Como lo único
oficial con lo que se cuenta es con la Comisión Wert, habrá que acordarse de
ella para plantear la actual "burbuja taurina", que acabará por
estallar y salpicar a todos. Cuando una actividad de negocio no responde a la
realidad del mercado, termina saltando por los aires. Reciente tenemos la caída
de grandes conglomerados -más trascendentes que lo taurino- que se derrumbaron
como castillos de naipes. La Fiesta no está vacunada contra este fenómeno. Por
eso, o se produce un cambio sustancial en la globalidad de su entramado, o el
riesgo de tsunami espera a la vuelta de cualquier esquina. Las preocupaciones
de la citada Comisión por el marco institucional pueden ser relevantes; la
búsqueda de una solución a la "burbuja" raya en la supervivencia. Es
cuestión de prioridades.
Servicio
de Documentación
Según el diccionario de la Real Academia, las
burbujas económicas se definen como aquel
proceso de fuerte subida en el precio de un activo, que genera expectativas
de subidas futuras no exentas de riesgo. En el fondo, lo que la Docta Casa nos
viene a decir es que en ese singular movimiento económico lo que en realidad se
produce, es un desfase o un desacople en las leyes fundamentales de la economía
de libre mercado: la oferta y la demanda
siguen caminos no confluyentes entre sí y con los precios objetivos, para no
responder al valor real de aquello que se intercambia.
Siguiendo en su sentido estricto estas
definiciones, no resulta hoy un simple juego imaginativo, una ocurrencia,
preguntarnos si no nos encontramos ya metidos de lleno en una burbuja taurina,
que más bien antes que después acabará por estallarnos en las manos,
arramplando como muchos criterios, que hasta ahora han sido como dogmas, y dejando
a no pocos damnificados en el camino.
Parece evidente que, mientras los unos nos
contamos a los otros viejas historias
llenas de pura nostalgia, en la Fiesta
los distintos caminos que sigue la oferta coinciden cada vez menos que los de
la demanda, con una alteración sustantiva --en más o en menos, según los
casos-- del precio real de los bienes taurinos en juego y la asunción
correspondiente de nuevos riesgos. Burbuja pura. Y así, ni hay público para
rentabilizar el número de festejos que se programan, ni la demanda de ganado
bravo responde a la realidad de lo que existe en las dehesas, ni el elevado
número de los profesionales en activo guarda relación con las posibilidades de
trabajo, por citar tres ejemplos evidentes. ¿Cómo si no se explica que con el
incremento de los riesgos del negocio pueda mantenerse este tinglado de pié? Y
sobre todo: ¿cómo puede sobrevivir basándose en criterios, usos y costumbres
que vienen casi del siglo XIX?
Dicho todo lo cual, conviene advertir, antes
de seguir adelante, que no se trata en este Informe de dibujar un panorama
negro, que tan sólo lleva a posiciones
pesimistas, que resultan inoperantes. Se trata, por el contrario, de reflejar
una serie de realidades, concatenadas entre sí, que exigen que todo el sector
taurino deje de "mirarse al ombligo" para poner orden en las cosas de
esta casa común que es la Fiesta. Y hacerlo mejor hoy que mañana.
La burbuja ganadera
En realidad, la burbuja taurina pasa a ser la
suma de muchas burbujas sectoriales. La más evidente, probablemente la más
preocupante a futuro, es la burbuja ganadera: contamos hoy con una cabaña de
bravo sobredimensionada en extremo, que ha provocado una caída de los precios
de forma exponencial, hasta colocar en pérdidas insalvables a una mayoría de
criadores.
Cuando camadas enteras tienen que enviarse al
Matadero, porque no hay fondos para pagar algo tan básico como su alimentación;
cuando una buena parte del campo bravo está en venta, como se comprueba con esa
aparición de nuevos ganaderos salidos de las ganancias de algún otro negocio
ajeno a lo taurino, o de la necesidad o el capricho de adquirir una hipotética
relevancia social; cuando hay criadores que aceptan vender “a lo que pueda
ser”, con tal de tener liquidez para hacer frente a los gastos del mes
siguiente. Cuando todo eso se produce, resulta innegable que la burbuja
ganadera está ahí y que algún día estallará, llevándose por delante a más de
uno.
No se trataría más que uno de esos vaivenes
que encierra toda actividad de negocio, que en unas ocasiones van mejor que en
otras, si no fuera porque con estos movimientos del mercado estamos poniendo
riesgo el futuro de un tesoro como es el toro bravo y de su rica variedad de
encastes. Si este ritmo de deterioro sigue, sin que nadie se preocupe de incorporar
criterios de racionalidad, podríamos ir camino de que al toro de lidia haya que
declararlo especie protegida en peligro de extinción.
