El cordobés Ortega,
el colombiano Viriato y el francés Leal seleccionados tras las cuatro
novilladas de preselección. Buen debut del venezolano César Valencia.
BARQUERITO
El cordobés Juan Ortega, el colombiano Juan
Viriato y el francés Juan Leal
fueron elegidos la noche del domingo finalistas del certamen de novilleros de
los veranos de las Ventas. Un jurado mixto integrado por Canal Plus y la
empresa Taurodelta, co-patrocinadores del concurso, hizo público su veredicto
al término de la cuarta de las cuatro novilladas de selección. La quinta del
ciclo será la final y se celebrará el domingo 29 con ganado de Domingo
Hernández y Garcigrande. El fallo del jurado fue acogido con sorpresa y
escepticismo.
La novillada de la cuarta prueba fue del
hierro de La Guadamilla, encaste Juan Pedro Domecq. El más bravo de
los seis toros del envío fue un segundo de espléndidas hechuras pero fundido en
un primer puyazo severo, larguísimo, despiadado. El toro se empleó con corazón
en el caballo. Noble, se aplomó después. Muy encima de él Juan Leal, torero en agraz, calmoso, sereno, encajado, vertical,
con cierto ángel. Parece salido casi al calco de la tauromaquia de Castella y, por tanto, del ojedismo, o del toreo en zona cero.
Algo frío de cuello, este joven Juan Leal es el último vástago de una
prolija dinastía de toreros radicada en Arles pero oriunda de Almería y llegada
a la Provenza francesa después de haber recalado en la Orán franco-argelina de
los años 50. Orán tenía entonces plaza de toros y mucha actividad taurina en
verano. Este "Juan Leal" es un apodo conformado con el segundo de
sus nombres de pila y el apellido materno, pero también el nombre con que se
anunció el fundador de la dinastía. Con el quinto novillo de La
Guadamilla, voluminoso, noblote, el nuevo vástago de los Leal anduvo valiente pero en secante
distancia, airoso en los desplantes, desafiante de puro arrojo y muy decidido
con la espada.
Hubo un novillo de gran son en esta cuarta
entrega: el sexto, de viajes humillados y acompasados por las dos manos. Y lo
toreó con desparpajo, sinceridad y a ratos con ritmo y calidad también un
jovencísimo novillero venezolano, caraqueño, César Valencia, con los dieciséis años recién cumplidos. De la
dinastía de los Valencia, no tan
prolífica como las de los Girón, ni
tampoco como la de los Leal, pero
muy querida en Venezuela. El joven Valencia
fue la sorpresa de este concurso. Si no llega a fallar con la espada –seis
pinchazos, media chalequera-, corta una oreja. Una oreja le habría abierto por
méritos propios la puerta de la final.
El concurso se ha saldado sin una sola vuelta
al ruedo ni una oreja. César
debutaba no solo en Madrid sino con picadores y acusó la falta de asiento y
experiencia en el torito del estreno, que fue bueno pero no sencillo porque se
quedó sin picar. Lo mató de estocada muy caída.
El único representante de la Escuela Taurina
de Arganda –Fundación El Juli- era Fernando
Adrián, que ya había toreado en primavera en Madrid. De entonces acá ha
ganado en oficio, y eso que llamaba la atención entonces justamente por eso.
Inteligente, con excelente colocación, templado y paciente, Adrián resolvió sereno, templó con
pulso bueno las embestidas de dos toros de desiguales apoyos pero nobles y se
dejó sentir como torero apto y en evolución. Siendo torero de escuela, lo
parece para bien: notable la técnica, que es la base. Y valor suficiente.
La nota grata del concurso han sido las
excelentes entradas en la sombra. Precios económicos o políticos, asientos sin
numerar y mayoría llamativa de turistas extranjeros.
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