En la segunda
de la Feria de Jerez, Manzanares cortó
dos orejas fáciles al tercero, noble y chico como toda la corrida de Juan Pedro
Domecq. Morante tropezó con dos inservibles y El Fandi fue fiel a su estilo.
CARLOS CRIVELL
Foto: EFE
La corrida estrella de la feria jerezana
se vio mermada por el ganado, muy terciado y flojo, eso sí muy noble, que de
alguna forma le restó algunos pasajes al festejo. Por ejemplo, el del primero,
un toro inválido que no fue la piedra de toque que necesitaba Morante
para devolver al público la ilusión con la que acudió al coso jerezano.
Para Morante la tarde no fue muy
afortunada. El que abrió plaza, muy justo de trapío, anovillado y sin remate, le
duró un suspiro. El animal no aguantó más que tres pinchazos antes de claudicar
para siempre.
El desquite se esperaba en el cuarto. No
fue posible. Dibujó algún lance aislado con el de Juan Pedro frenado y
parado ya de salida. El de La Puebla comenzó con unos ayudados de empaque único
y a partir de ahí casi todo fue un intento de toreo sin que se acoplaran el
artista y el burel. Una tanda con la derecha más entregada fue como un oasis en
el desierto. Era muy poco para el torero y para sus seguidores. Acudieron a
Jerez a cantar por bulerías y no hubo jaleo.
Quien aprovechó la tarde fue Manzanares. Nunca cortará el de
Alicante dos orejas más fáciles que las que se llevó en el tercero. Tenía un
punto de comparación con la que se le concedió a Fandila en el tercero. Las comparaciones serán odiosas pero si una
faena valía una oreja, la de Manzanares
merecía algo más.
El toro fue muy noble. Manzanares toreó bien de capa al
recibir al toro y se apuntó al club de los tafalleros, es decir que también
hizo un quite por tafalleras, algo
impropio de un artista de su corte. El animal fue un dechado de nobleza y Manzanares se explayó en una faena casi
totalmente sobre la diestra. Muletazos suaves, preciosos, armónicos, un
conjunto de alta estética. Las tandas fueron de pocos pases, el toreo con la
izquierda no abundó, apenas dos o tres naturales para volver a torear a gusto
con la derecha. El torero estuvo cómodo y los mató de un volapié propio de la casa. Dos orejas y a otra cosa.
La otra cosa sucedió en el sexto. De
nuevo apareció la estética de un torero recuperado de su paso por Sevilla. A
pesar del cabeceo del animal fue trazando tandas sobre la derecha de buen
corte. El toro era una especie cansina sin alegría y el torero adornó su labor
con su buen gusto reconocido.
El Fandi se metió
en el cartel de los artistas, pero no se contagió de ellos. Fue El
Fandi de principio a fin en dos labores de corte similar a dos animales
nobles y de poca raza. A los dos los recibió con largas cambiadas, les hizo quites variados con zapopinas incluidas, puso sus banderillas como siempre y se hartó
de dar muletazos que se siguieron con escasa emoción. Era como un partido de
tenis, sólo reaccionaba el público al final de la jugada, en este caso el pase
de pecho. Mató pronto, que no bien, y le dieron una oreja en el primero y a
punto estuvo de cortarla después de una obra llena de vulgaridad en el quinto.
La corrida no respondió a la expectativa
levantada. Sólo Manzanares puso algo
de luz a la tarde en su faena al tercero.
FICHA DEL FESTEJO
Viernes 10 de mayo de 2013. Plaza de Jerez, 2ª de
Feria. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Juan Pedro Domecq, justos de presentación y fuerzas, de juego
variado. Destacó el noble tercero.
Morante de la
Puebla,
de verde botella y oro, tres pinchazos y se echa el toro (silencio). En el
cuarto, estocada (saludos).
El Fandi, de nazareno y oro,
estocada caída (una oreja). En el quinto, estocada trasera y tendida (saludos
tras aviso).
José María
Manzanares, de gris perla y azabache, estocada (dos orejas). En el sexto, pinchazo
hondo y descabello (saludos).
Buena brega de Curro
Javier. Manzanares salió a
hombros.
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