Evitar esa pendiente obliga a algunas cosas
muy básicas. Y así, por ejemplo, debería meditarse si no ha llegado el momento
de recuperar la diversidad de los encastes, en lugar de concentrarlo todo en
ese monoencaste hoy imperante; de dar al verdadero ganadero el sitio
preeminente que le corresponde en la Fiesta; de recuperar el respeto por eso
que algunos han denominado con acierto “los derechos del toro”: básicamente, el
derecho a su integridad y a su herencia genética; de dejar que el mercado expulse a aquellas
ganaderías que hoy se mantienen artificialmente porque resultan inviables,
mediante el ajuste de los precios a la realidad del negocio.
Caso a parte por su gravedad es el que viven
las ganaderías, muchas de ellas con encastes minoritarios que deben
preservarse, que surten a la fiesta de base, numéricamente mayoritaria y, sobre
todo, de esencial importancia para el mantenimiento de la presencia de la
Fiesta en todos los puntos de la geografía española.
La burbuja empresarial
No es menos acusada la burbuja empresarial,
pese a que en esta temporada ya hubo ciclos feriales que han reducido su número
de espectáculos. El problema radica en que ese menor número de festejos no está
teniendo el efecto previsto, sino que coincide con reducción en proporción aún
mayor en la demanda de entradas.
El caso de Pamplona es de todo punto
excepcional y no repetible, gracias a su
internacionalización y a la fidelidad de las peñas. Pero fuera de este caso,
nos encontramos con que en la Feria de San Isidro tan sólo tres días se puso el
“no hay billetes” o que en la feria de Sevilla ocurrió otro tanto, que Bilbao
organizan a bombo y platillo dos festejos extraordinarios y se queda la cosa en
la mitad del aforo, que en Córdoba la Casa Chopera tiene que renunciar a la
gestión de la plaza por ser económicamente insostenible… Y nada digamos de esas
corridas fuera de feria en las que tres figuras no llevan a la taquilla ni la
mitad del aforo.
Veremos ahora que ocurre, por ejemplo, en
Málaga, con los 10 espectáculos mayores que se han organizado para su
abono. Y lo que pasa en Huelva con José
Tomás, porque resulta llamativo que la empresa haya tenido que salir a
desmentir que se hayan acabado las localidades: hay más demanda que oferta para
la tarde del torero de Galapagar, pero no para los restantes festejos; en el
fondo, parecen estar diciendo que el abono no tira en la medida de lo previsto,
o de lo que era habitual cuando se anunciaba a este torero.
En los negocios digamos convencionales
circunstancias de tales dimensiones, han derivado en una paulatina
concentración empresarial. Lo estamos viendo ahora en el caso del sector
financiero, por ejemplo. Y aunque el negocio taurino se encuentre a años luz de
éste, tanto por dimensión como por sus características esenciales, constituye
un salida razonable para este tipo de crisis.
Si acudimos a datos de la temporada 2011, más
del 80% de los espectáculos mayores celebrados en plaza de primera –los
teóricamente más rentables-- fueron organizados por las 5 grandes empresas
taurinas, en tanto todas las demás empresas no superaba el 20%. Se da, pues, un
alto grado de concentración. [Fuente: Levante-El Mercantil Valenciano, 7 de
julio de 2012].
Y en esa estadística no se incluyen datos
relativos a la triple alianza que, desde el gobierno de la Plaza de Las Ventas,
se ramifica luego por diversos lugares.
No pueden aportarse estos dato --a parte de corresponder a Ejercicio
diferente--, porque la verdadera naturaleza de tal alianza resulta por ahora la
gran desconocida, que solo será verdaderamente desvelada cuando se pueda
conocer una auditoría independiente. Y así, por ejemplo, una auditoría
desvelará si Matilla y Casas son empleados de alto standing de una tercera
empresa o si realmente forman parte de la propia Taurodelta, como desvelará
--en el caso de ser empresas independientes-- el tipo de pactos
intersocietarios que se dan entre ellas. En virtud de tales datos se conocerá
si tal alianza supera o no los límites establecidos para no incurrir en
posición de dominio, que afecte a la libre competencia.
En cualquiera de los casos, la concentración
empresarial como vía de salida a la burbuja empresarial resulta un recurso muy
limitado, salvo que se propugne un monopolio aún más cerrado. Por ello, no
parece que por aquí vaya a venir la solución, por lo que el único camino pasará
por el replanteamiento global del negocio taurino: sólo los empresarios no
tiene capacidad para resolver la globalidad de la burbuja taurina, y podría
afirmarse que ni siquiera su propia burbuja, dada la dependencia tan fuerte de
terceros que tiene en su actividad.
La burbuja audiovisual
Sin ir más lejos, cuando este tipo de
realidades se dan en simultáneo con una gestión con criterios que en poco
responden a las realidades económicas actuales, el resultado no puede menos que
ser tenido muy en cuenta. Y así, por ejemplo, en esta campaña vivimos un poco
de contratos multianuales con la televisión, sin cuyos ingreso extraordinario
--Ramón Valencia dixit-- la feria de Sevilla resultaría insostenible. Pero, si
tan necesario son tales ingresos extras,
¿qué ocurrirá la próxima campaña, cuando no haya ya contratos pendientes
de cumplirse y por tanto haya que renegociarlos de nuevas?
