Raquel Sanz habla para LA RAZÓN a días de la fatídica cornada que le partió el corazón al diestro.
PATRICIA NAVARRO
@PatriciNavarro
Diario LARAZON de
Madrid
Fotos: EFE
El próximo 11 de octubre haría dos años de casada. Nueve
llevaba en común con Víctor Barrio. Raquel Sanz es la viuda del torero. La
última vida cobrada en las astas del toro. Ella estaba, como siempre, en la
plaza. También la hermana, el padre y los abuelos del diestro segoviano.
Aquella tarde del 9 de julio fue el día fatídico en Teruel e impresionante su
entereza para hablar, con extremo vértigo y pudor. Se cumple aquello de que
detrás de un gran hombre, hay una gran mujer. Han pasado apenas tres días, y
rompe su silencio, por Víctor y por todos los toreros. “Estoy orgullosa de mi
marido. Él dejó todo y quiso cumplir un sueño”. Se conocieron antes de que
Víctor comenzara su andadura en los ruedos y desde entonces “lo hemos
compartido todo. Él es mi pilar”. Nos adentramos en la conversación con la
cautela y el pudor del dolor reciente.
–¿Cómo está?
En una nube. Pienso que Víctor está en el campo y que va a
volver en cualquier momento. A veces más entera de lo que jamás hubiera
pensado, pero es él que me inyecta la fuerza en vena esté donde esté. Me queda
tanto que no quiero ni pensarlo.
–Decía en Twitter que
se le había ido la vida.
Sí, yo he dado mi vida por él, porque he querido y la he
adaptado a él. Me hacía feliz. Cuando nos vinimos de Madrid a Sepúlveda sabía
que renunciaba a muchas cosas profesionalmente pero lo hice consciente y
encantada.
–¿Conoció a Víctor ya
en los ruedos?
Qué va. Cuando yo le conocí no era torero. Le gustaba y
enredaba con estos temas pero no había empezado. Al poco sí que lo hizo. Él
estaba trabajando en el campo de golf y tomó la decisión de dejarlo todo e
intentarlo.
–¿Y cómo se lo tomó?
Yo nunca le dije nada. No quería que pudiera echarme en cara
que no había intentado su sueño, yo era la última en llegar y le respeté
siempre.
–¿Le gustaban los
toros?
Yo no tenía ni idea de nada. Pero sí me acuerdo de una
conversación que tuvimos antes de empezar esta aventura y me decía que si
tiraba para adelante iba a ser muy duro todo. No se refería a lo que ha pasado
claro, pero sí al tiempo que iba a estar fuera de casa. Era su sueño y su vida
y nadie podía hacer nada.
–Y no faltaba en el
tendido.
No. Alguna vez que no he podido ir ha sido casi peor.
Disfrutaba viéndole torear, me llenaba, me gustaba, me he hecho aficionada por
él. Aunque luego era muy crítica, él siempre decía que le metía mucha caña.
Pero confiaba mucho en sus facultades, en su valor, y en esa capacidad inmensa
que tenía para transmitir.
–Y llegó Teruel.
Eso es una pesadilla. Nos fuimos gente de Sepúlveda en un
microbus y pasamos el día allí. Había buen ambiente.
–Y el padre de Víctor
también.
El padre se fue con unos amigos y resulta que se les averió
el coche. Tuvieron que llamar a una grúa y llegaron cuando mataron al primer
toro.
–¿Fue consciente de
la gravedad de la cogida?
No quiero ser consciente de la gravedad en el momento. El
día anterior fue la cogida de Javier Jiménez en Pamplona y me impresionó mucho
pero fíjate que después sale de la enfermería. Es como que siempre está el
milagro, lo imposible... Cuando vi a Víctor inerte en el suelo pensé en Javier
en ese momento y en Escribano, que se desangraba también en la cornada... Su
hermana se fue hacia la enfermería y yo quise esperar. Cuando miré a Moncholi y
me puso una cara rara... Entonces me fui.
–Pero las noticias
tardan en llegar.
Cuando llegué en la puerta no decían nada. Fue una
pesadilla. Yo me decía, es grave pero va a salir. Es una cornada, hoy ya no se
muere de una cornada, hay solución. Pensaba que era en el lado derecho, que no
estaba el corazón. Le intentaron reanimar y el parte de defunción está firmado
a los 20,25 de la tarde. Estuvimos media hora esperando. Alguien me dijo que no
era tan grave, que le estaban operando.
