Se festeja sin
condiciones ni reservas el retorno a su nido de Pamplona del Ciclón de Jerez.
Generosa recompensa: dos orejas. Endeble y descastada corrida de Torrehandilla.
BARQUERITO
A Padilla
lo recibieron en Pamplona como si fuera un héroe resucitado. Aqueos de vuelta
de Troya: el final de la Odisea. Fue asomar Padilla por el portón y romper en un monumental clamor las peñas y
no peñas, la sombra y el sol. En pie la gente. Se coreó el estribillo y pareado
clásico: "Illa, illa, Padilla, maravilla". Le cantaron luego
más cosas todavía: el "¡Qué huevos tienes, Padilla…!"
–metafórica alusión a su valor- fue la más celebrada copla. Una peña de sol se
había plantado en la plaza con banderas corsas de barcos piratas; las banderas
no dejaron de flamear en toda la tarde, que fue, por cierto, muy ventosa.
Parche de tafetán en el ojo perdido no se sabe
si irremediable o pasajeramente, Padilla
fue protagonista. La canción del pirata. Viento en popa a toda vela,
romanticismo de charanga y pandereta, héroe deportivo. Dio lo mismo todo. Se
vinieron abajo los dos toros de lote, que tuvieron su cara y sus puntas pero no
podían ni con las botas. Ni resuello ni fondo ni ganas ni son. El primero bramó
dolido, se soltó mucho, no llegó a encelarse. El mustio cuarto solo pegó
topetazos. Se sangraron los dos toros, se echaron por eso.
Padilla hizo en banderillas el gasto sin escatimar. Cada uno de sus gestos
rebotó en las gradas y andanadas de sol –siete, ocho o nueve mil almas- como
una pelota maciza en un frontón. Chasquido formidable, incondicional. Cuando la
cornada del pasado octubre en Zaragoza, amigos y peñas de Pamplona se volcaron
con Padilla febrilmente. Lo que hiciera
falta. Esta corrida de vuelta de Padillla
se celebró como una resurrección. Como si el torero volviera de otro mundo.
Cuando Padilla
se desplantó antes los dos toros exangües de su lote, la gente bramó de placer.
No hubo mayor ni menor exigencia. Sin puntilla rodó el primero; dobló de flojo
el segundo. No hizo falta más para que rompiera una profusión de pañuelos.
Orejas, a hombros Padilla, que se
pegó dos vueltas al ruedo clamorosas. Cuando pasó por delante de la peña de
piratas, subió de grados la temperatura. Patente de corso.
Pero la corrida de los dos hierros de Joaquín Morales, que se estrenaba en
sanfermines, fue impropia de Pamplona. Comparada con cualquiera de las siete
jugadas en las siete fechas previas. Y sin compararla. Los toros cumplieron con
el protocolo del encierro –lo hicieron a galope tendido- pero no tuvieron en la
plaza y por la tarde ni media bofetada. La figura del ganadero ladrillero –el
empresario de la construcción metido a criador de bravo- quedó retratada y
enterrada con este tropezón de Pamplona.
Como estaba Padilla de escudo y rehén, no se le dio relevancia al argumento de
fondo. El Juli le sacó al ganadero las castañas del fuego. No con el
segundo de la tarde, que no tuvo aire ni para defenderse, pero sí con el
quinto, al que acabó convenciendo, trajinando, sosteniendo y templando en la
que fue faena de más ciencia y autoridad de la tarde. En el reparto de orejas
de tómbola –capricho de los asesores del palco presidencial de Pamplona- no
tuvo suerte El Juli esta vez. Concedieron generosas orejas a Padilla y una meritoria y legítima a Luque. A El Juli lo castigaron no
se sabe por qué.
Con el capote toreó Julián con empaque, ajuste y gusto a sus dos toros, de salida, en
quite, en brega y recortes, y a pesar del viento, y al quinto, de agónico pero
rebelde espíritu, lo gobernó con látigo suave en bella faena de autoridad.
En un rincón de este cartel estelar de
sanfermines- estrellas Padilla y El Juli- se acomodó de tapado Daniel Luque, que, sin llegar a morder,
fue tercero en discordia. Un quite fastidioso al quinto toro, que no tenía para
eso sostén, y un trabajo guerrero, entero y pícaro con el sexto de corrida, el
más armado de todos, el menos endeble. Una estocada en los medios antes del
clásico final de fiesta de San Fermín en la plaza: centenares de almas que
esperan en la puerta mayor para ganar la arena y participar en el adiós coral y
de fanfarrias a la Feria del Toro. Ha ganado sitio y peso el tarareo de la
Marcha Radetsky. Esto empieza a parecerse al concierto de Año Nuevo en Viena.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Joaquín
Morales. Todos, son el hierro de Torrehandilla,
salvo el tercero, que llevaba el de Torreherberos.
Corrida terciada, baja y corta, astifina. Descarado el sexto. De poco fuelle y
pobre juego. De inocua nobleza, Se echaron primero y cuarto por endebles.
Juan José Padilla, de canela y oro, oreja y
oreja. El Juli, de tabaco y oro,
silencio y saludos. Daniel Luque, de
caña y oro, silencio y oreja.
Pamplona. 10ª de abono. Nubes y claros, revuelto,
ventoso. Lleno.
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