Afamado ganadero y rejoneador, ha
fallecido hoy a los 83 años de edad en Jerez de la Frontera.
ANTONIO LORCA
Diario ELPAIS de
Madrid
Fermín Bohórquez Escribano, reconocido personaje del mundo
del toro, ganadero de postín y afamado rejoneador en la década de los años 70,
fallecido este jueves a la edad de 83 años, es un referente de la alta sociedad
jerezana, inmerso en el campo, el toro, el caballo, el acoso y derribo, la
caza, el polo, los galgos, los coches de caballos…, lo que le convirtió a lo
largo de su vida en un polifacético señorito andaluz, ajeno, quizá, a la
acepción peyorativa del término, pero imbuido de toda la leyenda que rodea a
las grandes familias terratenientes del sur.
Nació por casualidad en Sevilla en 1933, pero sus
progenitores procedían de Jerez de la Frontera, y jerezano se sintió toda su
vida. Su padre, Fermín Bohórquez Gómez, fue un importante empresario
agropecuario y destacó por su carácter innovador en la tecnificación de nuevos
cultivos y las tareas agrícolas. En 1946 se hizo ganadero de reses bravas,
cuando ya su hijo Fermín era un avezado caballista —había aprendido a montar a
los seis años con un poni que recibió como regalo de Reyes— y había dado sus
primeros muletazos a una becerra, incitado por Manolete, uno de los muchos
toreros de la época que visitaban la finca paterna.
Debutó como rejoneador a los 28 años, y la plaza de Pamplona
fue su primera prueba seria a caballo. Poco después, en 1962, hizo el paseíllo
en Las Ventas, a la que acudiría durante veinte años consecutivos, y donde
cosechó importantes triunfos. Fue compañero de los hermanos Peralta, José
Samuel Lupi, Álvaro Domecq y Antonio Ignacio Vargas, y sus notas biográficas
aseguran que participó en más de 800 corridas de toros en su larga carrera
profesional que dio por finalizada en 1993, en un festejo televisado desde
Jerez en el que participaron ocho rejoneadores y fue sacado a hombros por sus
compañeros.
Entre sus éxitos más sobresalientes destacan los que
consiguió en Madrid, Córdoba, Jerez, Huelva y Sevilla, donde fue declarado
triunfador de la Feria de Abril en 1970 y 1972. Además, cruzó el océano y
participó en veinte corridas en México, Colombia, Perú y Ecuador. También
sufrió graves cogidas a lo largo de su trayectoria: siete fracturas y seis
cornadas, y la más grave le sucedió en Madrid en 1971.
Destacó, asimismo, por su labor altruista en numerosos
festejos benéficos. De hecho, se le concedió la Gran Cruz de Beneficencia y la
Medalla de Plata de Cantabria por su participación desinteresada en 28
festivales en Santander, y otros tanto a beneficio de la asociación AFANAS
—dedicada a la atención a los disminuidos síquicos— de la localidad madrileña
de Morata de Tajuña.
Retirado de los ruedos, consagró su tiempo y esfuerzo al
campo, que era una de sus grandes pasiones, y a la ganadería brava que,
curiosamente, se dedica casi en exclusiva a los espectáculos de rejoneo,
escalafón en el que su hijo, del mismo nombre, —retirado también desde el año
pasado—, ha alcanzado un destacado lugar.
Torero a pie en su finca Fuente Rey, experto caballista,
como había demostrado en los ruedos al mando de una cuadra excelente, cazador,
amante del acoso y derribo, aficionado al polo, amigo de los galgos,
propietario de una amplia yeguada y coches de caballos, Fermín Bohórquez estaba
casado con Mercedes Domecq y tenía seis hijos.
Con su muerte desaparece uno de los referentes de una
estirpe andaluza, que, con sus luces y sombras, ha sido portadora de valores
que han contribuido, sin duda, a fraguar la cultura del sur.
Un polifacético señorito nacido en el seno de una familia
acomodada que pudo dedicar su vida a sus aficiones y tuvo la virtud de destacar
en ellas.
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