–Horrorosa espera.
Yo estaba en la calle de un lado para otro. Hasta que
escuché gritar a su padre y salir también al mío llorando. Y de lo que pasó a
partir de ahí no me he hecho a la idea todavía. ¡Ya nadie se muere en una
plaza, por qué nos tiene que tocar a nosotros! No he dejado de preguntármelo
pero alguien me ha dicho que no me haga preguntas y es verdad, sólo sirve para
hacerme daño.
–Estamos mal
acostumbrados.
Víctor estaba indignado con este tema, con que los propios
toreros le restaran importancia a las cosas con fotos al día siguiente de
cogidas muy graves. Ha tenido que pasar esto para tener un golpe de realidad.
–¿Cómo vive ese
linchamiento anti?
Por la vía judicial llegaré hasta las últimas consecuencias.
Pero la realidad es que me ha llegado una avalancha de personas de todo el
mundo, mensajes en inglés, en alemán. Gente que no te conoce de nada, que está
al lado o a miles de kilómetros. ¿Lo otro? Lo que digan estos seres, porque me
cuesta llamarlos humanos, no me duele, me da pena. Si te metes en los perfiles
casi todos son falsos, al final no son tantos pero hacen mucho ruido.
–La propia madre
pidió respeto para los toreros.
Lo de su madre es espectacular. Pidió respeto a los toreros,
porque es una profesión muy seria, y les dijo a todos los que estaban allí que
siguieran luchando por el sueño de su hijo, la profesión por la que su hijo ha
muerto.
–¿Le ayuda que esté
tan entera?
Me mata. Yo no puedo ponerme mal, cuando ella está así. Lo
de Esther es algo inhumano, no sé de dónde saca la fuerza. Si ella aguanta, yo
aguanto. Pero estamos destrozados. Los padres no querían que fuera torero y él
le pidió unos años para cumplir su sueño e intentarlo. Y no se podía negar. Su
padre decía que había perdido a un hijo y a un amigo. La realidad es que no
estoy sola y eso me ayuda. He vuelto a mi casa, a nuestra casa, pero con gente.
Pero no va a ser fácil. Me queda mucho. Víctor estaba gran parte del día fuera
de casa, entrenando y con sus cosas... Pero no quiero pensar. Es mi vida. Con
su corazón partido se ha ido el mío. Me ha partido la vida. El toro era el
número uno en su vida, se lo ha llevado y me ha dejado aquí y eso me enfada
mucho. Él siempre decía que era un tipo con suerte y hemos sido muy felices
estos dos últimos años en Sepúlveda. Sentarnos en el sofá por la noche era lo
único que necesitábamos.
–¿De dónde saca esa
fuerza?
La fuerza me la inyecta él en vena. Como siempre. Él me ha
apoyado en todo. Ha tirado de mí para que me metiera en política, y también me
ha arreado mucho claro. Él es mi pilar. No sé de dónde saco las fuerzas pero en
algún momento tendré que romperme. Por eso pienso que entre tantas miles de
muestras de cariño no puede prevalecer la maldad. Soy la persona más orgullosa
de mi marido. Dejó todo por intentar su sueño y ha luchado todos los días, a
pesar de los bajones, y jamás se ha quejado.
–¿Guarda rencor al
toro?
No sabía ni su nombre y preferiría no saberlo. Pero el
rencor no es al toro, es al viento que le dejó al descubierto. Estaba en
Teruel, las cosas no estaban rodando bien esta temporada, y necesitaba un
triunfo. Y lo dio todo. Todo de todo.
–Es portavoz del
Partido Popular en Sepúlveda...
Sí y ahí voy a seguir. Víctor estaba muy comprometido con la
realidad, y es el primero que me ha impulsado para meterme y hacer cosas. Lo
único que tengo claro es que ahí voy a seguir.
–¿Cree que ha podido
afectar eso a que se incendiaran los comentarios antitaurinos?
Lo he leído por ahí, pero no lo creo. Sería estúpido. Yo
desde luego tengo respeto a cualquiera.
–Las muestras de
apoyo han sido infinitas.
Ayer me llamó el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Y
lo único que le pedí es que con la justicia se llegué hasta donde se pueda para
luchar con esos deseos de muerte.
–Y ahora, paso a
paso.
Ahora no me veo... Es muy duro, pienso en descontar los días
para reunirme con él. Era mi vida. Teníamos tantos planes. Hemos vivido
intensamente. Eso sí....
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