Zambombazo de sabiduría de Julián
López con un manso de impensable faena. *** Ambición y capacidad del extremeño
y el peruano para no quedarse atrás con una corrida mansa y manejable de
Garcigrande. *** Sólo el sexto toro sacó nota de bravura pese a sus malos
apoyos.
ZABALA DE LA SERNA
Santander
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
Foto: EFE
Abrasa este julio de muertes caniculares. Juli elevó su
montera al cielo cuando Fermín Bohórquez aún no se había bajado del corcel
negro. Por los lejanos tiempos jerezanos de juventud, por los años de forja y
amistad. No se sumó al homenaje el toro castaño de Domingo Hernández. Degeneró
desde las verónicas de poderoso vuelo, cuando todavía parecía que humillaría.
Qué va. El Juli lo tapó en un galleo por chicuelinas y en un quite por el mismo
palo. Incluso en las dobladas del prólogo de faena. Pero cuando le ofreció la
muleta en la derecha soltaba la cara. Y cada vez peor y antes. El genio
afloraba y en especial por la zurda. No admitía tampoco los correctivos. Así
que la trabajada estrategia del Juli de toques y alturas se disipó como la
bruma del puerto.
No daba nadie un euro por el cuarto. Nadie es nadie. De tan
manso. Prófugo constante de capotes. Desentendido. Increíblemente Juli no sólo
es que lo metiese en la muleta, sino que le cuajó una faena impensable. O sólo
él lo pensaba cuando ofrendó al tal «Chillón» a la plaza. Cuando se le arrancó
en largo y cruzado, Julián se lo sacó de encima de un banderazo de urgencia.
¿Como fue posible aquella transmutación sólo a base de suavidad, precisión y
muleta a rastras? Los derechazos afloraban por debajo de la pala del pitón y el
giro de compás los ligaba con la muleta puesta hasta el final. El milagro se
obraba, cobraba cuerpo la nada, la plaza cada vez más volcada. Como un
estallido de cien minas se produjo al natural. Tan por abajo que se presentó la
profundidad, y ahí todo el mundo loco. «Chillón» solo se quería ir ante el
escándalo. No se sabe por qué meigas jamás siguió la ruta de sus miradas a
tablas, donde acudió a morir de un espadazo a salto de corazón. Tardó lo
contado en doblar. Un volcán de pañuelos descerrajaron el palco y la puerta
grande a la par. El misterio de los mecanismos de aquel manso es un mapa
inextricable en la cabeza de El Juli. O será el misterio de los mansos de
Garcigrande.
Un zambombazo de sabiduría en cualquier caso. A Miguel Ángel
Perera lo quieren en Santander como en casa. Cariño ganado a pulso. Año a año.
El corpulento y negro toro de Garcigrande traía una nobleza de escaso celo. Una
salida distraidita de las suertes. Como sin fuelle o tracción. Lo apuntó en el
quite por chicuelinas y tafalleras. Y lo mantuvo en la muleta. Perera prendió
la mecha con los cambiados por la espalda y lo imantó en los derechazos que
trataban de imprimir el ritmo que no había. Siempre por abajo y siempre con su
concepto largo, más largo que lo que el garcigrande quería. Los naturales
siguieron el mismo trazo, y el toro la misma rectitud vencida en la pases de
pecho. Un cambio de mano de izquierda a derecha, los circulares, los
molinetes... Puso el torero más fondo que la embestida. Un pinchazo hondo
agarrado en todo lo alto se convirtió en media estocada y la media, en una oreja.
Perera arreó con un quinto para no quedarse atrás. Otro
noblón con anhelos de campo al que cosió trenzas, ochos, en un ataque de
quietud pero sin nunca obligarlo, no fuese a ser que cantase la gallina. Miguel
Ángel como eje del tío vivo. De los circulares naturales y los invertidos.
Medida la faena y calculado el tiempo para agarrar la estocada. Con ella casi
entera marchó el garcigrande a morir a la querencia; la oreja cayó cual llave
del balcón.
La mansedumbre personificada fue el tercero si los toros fueran
personas como pretenden los del Reich
animalista. Fugado de salida y permanentemente huido. Se sintieron las
coces en el caballo. Roca Rey trató de encelarlo en un quite con el reverso del
capote que nunca desembocaba en la esperada tafallera, girando sobre su eje
hasta que una caleserina irrumpió en escena. De rodillas se plantó en los
medios, muleta en mano y ambición en boca. Una docena de muletazos sin
inmutarse. En redondo como si estuviera en pie. Pero en pie el toro agravó su
comportamiento cuando dejó de hacérselo hacia la querencia. Cambiados los
terrenos, Roca tragó con innumerables tornillazos. A la contra se defendía
constantemente. No le tembló un músculo al peruano, que finalmente se montó
encima. Cuando se presentía el reconocimiento, chingó el esfuerzo con un
bajonazo accidental.
Un quite por saltilleras con gaonera intercalada puso a
calentar Cuatro Caminos. Como los estatuarios de principio de faena. Quería
embestir ese toro como ninguno antes. Y coger los vuelos con bravura. Pero
pareció haberse dañado en las estatuas de Roca, en aquellos saltos de principio
de faena. Su manera de apoyar lastraba la imagen de los muletazos del peruano,
a pulso por una y otra mano. Firme en la planta y a veces exagerado en el
toque; bárbaro en la curvatura del muletazo. Chispas de sus alardes y un final
acongojante, la espinilla metida bajo el aliento como si le metiese la mano en
la boca. La soberbia con la que salió de la cara del toro asustó a la plaza. A
éste se le iba a escapar la puerta grande pronto. Y la foto con Juli y Perera a
hombros. La perfección del volapié sonó como un crujido de maderas.
GARCIGRANDE Y DOMINGO HERNÁNDEZ | El Juli, Perera y Roca Rey
Plaza de toros de Cuatro Caminos. Jueves, 28 de agosto de 2016. Quinta
de feria. Lleno.
Toros de Garcigrande y Domingo Hernández (1º y 3º), correctos
de presentación; destacó el bravo 6º pese a sus malos apoyos sobre un conjunto
manso, sin clase pero obediente.
El Juli, de verde botella y oro. Estocada trasera,
tendida y rinconera (leve petición y ovación). En el cuarto, espadazo (dos
orejas).
Miguel Ángel Perera, de grana y oro. Media estocada (oreja). En
el quinto, estocada honda y descabello (oreja).
Roca Rey, de azul marino y oro. Bajonazo y
descabello. Aviso (leve petición y palmas). En el sexto, gran estocada (dos
orejas). Salió a hombros con El Juli y Perera.
Se guardó un minuto de silencio por la muerte de Fermín Bohórquez Escribano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario