Firmadas por Andrés
Amorós y Álvaro R. del Moral
En el clima de
opinión en el que hoy se desenvuelve la Tauromaquia, tan enrarecido como lo han
convertido algunas voces, hay que destacar las reacciones que se vienen
produciendo en su defensa. En las últimas horas se han publicado dos artículo
que conviene archivar. Uno corresponde al cronista de El Correo de Andalucía,
Álvaro R. del Moral, y nos recuerda que hay que decir "¡Basta ya!";
el otro lo firma Andrés Amorós en el diario ABC y recuerda como los populismos
radicales están alimentando las ofensas al mundo del toro.
Redacción www.taurologia.com
Álvaro R. del Moral: ¡Basta ya!
La trágica e irremediable muerte de Víctor Barrio ha sobrecogido más
allá de los bordes del planeta de los toros pero también ha quitado la careta a
ciertos indeseables que dicen amar a los animales
La muerte de los toreros tiene algo de derrota colectiva. Mucho ha
cambiado esta España nuestra -más de tres décadas después- desde que Avispado y
Burlero segaran la vida de Paquirri -la figura veterana que marchaba de vuelta-
y El Yiyo, una jovencísima promesa en eclosión que había estoqueado al toro que
mató al maestro en Pozoblanco. El panorama es otro y denota -la referencia a
Ortega y Gasset sigue siendo inexcusable- que el ruedo de las plazas de toros
aún es el espejo que refleja las luces y sombras de esta vieja piel de toro. A
pesar de los cambios sociológicos y la diversificación de la sociedad española
la muerte de Víctor Barrio ha vuelto a agitar el aire espeso del verano con una
dureza remota y fatal.
La sangre de los toreros empapa unos valores que han desaparecido de la
cotidianidad: el tesón, el valor, el espíritu de superación, la cultura del
esfuerzo, el sacrificio... Ésa es la auténtica verdad de esta profesión pero
también su dureza. La misma que han sufrido especialmente los toreros
sevillanos en estas semanas. El último ha sido Javier Jiménez. A pesar de la
brutalidad de la paliza sufrida en Pamplona tuvo la suerte de cara.
Pero hay más que agradecer: las cornadas del novillero Rafa Serna y Manuel
Escribano --que aún tiene un duro calvario que subir-- contaron con el concurso
inmediato de las mejores manos. En otro tiempo, en otro lugar, estaríamos
hablando de tragedias irremediables como la de Víctor Barrio, que murió en el
acto en los medios del ruedo de Teruel. No se pudo hacer nada...
Síntomas de una sociedad enferma
El fallecimiento del torero segoviano ha sacudido hasta el alma a esos
hombres que se visten de oro y plata al atardecer. El trágico suceso ha servido
para quitar la careta a ciertos seres que nada tienen de humanos. Especialmente
dura, sangrante y repugnante ha sido la intervención --vía Facebook-- de cierto
maestro valenciano que ahora quiere escurrir el bulto diciendo que le usurparon
la cuenta. No cuela, amiguete. La vergüenza será su mejor castigo.
Su nombre y apellidos apestarían estas líneas y los omitiremos pero
están al alcance de todo el que quiera asomarse al inmenso estercolero de las
esquinas de las redes sociales. Sí reproduciremos algunos renglones que
retratan su bajeza moral: “bailaremos sobre tu tumba y nos mearemos en las
coronas de flores que te pongan ¡¡cabrón!!.” Ése es el nivel; ése es el odio
que se respira. En el fondo, sólo un síntoma más de una sociedad enferma.
Decía un viejo torero que sólo la sangre de los nuestros conseguiría
recuperar el crédito perdido en esta causa general contra el oficio. La muerte
de Víctor no ha sido en balde. Ha servido para desenmascarar a estos miserables
y a unir, como no se había conseguido hasta ahora a todos los estratos de la
profesión. Hoy, más que nunca, tenemos que sentirnos orgullosos de pertenecer a
la gran familia del Toro. El día que se paró el corazón de Víctor Barrio
también marca la fecha de la reacción más hermosa de un colectivo humano que
empieza a entonar su particular ¡basta ya!
Andrés Amorós: El
populismo se crece contra los toros
Los antitaurinos han
encontrado en la nueva izquierda el aval para radicalizar sus ofensas
La muerte de Víctor Barrio ha avivado los ataques contra la Tauromaquia.
