El torero de Salteras indulta a
un gran toro de Adolfo Martín de excelsa bravura con una memorable faena. *** Perera
pincha otro gran quinto toro. *** Talavante de vacío con la suerte negada.
El Cid |
ZABALA DE LA SERNA
Santander
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
Foto: EFE
Llovía en Santander como llueven piedras de fuego sobre
Madrid. El cielo cárdeno como los adolfos. Clarito «Madroñito». Chato, guapo,
asaltillado, bajo, cortito, la testuz rizada, limpia la mirada. No paró de
humillar desde el minuto uno. Ni de embestir. Surcos en la arena oscura. Dos
puyazos en serio. Un poquito de espera en banderillas por el izquierdo. ¡Pero
cómo fue por el izquierdo! Y por el derecho también. El Cid lo bordó. De
verdad.
Como si hubiera que recalcarlo para creérselo. Un pelín
acelerado en las primeras tandas diestras como único matiz. Perdón porque no
valdría la pena ni ponerlo. Cuando sonó la hora de la zurda, una serie redujo
el tiempo. Cuatro naturales descomunales. Bárbaros. De aquí a la eternidad. Un
túnel dimensional con El Cid de aquella noche santanderina mano a mano con
César Rincón en 2005. Acodado, roto, lento. El afarolado y el de pecho.
Cuanto más abajo, «Madroñito» más profundizaba en su
embestida. Y Manuel Jesús también. Intercaló las manos. Floreó las rondas. Se
recreó en adornos encadenados. Cuando se dobló con una hondura cierta,
genuflexo y tremendamente torero, El Cid sonrió. No se sabe a quién guiñó la
sonrisa. Puede que al destino o a la idea de seguir toreando. Tampoco se sabe
si fue antes o inmediatamente después de que alguien gritase "¡no lo
mates!".
Ni tan siquiera queda el recuerdo de si El Cid de Salteras
se había perfilado con la espada. La cuestión es que continuó la faena, y «Madroñito»
no paraba de embestir. Al final un poco cansino y entreabriendo la boca. Qué
más daba. Tanto humillar no había sido para nada.
Del "¡no lo mates!" se contagió el vocerío. Y la
pañolada. Hasta que asomó el pañuelo naranja. Manuel Jesús lo celebró como un
niño. Ni simuló la suerte en su alegría. Qué gran faena.
Salieron los cabestros y arroparon a «Madroñito» y su
excelsa bravura. Nadie se acordó de los premios para Cid. Le dieron un abrazo
en lugar de las dos orejas y rabo simbólicos. Ya se llevaba la gloria. La que
paseó en la vuelta al ruedo tras el abrazo seco del alguacilillo. Memorable
Cid.
De la exaltación se pasó a una calma chicha con un toro más
basto, que no terminó de humillar ni de encelarse pese a que Miguel Ángel
Perera se lo propuso por activa, pasiva y una y otra mano. Un pacifismo sin
maldad ni transmisión.
De fondo también andaba cortito con sifón el más fino y
degolladito tercero. Talavante se dobló con él y le ofreció la derecha sin
toques, sólo los vuelos. Pero la respuesta no se daba generosa en su viaje
bondadoso. Ni cuando se enfrontiló al natural.
Que al cuarto le faltaba poder se evidenció en los primeros
capotazos de El Cid. La aparente fortaleza exterior no se conectaba con la
interior. Por eso no desarrolló las ideítas de guasa. Manuel Jesús brindó a
Rogelio Gómez: "La Flor de Toranzo" es su reino en Sevilla, el currismo
su estandarte y el Betis su bandera. El matador de Salteras tiró de oficio,
conocimiento del encaste y, cuando fue menester, de agilidad y toreo sobre las
piernas.
«Chaparrito» reivindicó su ascendencia con su temple, su
calidad y esa manera de humillar tan definida. Miguel Ángel Perera lo entendió
casi perfecto enganchándolo por delante, vaciándolo tan atrás, tan encajado.
Para que aquello trepase por los tendidos como debía no encuentra explicación.
Si le mete la espada probablemente ahora hablaríamos de las dos orejas de tan
buen adolfo.
Julio López le debe a Pirri una convidada por el quite de
riesgo que le salvó de la cornada segura. El capote de Saugar voló a la cara
del sexto cuando Julio yacía en el suelo a la salida de un par de banderillas.
Talavante ofrendó la montera al publico con su impresionante vestido avinado
refulgente de oros bajo los focos. Por ahí, o no tan alto, perdía la vista el
adolfo. Mala suerte en el sorteo para Alejandro.
A El Cid, resucitado por quien quiso que sustituyera a
Escribano por delante de las figuras, «Madroñito» y su propia fe, a hombros se
lo llevaron; las dos orejas y el rabo se los había concedido la afición.
ADOLFO MARTÍN | El Cid, Perera
y Talavante
Plaza de toros de Cuatro Caminos. Sábado, 30 de julio de 2016. Última
de feria. Media entrada larga.
Toros de Adolfo Martín, bien
presentados, entipados; de excelsa bravura el indultado 1º; de notable temple
el 5; sin poder pero con guasa el 4º; de escaso fondo sin humillar el 2º;
desfondado y también sin maldad el 3º; desentendido el 6º.
El Cid, de sangre de toro y azabache. (Apoteósica
vuelta al ruedo). En el cuarto, media estocada y descabello (saludos). Salió a
hombros.
Miguel Ángel Perera, de purísima y oro. Estocada defectuosa
(saludos). En el quinto, pinchazo y media estocada (saludos).
Alejandro Talavante, de rioja y oro. Estocada pasada y algo
tendida (saludos). En el sexto, estocada que hace guardia y tres descabellos.
Aviso (silencio).
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