JAVIER LÓPEZ
El torero Alejandro
Talavante vivió hoy uno de los reveses más duros de su carrera al
estrellarse de bruces con una muy deslucida corrida de Victorino Martín,
imposible para el triunfo, por eso, visiblemente abatido por la frustrante
adversidad, abandonó la plaza sin hacer declaraciones.
Algo lógico, teniendo en cuenta cómo le despidió cierto
sector del público, que, lejos de ser comprensivo con el torero, que no tuvo
culpa de que los toros no embistieran ni "transmitieran"
siquiera el peligro sordo que si desarrollaron algunos de los astados, le
dedicaron todo tipo de insultos e improperios hacia su persona, además de
lanzarle unas almohadillas.
La gente es la que paga, sí, pero el torero es el que se
juega la vida para su disfrute en una plaza de toros, por eso no parece de
recibo tan desmesurada despedida con un hombre que había depositado todas sus
esperanzas en una tarde en la que ofreció su vida al servicio del espectáculo
en la plaza y feria de más tronío del mundo.
Por eso es comprensible que Talavante no quisiera hablar. Decepción, frustración y el orgullo
herido son causas más que suficientes para respetar su silencio, y si ya le
sumamos la notable ingratitud de parte de cierto sector la plaza, más
entendible si cabe.
Solamente pueden destacarse unas breves declaraciones en el
micrófono del periodista David Casas,
de Canal Plus Toros, en las que Talavante
confesó que la tarde había sido "muy dura" y que, aunque
anímicamente "no es un fracaso", sentía una gran frustración
porque el día de hoy era "la ilusión" de su vida".
Tampoco se dejaron ver al término de la corrida los
ganaderos Victorino Martín, padre e hijo, quienes también podrían haber
hecho algún análisis o una valoración sobre el "petardo" de corrida que trajeron a Madrid.
Silencio sepulcral, por tanto, por parte de los dos actores
fundamentales de la corrida de hoy en Las Ventas. / EFE
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