Los mensajes en redes sociales celebrando la tragedia del sábado en el ruedo
son la última manifestación de un movimiento amparado por los populismos. Estos
son los hitos principales:
1. Prohibición catalana. Fue el punto de partida. De nada sirvió alegar
la larga tradición de la Fiesta en Cataluña ni la hipocresía de mantener, por
conveniencia electoral, los «correbous», ni alegar que choca contra la igualdad
de mercado. La razón declarada fue muy simple: los toros «huelen a España».
2. Tribunal Constitucional. Hace ya seis años, en el 2010, se presentó
el recurso contra la resolución del Parlamento catalán que prohíbe las
corridas. Todavía no se ha resuelto. (La Fundación del Toro de Lidia acaba de
iniciar una campaña). Si ese retraso es habitual, la imagen es muy mala; si ha
habido una intervención política, peor.
3. Ayuntamientos. Los populistas coinciden en sus ataques a la Fiesta. A
la cabeza de las ocurrencias, Madrid, que quiere aparecer como «Capital Animal»
y niega la historia, al patrocinar una exposición en la que aparece Goya como
antitaurino. También se ha atacado a la Fiesta en San Sebastián, La Coruña,
Palma de Mallorca, Valencia, Alicante, Córdoba... Creen algunos que esto se
hace sólo por tapar la mala gestión. En realidad, forma parte de una campaña
para cambiar la mentalidad popular española..
4. Festejos populares. Se prohíben, en vez de regularlos razonablemente,
evitando sus excesos, sin tener en cuenta su arraigo y provocando una grave
división. El Toro de la Vega de Tordesillas es el caso más famoso. La Comunidad
Valenciana no se resigna a perder sus popularísimos «correbous».
5. Escuelas Taurinas. Se está atacando el futuro de la Fiesta. En esto,
una vez más, el Ayuntamiento de Madrid se lleva la palma de la ocurrencia
sectaria.
6. Ataques a monumentos. Abundan los atentados contra los monumentos
taurinos: en Sevilla, al de Curro Romero, en Madrid, al de Yiyo; en Valencia,
al de Montoliú. Y las autoridades ni lo corrigen (tuvo que hacerlo Joaquín
Moeckel, en Sevilla) ni los protegen como debieran...
7. Saltos al ruedo. Menudean los lanzamientos de «espontáneos» nada
espontáneos, cuasiprofesionales, a los ruedos (cuando el toro ha muerto,
naturalmente). Algunos son bien conocidos, con nombre, apellidos y el dinero
que reciben. Se equivocan las autoridades al dejar a los toreros el reducirlos:
causa enfrentamientos, que han dado ya lugar a denuncias de maltrato por parte
de los antitaurinos. En ningún espectáculo legal sucede algo parecido.
8. Manifestaciones antis. Las personas que ejercitan su derecho a acudir
a un espectáculo lícito tienen que soportar insultos y vejaciones de
manifestantes antitaurinos. Todavía no se ha elevado a ley la prohibición de
que esto suceda a una distancia determinada de los cosos, como en Francia. La
recomendación del Ministerio del Interior suele incumplirse, por pusilanimidad.
9. Consultas sobre los toros. Como España no tiene mayores problemas, se
suscitan referendums sobre los toros, aunque la sociedad no los demande. En
Bilbao, juiciosamente, no se ha admitido pero Bildu, que ya prohibió los toros
en San Sebastián, al verse obligada a readmitirlos, ha jugado esta nueva baza.
El Ayuntamiento donostiarra ha convocado una consulta sobre el uso de la plaza
de Illumbe para el 19 de febrero de 2017.
10. Redes sociales. Sirven de vehículo a expresiones que avergüenzan a
toda persona de bien. Alegrarse de la muerte de un hombre es lamentable;
colocar a los animales por encima de los seres humanos, una aberración.
Todo esto lo promueven los políticos de la izquierda radical, que en
tantos sitios está en el poder gracias al PSOE. La ambigüedad de los
socialistas, en este tema, es escandalosa. Sólo el PP defiende algo la Fiesta.
Los motivos de atacarla están bien claros: un falso concepto del animalismo y
el odio a España y a todo lo que representa su cultura popular. No es un
problema de afición taurina o no, sino de libertad.
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