toros: enseñar lo que no se ve o
no se quiere ver.
Con independencia de lo que ocurra el próximo
día 18 en Las Ventas –para bien o para mal, cada “victorino” es una caja de sorpresas–, para el menda que suscribe, Talavante ya ha cortado la primera
oreja.
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