El
Faraón de Camas recoge en un acto memorable el V Premio de Cultura de la
Universidad y pronuncia un emocionantísimo discurso que conmueve el Paraninfo.
CARLOS
CRIVELL
Diario EL
MUNDO de Sevilla
Foto: EFE
En un acto memorable, organizado con mimo y buen
gusto, la Universidad de Sevilla ha rendido un homenaje multitudinario a Curro
Romero en el Paraninfo de la entidad. Se trataba de conceder al torero
sevillano el V Premio de Cultura de la Universidad. El majestuoso salón estaba
ocupado en su totalidad por la sociedad sevillana más variada y muchos amigos
del torero. No faltó de nada. Hubo pasodobles de entrada, La gracia de Dios, y
al final, Tercio de Quites, ambos interpretados por la Banda Municipal de
Sevilla. Cantó por bulerías una extraordinaria Marina Heredia, tan currista
como genial cantaora, que de nuevo estremeció al auditorio con aquella frase ya
tan divulgada de "qué difícil es comer despacito cuando hay ganas de comer".
Todo comenzó de una manera muy significativa con
los matadores invitados al acto realizando un paseíllo simbólico para ocupar
sus asientos. Por el pasillo central avanzaron Pepe Luis Vázquez, Espartaco,
Diego Urdiales, Dávila Miura, Manuel Escribano y Pedro Chicote. Fue el despeje
de plaza que luego se llenaría con la llegada de Curro Romero, recibido con
clamor. En la presidencia, además del Rector, ocuparon plaza el alcalde de
Sevilla, Juan Espadas; la consejera de Cultura de la Junta, Rosa Aguilar; el
delegado del Gobierno; Antonio Sanz, así como otras autoridades universitarias.
En las primeras filas estaban todos. Allí, el obispo de Sevilla, Juan José
Asenjo; el Teniente Hermano Mayor de la Maestranza, Santiago Domecq; el
presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, entre otros que no
quisieron perder la ocasión de estar en este acto histórico.
El rector Magnífico de la Universidad, Miguel
Ángel Castro, hizo las funciones de anfitrión y de maestro de ceremonias. El
director general de Cultura de la Universidad, Luis Méndez, justificó la
concesión del galardón. La secretaria general de la Universidad, Concepción
Horgué, leyó el acta del jurado que concedió el premio. Eran momentos para
darle el ambiente preciso a lo que estaba por llegar más delante. El
documental, breve, en el que Curro torea en Madrid, junto a unas palabras del
torero pusieron en suerte a todos.
Sólo quedaba la palabra poética, sensible y amiga
de Alberto García Reyes, para darle color y calor al Paraninfo. "Se premia
al conocimiento que sale de adentro. El toreo es un arte, por tanto es una
fuente de conocimiento, por tanto es una forma de progreso -siguió el
periodista sevillano-, que habló del corazón, de los suelos, de la fidelidad a
una forma de ser torero de Francisco Romero López. El final rompió moldes:
"El mundo se divide en dos: los que han visto a Curro Romero y los que no
han vivido. Y el reino de la emoción / seguirá teniendo reyes, / pero un solo
Faraón".
El abrazo de García Reyes con Curro dejó al Faraón
casi mudo.
Recogió su premio, un grabado de la plaza de toros
de Sevilla coloreada a mano en 1837 y publicada por el artista escocés David
Roberts. Y salió Curro al escenario. Las secuelas de un catarro reciente y una
emoción capaz de paralizar a cualquiera dominaron sus palabras. "Gracias,
gracias", repitió dos veces. Y se lanzó con palabras pausadas, masticadas,
como si estuviera de nuevo toreando. Y habló el Faraón. "Qué bonito es que
la Universidad me conceda este premio. Yo he pasado por la Universidad de
puntillas, bueno ni de puntillas, ya me hubiera gustado estudiar, pero tuve mi
propia Universidad de la vida. Mi familia era muy humilde, pero eran grandes de
España. Así que cogí un camino libre, dejé a un lado las veredas, y me fui
encontrando con rosas y espinas, que se me clavaron muchas veces aunque me las
sacaba y seguía adelante...
"El Paraninfo era la plaza de Sevilla en
espera de una faena cumbre. Nada enturbiaba un ambiente mágico, nada podía
entorpecer un discurso lúcido y manifestado con el corazón en la mano. Y siguió
Curro. "En mi vida he conocido a muchas personas. Con muchas me reía,
porque no hay nada más bonito que reír en la vida. Y caminando me fui formando
como torero y como persona. Al final hasta tengo esculturas, pero yo digo que
la mejor escultura la guardo dentro y es mi madre..." Aquí se quebró el
hombre, se paró el discurso y temblaron las columnas de la Real Fábrica de
Tabacos. "No puedo más... Quisiera decir más cosas, pero no puedo.
Quisiera dar unos lances, pero tampoco puedo. Gracias".
El Paraninfo fue un clamor. Como hubiera rematado
con media eterna de las que tanto prodigó.
Cantó Marina Heredia, habló el Rector de la
Universidad, sonó el pasodoble y se clausuró el acto. El nudo en la garganta
nos había quebrado la voz a los que allí éramos testigos de cómo la Universidad
sevillana, que es tanto como decir toda Sevilla, se había puesto a los pies de
un ser irrepetible, que es torero y que elevó ese arte a las cotas más altas
imaginadas.
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