sábado, 23 de julio de 2016

DESDE EL BARRIO: Más percances que orejas

PACO AGUADO

Esta semana podríamos seguir hablando de antitaurinos, porque el tema aún da para mucho. Y más aún desde que parece que algunos de estos trastornados van a tener por fin que lamentar las manifestaciones de odio con que emponzoñaron las redes sociales a propósito de la cornada mortal de Víctor Barrio.

Afortunadamente, será así, por mucho que el grimoso Anselmi se haya sacado de la manga, en un contraataque a la desesperada, ese estúpido "hastag" de #Tauromaquia es violencia. Aunque quizá el intrigante activista argentino no sea tan inteligente como parecía, porque hay que ser muy gilipollas para tomar esa iniciativa sólo unas horas después del horrendo atentado islamista de Niza… 

Pero ya va siendo momento de dejar que sean la policía y los jueces quienes se encarguen de estas cosas y que volvamos a poner la mirada en el círculo mágico de los ruedos, y en este caso el de las novilladas, que llevan más de un mes dando mucho de qué hablar y que analizar en Madrid. Entre otras cosas porque los seis festejos de esta clase que se han celebrado después de San Isidro, de momento, han arrojado un inquietante balance de cuatro orejas por cinco percances, casi todos ellos de gravedad.

El hecho en sí, más allá de su constatación objetiva, puede arrojar tanto lecturas positivas como negativas, sobre todo si se le añade otro dato fundamental para ese posible análisis: que casi todas las tardes han salido al ruedo varios utreros con verdaderas opciones de triunfo y con unas hechuras serias pero más lógicas de lo acostumbrado, lo que hay que agradecer directamente a la empresa Taurodelta.

Es así como las cornadas o lesiones que han sufrido Rafa Serna –el herido de mayor gravedad–, Guillermo Valencia, Juan Miguel, Juan Carlos Carballo y Luis Manuel Terrón podrían interpretarse de dos distintas maneras: como fruto de la inexperiencia y el escaso rodaje con que los novilleros se ven obligados a presentarse en Madrid o, en el lado más positivo, el desmedido ansia de triunfo que, por eso mismo, han puesto en su labor para salir de la compleja situación por la que atraviesa el escalafón menor.

Y lo cierto es que ha habido de todo un poco para que se produzca ese extenso "parte de guerra" en el arranque del verano venteño, que ha tenido, en la cara opuesta, la del triunfo, también a Juan Miguel y Carballo, a Daniel Menés y a El Gallo como únicos señalados con el corte de solitarias orejas.

También este otro dato serviría tanto para los que ven el vaso medio lleno como para los que siempre lo encuentran medio vacío, porque podría decirse que, a tenor del juego de los novillos, son pocos los trofeos concedidos, pero también que son más de los esperados dado ese escaso bagaje con que los noveles están llegando a Las Ventas.

La cuestión es que todos los días de novilladas han "pasado cosas" y que, lamentablemente, todo ha sucedido ante una muy escasa concurrencia,  mayoritariamente compuesta por turistas de agencia de viaje y unos pocos "cabales" a los que su afición irredenta les ayuda a soportar ese duro calor de las siete de la tarde madrileña.

Por suerte, parece que el nuevo pliego de arrendamiento, que está tardando ya en publicarse, contempla, según ha trascendido, la posibilidad de volver a esas novilladas nocturnas de los sábados de verano, que se celebraban con más de medio aforo cubierto de un público local y entusiasta que sabía aquilatar y alentar mejor lo que pasaba en el ruedo, y de las que salieron lanzados, o incluso a hombros, varios de los actuales matadores de toros.

Sería deseable que se volviera a esas costumbres, que ayudan a la promoción de los novilleros mucho más que las actuales, en medio de ese insulso solar en que tienen que jugarse su futuro. Pero también, y eso es lo preocupante, sería bueno que el pliego no redujera, como parece que hará, el número de novilladas que la empresa está obligada a celebrar, que pasaría, según el "canutazo", de 23 a 16.

Aunque quienes no tienen visión de futuro puedan tachar la medida de intervencionista, por forzar a la empresa a organizar festejos poco rentables, la mina de Las Ventas sigue dando tanto oro como para permitirse invertir en un aspecto tan determinante, justo ahora que las circunstancias han dejado casi arrasado un sector del que depende la continuidad del espectáculo, como es este de las novilladas.

Porque, de seguir a este paso, con tan pocas oportunidades para los noveles, en Madrid las novilladas seguirán arrojando más percances que cornadas. Y la más grave de todas se la llevará el propio mundo de los toros.

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