Son pocos los que despiertan
interés. *** Se organizan pocas novilladas y, desde que subió el IVA, menos.
*** La fiesta tiene un oscuro futuro.
Álvaro Sanlúcar |
ANTONIO LORCA
Los novilleros se han convertido en un serio problema para
la fiesta. No hay ninguno que ilusione de verdad por su personalidad. Los que
despuntan, que son pocos, no interesan. Los que consiguen mantenerse a pesar de
las dificultades tienen sobrados motivos para el aburrimiento, y cuando se les
presenta una ocasión, se les echa a los leones. Conclusión: la fiesta tiene un
oscuro futuro.
Primer problema: son muy pocos los novilleros que despiertan
interés. Segundo: se organizan pocas novilladas y, desde que subió el IVA,
menos. Los de cabeza se las ven y se las desean para tocar un pitón, y, cuando
tienen una oportunidad, como ayer mismo, luchan sin cuartel con una novillada
correosa, dura, difícil y sin clase. Y vuelta al empezar. Como no han estado
bien, vuelven a los entrenamientos con la agenda vacía y los sueños rotos. Y
esperanza, siempre esperanzados, en que la próxima sea el trampolín que andan
buscando hace años.
Gonzalo Caballero
debutó el año pasado con picadores y se puso en boca de la gente por su valor y
buenas maneras. Triunfó en Sevilla y Madrid y, curiosamente, solo le ha servido
para volver a Sevilla y Madrid. Y, como no ha triunfado, deberá comenzar desde
cero. Lo más normal es que Caballero
se canse y abandone.
Ovaciones
y pitos
Honor y
gloria para Ángel y José Otero y Lipi con las banderillas.
Una
novillada excesivamente dura y correosa cercenó la ilusión de los novilleros.
Ayer, estaba anunciado en una novillada de Nazario
Ibáñez que salió dura como el pedernal, desclasada, amiga de los
arreones, y cuando alguno embestía lo hacía con la cara a media altura y sin
entrega. Y Caballero no decepcionó.
Por el contrario, confirmó las buenas vibraciones que dejó en su anterior
comparecencia —hace ya un año—, y demostró que tiene vocación, buenas maneras,
que maneja con mucha soltura los engaños, que es valiente, que se la juega sin
cuento… Pero de poco le servirán las credenciales.
Aguantó con decisión y firmeza la codicia de su primero, que
embestía con la cara alta, y le permitió demostrar que es imaginativo, y que
tiene capacidad para pensar en la cara del novillo. Mejoró, si cabe, su actitud
en el quinto, un manso descarado, muy deslucido, con el que se mostró valeroso
en todos los terrenos. Al final, fue ovacionado en su lote; es decir, nada. Su
tremendo esfuerzo no le servirá para nada. Téngase en cuenta que en la
temporada pasada, que era una novedad interesante, llegó a matar 17 novilladas,
un escasísimo número para todo un año.
Pero Álvaro Sanlúcar,
que debutó con picadores en marzo del año pasado, ha lidiado nueve novilladas.
Y llega a Las Ventas, como un privilegiado, ante una novillada dura que es la
cara o la cruz de su carrera; y, posiblemente, sea su calvario. Parece que
tiene condiciones y no le falta valor. Quitó por ajustadas gaoneras a su primero, que se le derrumbó a todo lo largo en los
primeros compases de la faena de muleta. Quedó inédito porque su oponente no
valía nada. Brindó la muerte del segundo, le bajó la mano, mandó y ligó una
primera tanda de redondos muy estimables. Después, se dejó pisar la tela y la
perdió en dos ocasiones por falta, quizá, de picardía. A partir de entonces,
bajó la intensidad de la faena, y su toreo fue mecánico y sin gracia. Fue una
labor de más a menos que, a final, quedó en nada. Otro chaval con incierto
futuro.
Y el venezolano César
Valencia lleva también un año con los picadores y en 2012 llegó a lidiar
cuatro novilladas. Y con este bagaje se las vio ayer con el viento, que sopló
con fuerza, y dos marrajos de primera especial. Su primero era adicto a los
arreones y complicado de verdad. El sexto, un novillo regordío, manso de libro,
que huyó de su sombra, que miraba y medía al torero con auténtico peligro, y
allí anduvo el muchacho tragando quina a sabiendas de que no había nada que
hacer, pero mucho que demostrar.
Fue el suyo un examen excesivamente complicado Y, como
tampoco triunfó, ahora le dirán que espere al próximo tren, que no tiene fecha
de llegada. Futuro incierto, muy incierto, pues, para la novillería andante.
Pocas posibilidades existen para los más jóvenes y las que hay muy duras. Así
no habrá futuro.
Hubo otros toreros en la plaza; de plata y de mucha
categoría. Ángel Otero, valentísimo
con las banderillas, ante los arreones del tercero; José Otero, torerísimo, a la hora de banderillear al manso sexto. Y
Lipi
colocó un magnífico par al segundo, dejándose ver y cuadrando en la cara del
novillo. Subalternos hay de categoría, pero a este paso se quedan sin trabajo.
IBÁÑEZ / SANLÚCAR, CABALLERO, VALENCIA
Novillos de Nazario Ibáñez,
correctos de presentación, mansos, descastados, duros y correosos; encastados
segundo y cuarto.
Álvaro Sanlúcar: estocada caída (silencio); media caída
(silencio).
Gonzalo Caballero: pinchazo, casi entera tendida y contraria
—aviso— y dos descabellos (ovación); pinchazo y media baja (ovación).
César Valencia: estocada (silencio); estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. 20 de mayo. Duodécimo festejo de feria. Tres
cuartos de entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Pepe Luis Vázquez.
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