El
nuevo protagonista es un toro bonito, blando, noble, artista y perdurable en la
muleta.
ANTONIO
LORCA
Diario EL
PAIS de Madrid
La Feria de Abril de 2018 ha consagrado el cambio
de ciclo de la tauromaquia en el siglo XXI; todo lo sucedido en el ruedo valida
y confirma que la fiesta se consolida como un espectáculo diferente y nuevo
basado en el toro bonito, blando, noble, artista, bonancible y perdurable en el
tercio de muleta.
Ese ha sido el gran triunfador en la Maestranza.
Su nombre es Orgullito, fue indultado por su excepcional juego en las manos de
El Juli, y mientras la plaza entera, conmovida ante un vibrante espectáculo,
enloquecía de felicidad, toro y torero cruzaban el umbral de la gloria taurina.
Un toro tan incansable y generoso y una figura
instalada en el encaste más complaciente se han erigido en los referentes
fundamentales de la tauromaquia actual.
El Juli y el toro Orgullito,
triunfadores absolutos del abono sevillano
Está bien, muy bien… Si ese es el espectáculo que
conmueve a las nuevas generaciones, bienvenido sea. No significa que sea el
mejor, ni el más puro, ni el más íntegro, pero sí es el que hoy lleva a la
gente a las plazas. Será, sin duda, el signo de los tiempos. Un veterano y
sabio aficionado sevillano mantiene que los que él llama ‘integristas’ somos
incapaces de vislumbrar el cambio porque estamos inmersos en el tsunami que
está volviendo del revés la fiesta de los toros. Quizá tenga razón…
Pero aunque así fuere, quede claro que este nuevo
ciclo, —que no ha nacido ahora—, supone la práctica desaparición del toro de
deslumbrante trapío, fiero, engallado, bravo y de encastada nobleza, que ha
sido el santo y seña de la tauromaquia y que ha permitido que haya llegado
hasta nuestros días. Ese toro, que vende muy cara su vida en los tres tercios,
y exige un torero heroico, es la razón de ser de esta fiesta, y el principal
culpable de que muchos ‘integristas’ acudamos ilusionados a la plaza.
Pero los tiempos están cambiando…
Veamos los datos de la Feria de Abril. El Juli,
que cortó cuatro orejas y salió a hombros por la Puerta del Príncipe, y el toro
Orgullito, de la ganadería de Garcigrande, son los dos nombres propios del
ciclo ferial. Ambos copan los premios más importantes, están en boca de todos y
se han erigido con todo merecimiento en la pareja protagonista de la primavera
taurina sevillana.
Pero no son los únicos. En lo más alto del podio
les acompañan José María Manzanares y Pepe Moral, que pasearon tres orejas, y
en el siguiente escalón figuran Talavante (2), y una cada uno Enrique Ponce, El
Fandi, Luis Bolívar, José Garrido y Pablo Aguado.
En total, 17 orejas más cuatro que cortaron los
rejoneadores Andrés Romero (2), y una cada uno Sergio Galán y Lea Vicens. Y
todo ello, en trece corridas y un espectáculo de rejoneo; la plaza se llenó
nueve tardes y en cuatro de ellas se colgó el cartel de no hay billetes.
El aficionado sevillano ha sido sustituido por un público
jaranero, triunfalista y orejero
Saludaron muchos subalternos (24 en total) por su
actuación de banderillas, pero pocos pares fueron sobresalientes; José Chacón
ha sido reconocido como el mejor por varios jurados, porque no en vano saludó
con justificación en sus tres comparecencias, y le siguieron Curro Javier,
Fernando Sánchez, Javier Ambel, Antonio Chacón y Juan José Domínguez, entre
otros.
La feria de El Juli y Orgullito…
Y algunos apuntes más: la feria de Sevilla de 2018
ha sido, también, la del fracaso del toro, de la desaparición de la suerte de
varas, de la ausencia de aficionados sabios y exigentes, del protagonismo de un
público jaranero, triunfalista y orejero, y la feria de la disparidad de
criterios presidenciales.
Ninguna de las 13 corridas lidiadas a pie ha sido
completa ni merecedora de premio, si bien algunas han lucido un aprobado en
comparación con el bajo tono general, como Torrestrella, La Palmosilla, Fuente
Ymbro, Miura y Garcigrande (reconocida esta por los jurados gracias al toro
indultado); y otras se han hundido en el fracaso por su invalidez y falta de
casta, como García-Jiménez y Jandilla, (ambas también por su presentación
anovillada), y Juan Pedro Domecq.
Ha habido una decena de buenos toros sueltos, y
entre todos sobresale con méritos suficientes Encendido, de la ganadería de
Núñez del Cuvillo, correcto de presencia, nulo en varas, codicioso en
banderillas y extraordinario en la muleta, que fue lidiado por Manzanares y le
cortó las dos orejas. A pesar de su buen juego, ni siquiera mereció los honores
de la vuelta al ruedo.
La suerte de varas ha desaparecido de la Feria de
Sevilla. Ha sido premiado el varilarguero Paco María, de la cuadrilla de
Manzanares, por realizar la suerte con torería, pero no por picar. El primer
tercio ha sido todas las tardes un simulacro.
En la Maestranza no ha habido aficionados; y si
alguno andaba por allí habrá sufrido en silencio el desaforado triunfalismo de
un público de aluvión que lo mismo aplaude una cumbre artística que una
ordinariez, y pide orejas y saludos de banderilleros con vergonzosa fruición.
Y a los presidentes hay que pedirles que eleven la
exigencia en la presentación de las corridas, unifiquen criterios en la
concesión de trofeos, y sigan buscando fórmulas para que los festejos no duren
una eternidad.
En una palabra, la Feria de Abril de 2018 ha
confirmado que la fiesta de los toros ha cambiado. Existe, que no es poco. Los
tendidos se llenan muchas tardes, que está muy bien. Y perdura, a pesar de
tantos ataques y complejos. Un éxito, sin duda, pero a cambio hay que dejar en
la vereda muchas emociones inherentes a valores perdidos y que han sido, son y
serán para siempre las columnas de la tauromaquia.
Y dos perlas finales, colgadas en Twitter por
Beatrice Margé.
La primera la atribuye al ganadero Fernando Cuadri
y dice: "Estamos haciendo un toro tan acomodado a los toreros que llega un
momento que ya no sirve ni a ellos."
Y la segunda, al fallecido maestro Dámaso
González: "El aficionado necesita un animal con fiereza porque, si no, no
valora lo que hace el torero. La fiesta se defiende por sí sola si hay emoción
en la plaza."
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