jueves, 28 de julio de 2016

LA MUERTE DE UN MITO - Canito y todos aquellos que bebisteis con Ava Gardner

En la plaza se movía como un ratón, capaz de colarse en todas las puertas prohibidas. En casa, tenía una foto de la diva que le hablaba en sueños- *** La memoria fotográfica del toreo- **** Canito: único testigo en Linares.
 
JOSÉ AYMÁ
Madrid

Se ha echado la mano a sus ojos perdigones, azabaches en su tez blanca. Aprieta los labios finos y, coqueto, termina de abrochar un batín de mercadillo. Exclama: "¡Qué haces tú aquí!". "¿No soy fotógrafo? ¿A qué voy a venir? ¡A retratarte!". "¿Qué haces tú aquí?". Está falto de oído y se lo repito: "A retratarte". Maruja está consumidita como él.

Viste su vejez con bella armonía decadente. Horquillas, rebeca y rímel, azul Prusia. Al abrir la puerta huele a café recién hecho y a colonia antigua, me cose a preguntas y a punto está de despacharme hasta las cinco de la tarde. Menos mal que eran las once, la hora a la que Canito se levanta todos los días de la cama; me lo había advertido Zabala.

Canito ha husmeado el recibidor y me ha reconocido. Me abraza con sinceridad de colega, como me abrazó el día que me dieron el premio de San Isidro por la foto de la puerta grande de Aparicio, hace ya 20 años. El fémur a medio soldar le obliga a un paso frágil que busca el descanso en la silla de ruedas. Incluso tocado, Canito no para quieto. Sólo detiene su mirar en lo aparentemente insignificante. En las plazas de toros se movía como un ratón que ha llegado a viejo, bregado en las escaramuzas del mundillo.

Tan pronto se encaramaba con agilidad en el burladero para tener el mejor ángulo del tendido, como hablaba con un apoderado gordinflón de mucho postín, puro en ristre, copón de coñac en la mano. Se colaba alegremente por cualquier puerta prohibida, vetada a los devocionarios de la fiesta y a los incrédulos, capilla y putiferios incluidos.

Canito era de los suyos, parte del paisanaje de la plaza, catedrático de códigos no escritos, maestro conocedor de la oportunidad del disparo. Millones de fotos hechas en el tendido, en el burladero, en el coso, cogidas, sueños fracasados y glorias para el Cossío.

Embadurnado de la sabiduría de los escogidos. Canito olía a plaza de toros, pringado de tauromaquia, vagabundo de feria en feria, morlaco tras morlaco, foto tras foto desde las Ventas a Quito. Faenaba Joselito un toro difícil de Victorino y Canito musitaba a mi lado en Las Ventas: "Piensa, no dispares al rilin tuntún, pareces una metralleta, no ves que el pase es malo. Maldito motor de arrastre, los periódicos parecen que tiran el dinero".

En la plaza, con los colegas, Canito no era un batallitas, estaba en la faena, en la foto. En otros tiempos, entre toro y toro, Canito corría a la habitación del hotel que siempre alquilaba cerca de la plaza de turno. Revelaba a toda prisa y antes de terminar el festejo los clientes del tendido tenían su foto en las manos. Pepe, no conviene que las fijes demasiado, porqué así cuando se pongan feas te pedirán una nueva copia. Genio y figura, tiempos duros.

Canito estaba aquella tarde en Linares cuando «Islero», el toro tuerto negro estrepelao y bragao, mató a Manolete. Manolete ya no era el Manolete de hace años, recibía más pitos que aplausos, la tragedia terminó de modelar al mito. Las fotos sobrecogieron al mundo. Manolete se gira a Canito con la muerte en el rostro. Ya amortajado, le han colocado un crucifijo en las manos y han sujetado su mandíbula con un pañuelo. Canito fotografía el cadáver acompañado por El Pipo que se queda sin figura, el fiel Guillermo, Teodoro Matilla y una viuda desconsolada por un amor imposible. Alguien me contó que, con aquellas fotos únicas, Canito se compró una casa, aunque creo que no es cierto.

"¿Hacemos la foto en el salón? Tengo unas cuantas copias en grande y puede quedar bonita". El Cordobés en su debut en Madrid, varias de Manolete, Manzanares parece que va a ser arrollado por un tiburón en vez de un toro, Hemingway en el tendido, Charlton Heston en el burladero, Sofía Loren, Orson Welles comiendo paella en la entrada de la plaza de toros de Valencia, fotones taurinos. Pero Canito no habla de toros, se fija en el retratazo de Ava Gardner que es la portada de su libro recién editado, Mitos.

Esta sí que era una mujer de bandera. Yo me emborraché con Ava Gardner, menuda juerga. Después de una corrida nos fuimos unos cuantos a festejar y uno, dos tres, cuatro, qué se yo, los sol y sombra que nublaron nuestra noche. ¡Qué tía!, casi nos tumba a todos. Va, va, va, pero qué dices, si ésa era mucha hembra para ti, ¿no te has visto lo poco cosa que eres? le replica Maruja con sorna. Canito sujeta la foto de la Gardner y echa a Maruja del salón con la excusa de ve, búscame la visera blanca para la foto.

Ésta está celosa, dirá lo que quiera pero yo me emborraché con la Gardner. En la cama, de madrugada, día sí día también se me aparece y no puedo dejar de ver sus ojos abrasadores. Será que me queda poco y me llama.

Coño, Canito, ahora que no está tu mujer; no quiero líos, parece que te enamoraste de la Gardner o ¿te escoció no habértela tirado? Cojones, tú también estarías escocido. ¡Vamos, vamos, la foto que he quedado para comer! ¿Estas casada? Sí, le responde mi ayudanta. ¿Tienes hijos?, No. Te felicito morenaza. ¡Coño, Canito que es mi mujer! ¡Pues también te felicito a ti!

Entre disparo y disparo, Canito alarga la mano desde la silla de ruedas a unas bolsas trasparentes de plástico. Contienen cientos de rollos de película enrollados y etiquetados, 1966, 1983, 2002, Manolete, Luis Miguel Dominguín, El Yiyo, El Cordobés, Curro Romero, Joselito, Ponce, El Juli, José Tomás..... Aquí está todo, están todos, casi todo el toro del siglo veinte, que será de ello cuando me muera.

Maricón, tú nos entierras a todos, le suelta Eduardo que ha venido a buscarle para comer. Este gran hombre peso mosca con 17 años, ex novillero apodado El Rejillas, ha visto, ha fotografiado más luces y sombras de la fiesta que nadie. Sin sus fotos la memoria de lo sucedido en la Fiesta Nacional sería distinta.

Salgo de Valencia con la sonrisa pícara de Canito en el corazón. Mariconazo, ¡cómo me hubiera gustado fotografiar a Ava Gardner después de una borrachera!

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