JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadr45
¿Cómo llamar esta temporada? Dura, digamos. Para no usar el
melodramático trágica. Que bien cabría. Toreros muertos, toreros heridos de
toda gravedad, toreos muchos salvado por un pelo. Ahí están las estadísticas.
¿Habríamos de repetir que el toreo es peligroso? ¿Qué el
peligro es su esencia? ¿Qué los toreros son sus sacerdotes? ¿Qué ofician con
él, y que de él viven y mueren? Todos. Unos más otros menos, pero todos.
Por el lado toro, han sobrevivido muy pocos, en América la
mayoría. Tiene que ser así. Es un rito de sacrificio. De muerte litúrgica. De
amor a la naturaleza. El único que guarda la humanidad en que aun el hombre la
enfrenta en condiciones de igualdad. Respetándola.
Oponiendo el valor y el talento humano a la fuerza y el
tamaño sobrehumanos. Pero con un código. Me pondré aquí, me quedaré aquí, solo
usaré este trapo para dominar y además trataré de hacerlo con arte. Al final,
únicamente al final, usaré mi arma, la espada, y de frente la cruzaré con las
tuyas, a vida por vida. Si no puedo me coges y que pase lo que ha de pasar. Lo
que ha pasado.
¿Tiene sentido? Claro. En aras del llamado progreso estamos
destruyendo el planeta, las especies, animales, vegetales, el equilibrio ecológico.
Todo con abuso de nuestra capacidad técnica. Con la cobardía de la
superioridad. Con la insensatez de ignorar la autodestrucción.
Hoy en día solo en el ruedo damos la cara. Solo en el ruedo
nos portamos con la decencia de conceder al animal que vamos a matar la
oportunidad de matarnos, y además de con ética lo hacemos con estética y
convicción. Por eso mueren los toreros.
Los caídos no lo han hecho en aras de salvar un negocio, una
industria, una política. Lo han hecho por su credo, por la dignidad humana, por
la redención de nuestros pecados contra natura. Honor a ellos.
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