José María Manzanares |
PACO AGUADO
Foto: EFE
La oreja que José María Manzanares le cortó al
segundo de la tarde y la calidad del toreo de Ginés Marín en su faena al
tercero fueron las notas más reseñables de la duodécima corrida de feria
celebrada este viernes en Sevilla, marcada por el deslucido y desfondado juego
del encierro de Juan Pedro Domecq.
La corrida transcurrió demasiado lenta, como una
larga siesta conque recobrar las energías de una larga noche de feria y
casetas. Dos horas y tres cuartos duró, concretamente, el
"espectáculo", que comenzó ya con un cielo encapotado que parecía
amortiguar el de por sí moroso ambiente del tramo final de la fiesta. Pero, más
exactamente, fue la falta de bríos y de emoción de los preciosos pero
desfondados toros de Juan Pedro Domecq lo que adentró la tarde en una dinámica
arrastrada y lenta, mientras los toreros especulaban con las pausas y los
tiempos para sacarles un mínimo de partido.
Enrique Ponce, por ejemplo, se movió por el albero
con una impostada parsimonia, alardeando despacio de su maestría frente a un
lote con el que se enfrascó en sendos trabajos de largo metraje, pero de los
que sacó muy poco en claro. Ni con el primero, cansino y vacío de raza, ni el
cuarto, que tuvo tanta nobleza como nula emoción, logró Ponce más que medios
muletazos habilidosos y envueltos en una liviana estética.
La lentitud de las faenas de José María Manzanares
se debió, como es habitual en el alicantino, a las pausas, a los extendidos
paseos y respiros fuera de la cara del toro que también se dio entre serie y
serie de muletazos. Pero gracias a ello fue como consiguió Manzanares que el
segundo de los "juanpedros" durase bastante más, y con más energía,
que sus hermanos y pudiera mostrar así esa calidad que los demás no llegaron a
desarrollar.
Sobre esa base el torero de dinastía compuso una
faena de buen nivel, templada y medida, sin romperse ni romper al animal, con
fases de buen gusto y otras de cierta superficialidad, pero suficientes para
que se premiara con el único trofeo de la tarde. Y, sobre todo, porque fue
mucho más concreta que su trabajo a menos con el quinto.
En cambio, la lentitud en la actuación de Ginés
Marín no estuvo en lo accesorio ni en lo periférico sino en el meollo de la
faena: en el reposo con que se asentó, citó y se trajo toreado al tercer toro
y, también, al primero de Manzanares, al que, como luego saludó al suyo, hizo,
mecido y entregado, el mejor toreo a la verónica de lo que va de feria. Tanto
con el capote como con la muleta, el joven Marín les echó al hocico, muy
despaciosamente, los vuelos de la tela para llevar a ambos prendidos en un
trazo también ralentizado y recreado.
Pero a ese tercer de la tarde, que derribó
espectacularmente en varas y cuya muerte brindó Marín al futbolista Sergio
Ramos, le faltó el empuje suficiente para que ese toreo de pureza y calidad del
extremeño, siempre basado estricta y honestamente en lo fundamental, llegara al
tendido con mayor fuerza.
Lo intentó también así con el segundo sobrero,
después de que la tarde se demorara más todavía con la vuelta a corrales de dos
inválidos, pero la negativa actitud del animal, soltando tornillazos a poco que
se le exigiera, obligó a Marín a acelerar, por fin, el final de tan dilatada
tarde.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Juan Pedro Domecq, el 6º como segundo sobrero, al sustituir al
titular y al primer reserva, devueltos sucesivamente por inválidos. Corrida de
excelente presentación, con hondura y trapío dentro de sus finas hechuras. En
cuanto a juego, resultaron nobles y apuntaron son y calidad, pero sin
desarrollarla por su notable falta de fondo y de fuerzas.
Enrique
Ponce, de azul turquesa y oro:
metisaca en los bajos y media estocada atravesada (silencio tras aviso);
pinchazo hondo trasero y tres descabellos (ovación tras aviso).
José
María Manzanares, de nazareno y
oro: estocada (oreja); cinco pinchazos, media estocada y descabello (silencio
tras aviso).
Ginés
Marín, de azul purísima y oro:
pinchazo y estocada honda (ovación); estocada desprendida (silencio).
Entre las cuadrillas, destacó en la brega
del tercero Antonio Manuel Punta.
Duodécimo festejo de abono de la feria de
Abril, con cartel de "no hay billetes" en las taquillas en tarde
nublada y con algunas rachas de viento.
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