martes, 24 de julio de 2012

LA OPINIÓN DE BARQUERITO SOBRE ACTUACIÓN DE CÉSAR VALENCIA: Cartel internacional en la final del Certamen de Novilleros


El cordobés Ortega, el colombiano Viriato y el francés Leal seleccionados tras las cuatro novilladas de preselección. Buen debut del venezolano César Valencia.
BARQUERITO

El cordobés Juan Ortega, el colombiano Juan Viriato y el francés Juan Leal fueron elegidos la noche del domingo finalistas del certamen de novilleros de los veranos de las Ventas. Un jurado mixto integrado por Canal Plus y la empresa Taurodelta, co-patrocinadores del concurso, hizo público su veredicto al término de la cuarta de las cuatro novilladas de selección. La quinta del ciclo será la final y se celebrará el domingo 29 con ganado de Domingo Hernández y Garcigrande. El fallo del jurado fue acogido con sorpresa y escepticismo.

La novillada de la cuarta prueba fue del hierro de La Guadamilla, encaste Juan Pedro Domecq. El más bravo de los seis toros del envío fue un segundo de espléndidas hechuras pero fundido en un primer puyazo severo, larguísimo, despiadado. El toro se empleó con corazón en el caballo. Noble, se aplomó después. Muy encima de él Juan Leal, torero en agraz, calmoso, sereno, encajado, vertical, con cierto ángel. Parece salido casi al calco de la tauromaquia de Castella y, por tanto, del ojedismo, o del toreo en zona cero.

Algo frío de cuello, este joven Juan Leal es el último vástago de una prolija dinastía de toreros radicada en Arles pero oriunda de Almería y llegada a la Provenza francesa después de haber recalado en la Orán franco-argelina de los años 50. Orán tenía entonces plaza de toros y mucha actividad taurina en verano. Este "Juan Leal" es un apodo conformado con el segundo de sus nombres de pila y el apellido materno, pero también el nombre con que se anunció el fundador de la dinastía. Con el quinto novillo de La Guadamilla, voluminoso, noblote, el nuevo vástago de los Leal anduvo valiente pero en secante distancia, airoso en los desplantes, desafiante de puro arrojo y muy decidido con la espada.

Hubo un novillo de gran son en esta cuarta entrega: el sexto, de viajes humillados y acompasados por las dos manos. Y lo toreó con desparpajo, sinceridad y a ratos con ritmo y calidad también un jovencísimo novillero venezolano, caraqueño, César Valencia, con los dieciséis años recién cumplidos. De la dinastía de los Valencia, no tan prolífica como las de los Girón, ni tampoco como la de los Leal, pero muy querida en Venezuela. El joven Valencia fue la sorpresa de este concurso. Si no llega a fallar con la espada –seis pinchazos, media chalequera-, corta una oreja. Una oreja le habría abierto por méritos propios la puerta de la final.

El concurso se ha saldado sin una sola vuelta al ruedo ni una oreja. César debutaba no solo en Madrid sino con picadores y acusó la falta de asiento y experiencia en el torito del estreno, que fue bueno pero no sencillo porque se quedó sin picar. Lo mató de estocada muy caída.

El único representante de la Escuela Taurina de Arganda –Fundación El Juli- era Fernando Adrián, que ya había toreado en primavera en Madrid. De entonces acá ha ganado en oficio, y eso que llamaba la atención entonces justamente por eso. Inteligente, con excelente colocación, templado y paciente, Adrián resolvió sereno, templó con pulso bueno las embestidas de dos toros de desiguales apoyos pero nobles y se dejó sentir como torero apto y en evolución. Siendo torero de escuela, lo parece para bien: notable la técnica, que es la base. Y valor suficiente.

La nota grata del concurso han sido las excelentes entradas en la sombra. Precios económicos o políticos, asientos sin numerar y mayoría llamativa de turistas extranjeros. 

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