Los taurinos somos respetuosos,
tolerantes y podemos compartir. Otros sectores no pueden decir lo mismo...
Mandatarios
y funcionarios públicos de varias
naciones, haciendo dejación de sus auténticas obligaciones humanas, han
intentado prohibir el mantenimiento de la fiesta brava y abolir de un plumazo las cuatricentenarias expresiones de cultura
taurina, como si la crisis monetaria
y social de Europa y América se
solucionara con restricciones a la libertad de los ciudadanos.
Fuera de
contexto y de actualidad, en Portugal y Colombia acaban de
producirse dos manifestaciones de esta intolerancia social, sin mediar
consulta o estudio de la situación,
pero, seguramente, al amparo de beneficios monetarios personales, sin medir el perjuicio social.
En
Portugal, un ínfimo grupo político, con
voz en el parlamento, intentó, mediante
moción negada por amplísima mayoría,
acabar con las transmisiones de radio y televisión de eventos taurinos,
meta que sigue camino con el
cierre de la crónica y la reseña, para
hacer añicos la libertad de expresión.
Debate en cámara plena, en el recinto por excelencia
de la democracia lusa. Una propuesta de prohibir, limitar y acabar,
sin aliento popular y sin razón. Otra de apoyo a la libertad, sin
restricciones, salvo las derivadas del orden y el bien común. Triunfó la
sensatez y todo se mantiene en la normalidad, con una fiesta brava robustecida.
De
la discusión surgió la gran verdad. El
proponente, derrotado o puesto al descubierto, no tiene una militancia política
en su grupo que supere en número la concurrencia de la plaza
taurina más pequeña de Portugal. Y ni hablar de la sintonía de la más
reciente transmisión. Por miles los televidentes taurinos, por escasas decenas las listas de partidarios del
movimiento prohibicionista.
En
Colombia se produjo otro caso de esos
curiosos eventos o actos de una administración
municipal, desasistida de crédito
y confianza en la ciudadanía. El
Alcalde de (Santafé de) Bogotá, el ex
combatiente irregular Gustavo
Petro, acusado de crímenes desde antiguo, pero ahora resaltados por su
terquedad prohibicionista, declaró como ajena
a fiestas taurinas la Plaza de
Toros construida en la década del
treinta, del siglo pasado por Don Fermín
Sanz de Santamaría.
Modelo
de arquitectura y modelo de desprendimiento humanitario, la obra, patrimonio cultural
bogotano, fue donada al municipio
capitalino para que con sus beneficios económicos se hagan obras sociales, incluido el
mantenimiento de parques, lo cual venía
ocurriendo sin sobresaltos y sin
demoras, pues la empresa promotora rendía
cuentas con exactitud y pulcritud.
Se
le ocurrió al Alcalde Petro la descabellada
idea de “prohibir los toros” en procura
de un tibio aplauso de grupos antitaurinos, financiados por capitales extranjeros, sin saber que el documento de donación se hizo
exclusivamente para que haya corridas, novilladas y festejos menores en la
hermosa y céntrica plaza, lo cual revela miopía y tozudez inadmisibles en un alcalde de ciudad tan
rancia y vieja en lo referente a
tauromaquia.
Miles
de personas son afectadas en lo moral y
económico por depender de las fiestas taurinas, pero en adición
hay que destacar que de acuerdo a
las declaraciones de derechos humanos, aceptadas universalmente, a nadie se
le puede prohibir que haga uso de sus tradiciones y costumbres, siempre y
cuando no afecten los mismos derechos de otras personas.
Las
corridas en Bogotá a nadie causan daño,
pero si permiten, con el pago de impuestos y arrendamientos municipales
cubrir el mantenimiento de la
instalación y mejorar la calidad de vida
de todos, en tanto que la prohibición
solo deja beneficios, por sobornos, a un reducido grupo de funcionarios, nada asistidos de apoyo
popular ni de la confianza de los santafereños bogotanos.
El
respeto social y el aprecio de la
cultura taurina, con sus vertientes literarias, de bellas artes y lingüística,
unidas a los hechos sociológicos de las
costumbres y tradiciones, ya ancestrales, mediando cuatro siglos, nos llevan a proponer que una
consulta o referendo se implemente, con libertad y transparencia, sin las
presiones y fraudes desplegados en Ecuador,
para que sean los ciudadanos los que decidan el futuro
uso de la plaza.
El Alcalde
Petro ha dicho que ahora la cultura será el centro y razón del uso
del coso. Ante tan
demagógica expresión cabe
resaltar que la ocupación taurina anual
totaliza cincuenta horas anuales,
lo cual no llega ni siquiera al dos por
ciento de las 8760 horas de que consta
el calendario de un año.
Una
verdad del tamaño de una catedral,
frente a un inmisericorde ataque a la
cultura taurina, la cual puede convivir y compartir la escena con
cualquier otra manifestación de
la misma índole, trátese de canto,
baile, danza, ópera, literatura, pintura,
escultura, teatro, mimos, payazos, artes circenses, etc., al igual
que exposiciones agropecuarias, de ciencia, de innovación y tecnología.
Es
así. Los taurinos somos respetuosos, tolerantes y podemos compartir. Otros
sectores no pueden decir lo mismo.
(*)
NELSON HERNANDEZ RAMIREZ
Presidente
del Capítulo Nacional Venezuela
Director
del Capítulo de Madrid
Delegado
para América
Círculo
Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida
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