PACO AGUADO
Esta semana podríamos seguir hablando de antitaurinos,
porque el tema aún da para mucho. Y más aún desde que parece que algunos de
estos trastornados van a tener por fin que lamentar las manifestaciones de odio
con que emponzoñaron las redes sociales a propósito de la cornada mortal de
Víctor Barrio.
Afortunadamente, será así, por mucho que el grimoso Anselmi
se haya sacado de la manga, en un contraataque a la desesperada, ese estúpido
"hastag" de #Tauromaquia es violencia. Aunque quizá el intrigante
activista argentino no sea tan inteligente como parecía, porque hay que ser muy
gilipollas para tomar esa iniciativa sólo unas horas después del horrendo
atentado islamista de Niza…
Pero ya va siendo momento de dejar que sean la policía y los
jueces quienes se encarguen de estas cosas y que volvamos a poner la mirada en
el círculo mágico de los ruedos, y en este caso el de las novilladas, que
llevan más de un mes dando mucho de qué hablar y que analizar en Madrid. Entre
otras cosas porque los seis festejos de esta clase que se han celebrado después
de San Isidro, de momento, han arrojado un inquietante balance de cuatro orejas
por cinco percances, casi todos ellos de gravedad.
El hecho en sí, más allá de su constatación objetiva, puede
arrojar tanto lecturas positivas como negativas, sobre todo si se le añade otro
dato fundamental para ese posible análisis: que casi todas las tardes han
salido al ruedo varios utreros con verdaderas opciones de triunfo y con unas
hechuras serias pero más lógicas de lo acostumbrado, lo que hay que agradecer
directamente a la empresa Taurodelta.
Es así como las cornadas o lesiones que han sufrido Rafa
Serna –el herido de mayor gravedad–, Guillermo Valencia, Juan Miguel, Juan
Carlos Carballo y Luis Manuel Terrón podrían interpretarse de dos distintas
maneras: como fruto de la inexperiencia y el escaso rodaje con que los
novilleros se ven obligados a presentarse en Madrid o, en el lado más positivo,
el desmedido ansia de triunfo que, por eso mismo, han puesto en su labor para
salir de la compleja situación por la que atraviesa el escalafón menor.
Y lo cierto es que ha habido de todo un poco para que se
produzca ese extenso "parte de guerra" en el arranque del verano
venteño, que ha tenido, en la cara opuesta, la del triunfo, también a Juan
Miguel y Carballo, a Daniel Menés y a El Gallo como únicos señalados con el
corte de solitarias orejas.
También este otro dato serviría tanto para los que ven el
vaso medio lleno como para los que siempre lo encuentran medio vacío, porque
podría decirse que, a tenor del juego de los novillos, son pocos los trofeos
concedidos, pero también que son más de los esperados dado ese escaso bagaje
con que los noveles están llegando a Las Ventas.
La cuestión es que todos los días de novilladas han
"pasado cosas" y que, lamentablemente, todo ha sucedido ante una muy
escasa concurrencia, mayoritariamente
compuesta por turistas de agencia de viaje y unos pocos "cabales" a
los que su afición irredenta les ayuda a soportar ese duro calor de las siete
de la tarde madrileña.
Por suerte, parece que el nuevo pliego de arrendamiento, que
está tardando ya en publicarse, contempla, según ha trascendido, la posibilidad
de volver a esas novilladas nocturnas de los sábados de verano, que se
celebraban con más de medio aforo cubierto de un público local y entusiasta que
sabía aquilatar y alentar mejor lo que pasaba en el ruedo, y de las que
salieron lanzados, o incluso a hombros, varios de los actuales matadores de
toros.
Sería deseable que se volviera a esas costumbres, que ayudan
a la promoción de los novilleros mucho más que las actuales, en medio de ese
insulso solar en que tienen que jugarse su futuro. Pero también, y eso es lo
preocupante, sería bueno que el pliego no redujera, como parece que hará, el
número de novilladas que la empresa está obligada a celebrar, que pasaría,
según el "canutazo", de 23 a 16.
Aunque quienes no tienen visión de futuro puedan tachar la
medida de intervencionista, por forzar a la empresa a organizar festejos poco
rentables, la mina de Las Ventas sigue dando tanto oro como para permitirse
invertir en un aspecto tan determinante, justo ahora que las circunstancias han
dejado casi arrasado un sector del que depende la continuidad del espectáculo,
como es este de las novilladas.
Porque, de seguir a este paso, con tan pocas oportunidades
para los noveles, en Madrid las novilladas seguirán arrojando más percances que
cornadas. Y la más grave de todas se la llevará el propio mundo de los toros.
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