lunes, 20 de mayo de 2013

ASI VIO MUNDOTORO A CESAR VALENCIA: Gonzalo Caballero pierde la Puerta Grande


Pincha en sus dos novillos

Gonzalo Caballero se dejó la Puerta Grande en la espada. De ahí su decepción, pues el acero se llevó -o se dejó, mejor dicho- una más que probable oreja en cada novillo de la tarde en Madrid. En novillero, con sus armas y con una fe inquebrantable gustó con el exigente segundo y atacó con acierto ante el complicado quinto. Dos ovaciones que le sabrán amargas.

Amargo será, también, el balance de Álvaro Sanlúcar. Casi inédito con su primero y lastrado por dos absolutamente inoportunos desarmes en su faena al cuarto. Se abrieron esperanzas con ese buen novillo a sabiendas del buen toreo del andaluz, pero la faena se perdió desde ese doble parón. César Valencia pechó con buena voluntad con el molesto viento y con el lote más deslucido de una novillada variada de Nazario Ibáñez.

Plaza de toros de Las Ventas. Decimosegunda de San Isidro. Alrdedor de tres cuartos. Novillos de Nazario Ibáñez. Aplaudidos 2º y 4º.  Álvaro Sanlúcar, silencio y silencio; Gonzalo Caballero, ovación tras aviso y César Valencia, silencio y silencio. Saludaron Ángel Otero en banderillas del tercero y José Otero en el sexto.

El creyente y el Descreído

MIGUEL FERNÁNDEZ

San Isidro es una cuestión de fe. Del que la tiene, el creyente, y del que la pierde, el descreído. De quien se agarra a la tarde con la esperanza de algo positivo o de quien la sentencia al primer sintoma de tedio. Hoy hubo un creyente, Gonzalo Caballero, y unos cuantos descreídos, de esos que le pusieron la cruz a la tarde en su condición de 'festejo menor' o de los que no supieron darle tiempo al variado lote de Nazario Ibáñez. Tener fe en lo de Núñez es saber que no rompe de salida, que pide paciencia y confianza. Y que a veces rompe para bien. Esa paciencia, esa confianza y esa fe las tuvo, todas para él, Gonzalo Caballero, que rozó la Puerta Grande.

Caballero tiene la virtud de una competitividad poco habitual. Un novillero que arrea y que cree en sí mismo. Esa fe inquebrantable que demostró desde su debut con caballos en Sevilla el pasado año. Todo ello se le ha visto hoy en Madrid, con un lote bien diferente entre sí de Nazario Ibáñez. Un segundo que embistió con poder, exigiendo y transmitiendo a la par. Y un quinto manso, deslucido. Para perderle la fe. Otro... Pero Caballero no es novillero de venirse abajo. Gonzalo le planteó una faena de mucha composición, un punto sorprendente por su planteamiento, pero efectiva. En sólo una tanda había conseguido despertar del letargo al público, que vino tan a su aire como lo hizo de salida este segundo de Nazario. Corrió bien la mano por momentos Caballero, que acertó a rematar con elegantes doblones camino de tablas. Y bernadinas de esas que te obligan a tener mucha fe en lo que haces. Armó rápido la espada y pinchó feo.

Se hizo eterno el tercio de varas al quinto. De esos que aprovecha un descreído para mirar su 'puerta de toriles' y escaparse de la plaza. Por suerte hubo, al menos uno, que no se aburrió. Cogió la muleta Caballero y en cuanto vio cómo le arreaba el novillo, más le arreó él. Sin dejarle irse a tablas entre muletazos, supo atacar; primero en el tercio, más en largo y luego en tablas, más metido entre los pitones. La plaza creyó que era de premio. Y lo era hasta que la espada dictó sentencia negativa. Ovación, a un tiempo meritoria y amarga.

De Álvaro Sanlúcar se sabe su buena condición torera. La dejó entrever en una lucida primera tanda por el notable pitón derecho del cuarto, ejemplar salido al ruedo en plena tromba de agua. Camino de algo grande surgió un enganchón para frenar en seco ese buen inicio. Se repuso Sanlúcar, siguió por ese pitón y tras dos buenos derechazos sufrió otro enganchón. Ahí vino la sentencia a su faena. Descreído de sí mismo, el novillero ya no pudo remontar. Se consumió su trasteo, como también se consumió, aunque sin opciones para él, el de su primero, que llegó muy justo al último tercio tras fuerte castigo en varas.

Creyó más en sí mismo César Valencia en el sexto. Fue el peor novillo del encierro, por lo deslucido de su juego y su tendencia a pararse y mirar en pleno viaje. Atacó el venezolano y robó una serie de mérito. Debió ser más valorada, pero a esas alturas, la tarde ya era pasto del desencanto. La historia de su primero, el que hizo tercero, se la llevó el viento. Y su confianza, pues no llegó a estar a gusto Valencia, que pronto abrevió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario