Diego Urdiales, por doblones, ante el toro que abrió la isidrada 2013. Encierro que poco a propicia el lucimiento. |
PACO AGUADO
Foto: EFE
Los mansos y descastados cinqueños de José Luis Pereda
convirtieron la primera de la feria de San Isidro en un festejo tedioso y sin
apenas momentos con una mínima brillantez.
Seis mansos seis, en mayor o menor grado, salieron al ruedo
de Las Ventas para hacer que, ya en la apertura del abono isidril se hiciera
presente un visitante habitual de Las Ventas: el tedio.
Aunque los hubo con cierta nobleza y alguna, pero muy
escasa, prestación, a los seis cinqueños onubenses les faltó algo tan
importante como es la raza para emplearse en la pelea y tomar los engaños con
entrega, y no huir o intentar defenderse de ellos, que fue lo que todos hicieron
sin excepción.
Alguien, en cambio, pudo llamarse a engaño por la forma en
que varios de ellos acudieron a la llamada de los picadores, con prontitud y
fuerza, pero los mismos toros deshacían la posible confusión en cuanto salían
sueltos o huidos tras ese mentiroso arreón con el que alguno incluso consiguió
derribar a la cabalgadura.
Al riojano Diego
Urdiales le tocó abrir la feria con un colorado de muy prometedoras
hechuras, pero que de inmediato mostró su falta de raza acudiendo probón y al
paso a la muleta. Se deslució así el a veces dubitativo empeño del matador,
visiblemente incómodo también por el molesto viento.
El cuarto demostró su mansedumbre desde que se encontró con
los caballos, de los que salió siempre de estampida. Y aunque tomó inicialmente
la muleta en una buena serie de derechazos de Urdiales, lo hizo desganadamente antes de empezar a desentenderse
de todo.
Similar condición de manso en retirada tuvo el segundo de la
tarde, al que Leandro plantó cara en
las tablas de los tendidos cuatro o cinco, el lugar de Las Ventas preferido por
los toros rajados.
Tuvieron cierta vibración algunos muletazos del
vallisoletano, que aprovechó la inercia hacia los adentros del de Pereda, pero poco a poco el manso
empezó a arrollar buscando la salida, cortando así toda posibilidad de que se
pudiera redondear la faena.
El quinto, en cambio, pareció tener menos problemas. Al
menos, no huyó de las suertes y mostró cierta nobleza, aunque Leandro estuvo esta vez más inseguro,
sin llegar a meterse a fondo con el animal.
Fue Morenito de Aranda quien puso más
decisión de la terna. Lo evidenció ya con el tercero, otro de los toros que
dejó algún resquicio, breve, de lucimiento, aunque siempre con una actitud
defensiva. A menos el toro hasta desfondarse, el burgalés puso mucho de su
parte para resolver la papeleta con suficiencia.
Con la tarde en caída libre, Morenito quiso remontar
el ambiente con el sexto, al que recibió con unas decididas verónicas que
calentaron el tendido, al igual que el torero tercio de banderillas que cuajó Luis Carlos Aranda.
Pero el de Pereda, un hondo y gordo burraco, no quiso desmerecer a sus
hermanos y pasó a defenderse, incluso con cierto peligro, en cuanto su matador
tomó la muleta. Y al final el tedio ganó la partida. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de José Luis Pereda,
de buena presencia pero muy dispares de hechuras y volúmenes. Corrida, en
conjunto, descastada y mansa, sin apenas juego en ningún tercio.
Diego Urdiales: delantera contraria y descabello (silencio
tras aviso); pinchazo, delantera perpendicular y descabello (silencio tras
aviso).
Leandro: dos pinchazos y media caída (silencio tras
aviso); estocada baja y descabello (silencio).
Morenito de Aranda: pinchazo y bajonazo (silencio); cuatro
pinchazos y descabello (silencio).
Saludaron en banderillas Miguel
Martín, Luis Carlos Aranda y Pascual
Mellinas. Buenos puyazos de Óscar
Bernal y Héctor Piña.
Primera corrida de la feria de San Isidro. La plaza registró más de
tres cuartos de entrada en tarde de viento racheado.
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