El arrollador peruano vuelve a
abrir la puerta grande de Pamplona para convertirse en el triunfador absoluto
de San Fermín. *** Castella corta una oreja al mejor toro de la desigual
corrida de Cuvillo. *** Perera se va de vacío por la espada tras reencontrarse
con su mejor versión.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de Madrid
Foto: EFE
Diario ELMUNDO de Madrid
Foto: EFE
Lo de Roca Rey asusta al miedo. El gesto del peruano no
cambia ni en un campo de minas. Y eso es valor. Un valor de quilates como uno
no recuerda en años. Las minas las traía un toro de Núñez del Cuvillo en una
cabeza despampanante. Las minas antipersonal de la Guerra de Vietnam: las bolas
metálicas salían también de la testa del cuvillo en todas las direcciones.
Metralla a discreción. Y Roca Rey ni se inmutaba. Ni cuando el galope se venció
contra su cuerpo en el quite por tafalleras, que no varió, ni cuando lo empaló
en mitad de la faena. Impasibles la planta y el corazón. El suyo, claro.
Porque el de la plaza se salía por la boca. Y las puntas por
las espinillas una y otra vez. Queriendo hacer además el toreo por su camino.
De pronto, una espaldina como un infarto, las manoletinas de rodillas como
electroshocks. Y un espadazo hasta las cintas. Como un puñetazo en la mesa. En
la puerta grande de Pamplona otra vez.
Al indiscutible triunfador de San Fermín 2016 -cinco orejas
en dos tardes- le remató el lote otro toro que soltaba la cara como ganchos.
Uffff. Al más sólido de los llamados valores emergentes no le tembló el pulso.
Qué desagradable embestir. Demasiado sacar algo en limpio de aquel molinillo de
derrotes. Difícil incluso para descabellar.
Se levantó Perera con el rostro salpicado de sangre. No se
sabía si suya o del toro. Lo que sí se sintió con pánico fue el durísimo
volteretón cuando avanzaba con firmeza la faena hacia el triunfo. Quiso Miguel
Ángel trazar una trinchera y el toraco de Cuvillo se le vino encima cruzado. O
como si en la intención de ceñírselo él mismo se lo trajese. En cualquier caso,
la violencia con que lo giró y lo estrelló de cabeza contra el suelo percutió
hasta la última vértebra. Y allí abajo le tiró a dar con nula puntería
afortunadamente. Sonado aún, MAP volvió a la cara del toro para cuajar una
tanda sensacional a derechas. Como todas las que habían antecedido pero más
roto todavía. El tacto y el trato imantaron a un toro que venía de los tercios anteriores
muy suelto; al mando respondió con humillación la embestida. Y si no se tuerce
el final de tan poderoso y templado cuento con la espada, el extremeño habría
vuelto el reencuentro total de su mejor versión con la gloria que se le
resiste.
Y puede que la suerte también a tenor del zamacuco de 620
kilos que le tocó como quinto. Los pasajes con la izquierda parecían en
principio imposibles con aquella bastedad, y sin embargo fueron. Pero otra vez
la puñetera espada... Injustamente de vacío el mejor Perera.
Al cuvillo que rompió plaza le cupo el dudoso honor de casi
ser el más pesado de la corrida con sus 595 kilos. Mucha cara para coronar su
apretado corpachón. Y una constante: la nula humillación acompañada de un
incómodo calamocheo. Empeoraban los cabezazos y el viaje por el izquierdo.
Bruto pero pronto. Los méritos de Sebastián Castella consistieron en que no le
enganchase, lo que no era poco. Ocurrió las menos veces.
No se rindió Castella ante la adversidad y remontó con el
muy buen y armónico cuarto. De fondo y forma. Por su manera de emplearse y por
su modo de humillar. Le Coq sacó los espolones en los pases cambiados de la
apertura de faena, pero sobre todo toreó muy encajado y despacio sobre la
derecha, que era la mano del toro. Porque por el izquierdo no repitió ni igual
ni parecido. La fase última de distancias cortas y tierra caliente, donde el
galo respira como en casa, lanzaron la obra hasta la oreja de «Jaranero».
A hombros se llevaron a Roca con el ensordecedor ruido de
las figuras, el atronador escándalo de Pamplona. Algún tonto con tribuna y
balcones a la calle seguirá haciendo un ridículo superior.
NÚÑEZ DEL CUVILLO | Castella, Perera y Roca Rey
Monumental de Pamplona. Miércoles, 13 de julio de 2016. Novena de
feria. Lleno.
Toros de Núñez del Cuvillo,
tres cinqueños (1º,3º y 5º), serios y de desiguales hechuras y remates; muy
bueno el 4º especialmente por el derecho; humilló el 2º agradecido al trato; el
basto 5º con opciones por el izquierdo; muy suelto y sin fijeza el 3º; sin
humillar el calamocheante 1º; de continuos derrotes el complicado 6º.
Sebastián Castella, de grana y oro. Media estocada desprendida
y descabello (silencio). En el cuarto, media estocada y descabello. Aviso
(saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro. Pinchazo, media
estocada y dos descabellos. Aviso (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada
(saludos).
Roca Rey, de azul marino y oro. Espadazo (dos orejas). En el sexto, media estocada (silencio). Salió a hombros.
Roca Rey, de azul marino y oro. Espadazo (dos orejas). En el sexto, media estocada (silencio). Salió a hombros.
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