De esta forma, la burbuja empresarial se ve
implicada en la burbuja audiovisual. Aquí parecen de inmediato el G-10, ASM,
ANOET y la Comisión la Competencia, con su pleito ahora en los comienzos. Sin
necesidad de que haya una resolución firme --que puede no llegar hasta 2018 ó
2019--, el antiguo status quo se ha comenzado a alterar. Y lo previsible es que el nuevo modelo se parezca poco al
actual.
Siguiendo el proceder del G-10, que ha abierto
una brecha en el escalafón --no ya de la torería en general, sino entre los
profesionales que frecuentan las ferias--, el establecimiento de una nueva
situación obliga a replantear el problema en su conjunto, esto es: desde las
cuadrillas a los ganaderos, todos los cuales también tienen sus derechos
audiovisuales como parte que son del espectáculo. Y una vez pues todos han concretado sus reivindicaciones, ya veremos si un canal
de pago en una sociedad en crisis --cuando además es propiedad de una empresa
digital que le acosa su situación financiera--, tiene o no recorrido para
continuar, al menos en su estructura actual, por más que ésta sea
manifiestamente mejorable, que menudo bajón de calidad ha dado de la anterior
temporada a la actual.
Como a mayor abundamiento una crisis profunda
ha hecho presa en las cadenas autonómicas, muchas de las cuales están llamadas
a ser subsumidas por el sector privado o a desaparecer, la burbuja audiovisual
pierde una de sus posibles patas de apoyo para superar la situación.
La burbuja profesional
Entremezclada con todas estas burbujas
sectoriales aparece la que afecta a los profesionales, en especial a los
matadores de toros, pero también a los novilleros, en la medida que constituyen
la garantía de la continuidad.
Cierto que se trata de profesionales del Arte,
pero tienen una singularidad en sus actividades: generalizadamente la realizan
por cuenta ajena, a diferencia de lo que pueda ocurrir con cualquier otro
artista. Por eso se ven de lleno implicados en la situación general que en cada
momento vida la Fiesta.
Dando por descontado que el caso de la
novillería responde básicamente a criterios de viabilidad económica --más
precisamente: en la capacidad de todos los sectores de invertir en futuro--,
parece de toda evidencia que los matadores de toros, y en especial quienes
comandan el escalafón, vienen abocados a cambiar sus criterios. Eso que con
tanto tino Zabala de la Serna ha definido como la Fiesta de “las dos ligas”,
tiene poco sitio de futuro. De hecho, o los que forman el espinazo de todas las
ferias asumen nuevos y mayores compromisos profesionales y éticos, o el mercado
acabará por ponerlos en su sitio. Es una ley inexorable de la economía y de los
usos sociales.
Hay que tener en cuenta que el espectáculo taurino
ha pasado a ser mercancía de lujo, ahora más acusadamente con el subidón del
IVA. La mercancía de lujo, dicen hoy todos los estudios, mantiene una clientela
muy fiel, pero muy limitada. No puede por ello ser la casilla en la que caiga
la Fiesta, que por su propia naturaleza debe ser un espectáculo de masas. Como
tal, resulta muy sensible a sus disponibilidades económicas, como demuestra el
retroceso en los ingresos de taquilla. Nos quedamos así en la antesala misma de
la elección selectiva de los espectáculos
los que uno asiste.
Para salir de esa situación, necesariamente
los profesionales se ven obligados a asumir nuevos compromisos que revaloricen
su papel y pongan en consonancia su aportación real y diaria a la Fiesta con
los emolumentos que pretenden cobrar: la rutina acomodaticia ya no tiene
sentido. No cabe duda que se trata de un nuevo planteamiento, rompedor con lo
que hasta ahora se produce. Pero las leyes de la economía, que son inexorables,
recomiendan siempre ponerse al frente de esa procesión, porque en caso
contrario se ve uno arrastrado hasta llegar a donde no quería ir.
¿Y si vienen los “hombres de negro”?
Por no complicar más las cosas, eludimos
cualquier referencia a los posibles efectos de los denominados “hombres de
negro” que Europa pueda mandar para controlar la situación económica del país.
Pero dejemos constancia que su llegada no
sería un factor neutro para la Fiesta. Desgraciadamente no es una mera
ocurrencia dialéctica. Ya hemos visto lo ocurrido, sin que aún hayan llegado oficialmente,
con el IVA taurino. Pensemos en los efectos que tendrán si, además, actúan
sobre todo el entramado de estructura, ingresos y gastos del conjunto de las
Administraciones públicas, desde la general del Estado hasta la del último
pueblo. Repasemos las implicaciones que la Fiesta tiene con todas ellas y
llegaremos a conclusiones nada despreciables. Y es que, aunque parezca una
extravagancia, los "hombres de negro" también afectarían a la Fiesta.
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